La naturaleza tiene su propio lenguaje, y a veces, las palabras que susurra son muy peligrosas. Recientemente, un episodio dramático y preocupante ocurrió en el barranco del Poyo, donde el caudal pasó de 200 metros cúbicos por segundo a ¡más de 2,000 metros cúbicos por segundo en solo hora y media! Pero, ¿por qué no se tomaron acciones más rápidas y efectivas que pudieran haber mitigado el desastre? En este artículo desglosaremos la serie de eventos, protocolos, y errores que llevaron a una respuesta tardía por parte de las autoridades competentes.
El calvario del barranco del Poyo: un vistazo general
Para aquellos que no estén familiarizados con la yo-yo habilidad del agua, se podría pensar que un incremento de este tipo sería imposible de pasar por alto. Después de todo, estamos hablando de un aumento excepcional y poco común, que, según los registros, no tenía parangón histórico en la zona. Así que, por favor, permítanme compartir una pequeña anécdota personal al respecto…
Recuerdo cuando era niño, mi familia solía ir de campamento a un pequeño lago cerca de donde vivíamos. En una ocasión, después de una noche de lluvia, decidimos darnos un chapuzón. Al mirar el agua, parecía que habíamos entrado en una piscina de olas. Aquel día aprendí una valiosa lección sobre la naturaleza: siempre hay que prestar atención a las señales. Así que la pregunta es, ¿qué pasó aquí?
¿Puede ser que la administración haya fallado?
A veces, las cosas suceden en un abrir y cerrar de ojos, y eso parece haber sido el caso. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) recibió un informe que indicaba un incremento menor en la mañana. Sin embargo, un aumento tan drástico como el que vivimos a las 18:43 debería haber disparado las alarmas. Pero, ¿cuántas alarmas se ignoraron ese día? Solo se notificó mediante un correo electrónico. ¡Un correo! ¿Acaso las inundaciones no son suficientemente importantes como para alzar el teléfono y llamar?
Y aquí entramos en un mar de preguntas que, desafortunadamente, se quedan en el aire. ¿Estaba la CHJ realmente preparado para una situación de tal magnitud? Y lo más importante, ¿qué recursos extraordinarios se movilizaron? La verdad es que la falta de respuestas claras se convierte en un eco perturbador que resuena en la mente de todos los afectados.
Una alerta tarde, una respuesta ausente
Imaginemos que estamos sentados en una sala de espera, lidiando con la ansiedad de lo incierto. Recibimos un correo que dice: “¡Cuidado, puede llover!”, y el tiempo pasa sin que haya una caja de respuesta. Fue precisamente así como muchos se sintieron antes de que ocurriera el desastre.
Después de todo, una persona podría pensar que si hay un protocolo que se activa ante caudales mayores a 150 m³/s, tendría que haber funcionado en este caso, que casi cuadruplicó esa cifra. Pero lo que es aún más desconcertante es que la misma CHJ parece no tener un plan claro para eventos de inundación en el barranco del Poyo, un lugar donde el riesgo ya estaba documentado. ¿No es una locura que el mismo organismo no sepa a qué atenerse?
El Ministerio y sus malas decisiones
En medio de todo este entuerto aparece el Ministerio de Medio Ambiente, que tiene su propia parcela de responsabilidades en esta trama. El Secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, no hizo su aparición hasta las 20:00 horas para advertir sobre el riesgo de colapso de la presa de Forata. Pero, ¿realmente se necesita un máster en inundaciones para entender que un nivel de peligrosidad 2 significa que las cosas no están yendo muy bien?
La situación llegó a ser tan incomprensible que Teresa Ribera, en una entrevista, mencionó que le tomó cuatro llamadas para lograr comunicarse con el presidente de la Generalitat Valenciana en esa tarde del 29 de octubre. ¡Cuatro! En una situación de riesgo inminente. Eso es más tiempo del que se tarda en cocinar una lasaña. ¿Cuántos panes podían haber horneado mientras tanto?
La falta de comunicación: un punto crítico
Una de las lecciones más importantes que podemos aprender aquí es que la comunicación efectiva es crucial en momentos de crisis. La forma en que se gestionó la información parece haber fallado en múltiples niveles. El hecho de que el aumento del caudal y el potencial riesgo de inundación no fuera comunicado a las autoridades adecuadas con suficiente antelación es, sin duda, un tema de gran preocupación.
Pensemos en un teléfono descompuesto. Cuando uno habla y el siguiente no escucha, lo que llega es un mensaje distorsionado. ¿Y qué pasa cuando ese mensaje es crítico? El caos. Alguien debería haber dado un toque de atención en la sala de control de inundaciones, en lugar de enviarse esos correos electrónicos que no hacen más que acumular polvo virtual. Pero, en la vida real, uno no puede simplemente ignorar la vida misma, ¿verdad?
Un sistema que dejó mucho que desear
Para rematar, hay que considerar también cómo se gestionan los recursos humanos en un organismo como la CHJ. ¿Hubo refuerzos durante el episodio de lluvias que se anunciaban como extremos? Esa es otra pregunta que queda sin respuestas claras. ¿Cuántas personas estaban realmente operando el Sistema Automático de Información Hidrológica en un momento en que el barranco estaba brillando como una pista de baile en forma de inundación?
Las consecuencias de no actuar a tiempo
Al final, las consecuencias de estas decisiones son palpables. No solo en términos de infraestructura y economía, sino en la vida de las personas. Los residentes de la zona deben enfrentar no solo las pérdidas materiales, sino también los traumas emocionales que quedan después de enfrentarse a una inundación de tal magnitud.
Como alguien que ha tenido su parte de desafíos en situaciones de crisis, puedo entender la confusión y la frustración que se siente al estar a merced de las decisiones ajenas. Y mientras tanto, las víctimas se preguntan: “¿por qué no se hizo más para prevenir esto?” Y sí, no hay nada que pueda devolver el tiempo o aliviar la carga de quienes sufrieron por unas decisiones malas o tardías.
Reflexionando hacia el futuro
Entonces, ¿qué se puede hacer para prevenir que este tipo de tragedias se repitan en el futuro? La respuesta podría ser más sencilla de lo que pensamos, aunque hacerlo realidad puede ser un desafío titánico. Es esencial que se establezcan protocolos claros y efectivos de comunicación, y que todos los organismos involucrados estén completamente entrenados y equipados para actuar rápidamente.
También es crucial que haya un seguimiento continuo y evaluaciones de riesgo basadas en datos recientes y precisos. Así que, la próxima vez que escuchemos los rumores sobre una lluvia intensa, puedo asegurar que cada uno de nosotros prestará mucha más atención a las señales de la naturaleza.
Una invitación a la acción
Finalmente, y aquí viene el momento cliché, pero relevante: debemos aprender de nuestros errores. Si bien este tipo de situaciones deja un sinfín de preguntas sin respuestas, también nos brinda la oportunidad de ser más proactivos. Y sobre todo, a crear comunidades más fuertes y resilientes ante el embate de la naturaleza.
Con lo que hemos aprendido de esta experiencia, definitivamente no se puede permitir que el barranco del Poyo o cualquier comunidad en riesgo pase por algo así nuevamente. La próxima vez que veamos nubes oscuras en el horizonte, recordemos que el agua no miente; cuando habla, debemos escuchar.
Así que, alentemos a nuestras autoridades a actuar como un equipo, a comunicarse como tal, y a estar siempre listos, porque al final del día, la seguridad de nuestras comunidades depende de ello. ¡Hasta la próxima!