La política en Venezuela siempre ha sido un juego peligroso, lleno de incertidumbres y sorpresas que sorprenden tanto a los expertos como a los simples espectadores. En un escenario donde un líder opositor como Edmundo González Urrutia se declara presidente electo mientras vive en el exilio, uno no puede evitar preguntarse: ¿cuánto tiempo más pueden durar los tiempos oscuros del chavismo?
En esta inmensa trama de esperanza y desilusión, tenemos a González Urrutia, quien afirma estar «moralmente preparado» para asumir la presidencia, incluso si esto significa ser detenido nada más poner un pie en Caracas. Su declaración viene en un momento crítico, a menos de 50 días de la prometida toma de posesión el 10 de enero, donde sostiene que el respaldo de 7,3 millones de votantes le confiere una legitimidad indiscutible ante Nicolás Maduro, quien, según él, solo obtuvo poco más de 3 millones de votos. Pero, ¿qué tan realista es su plan de volver y asumir el poder? ¿Es esto una transición pacífica o solo una ilusión más?
La ambición y determinación de González Urrutia
Regresando a la entrevista que concedió a Efe, González Urrutia se percibe como el clásico héroe de película de guerra, listo para triunfar ante un contrincante que parece imbatible. Es como si estuviéramos viendo una de esas historias donde el protagonista regresa a casa tras un largo exilio, y le toca devolver la esperanza a un pueblo que ha sufrido tanto.
La audacia de su plan es admirable, sin duda. «Lo recomendable para el país» sería la salida de Maduro, opina, al mismo tiempo que también ha planteado ideas sobre cómo integrar al chavismo en el futuro de un Venezuela unificada. ¿Puede un expropiador permitir el regreso de sus expropiados? Claro que sí, en una novela, pero en la vida real… ahí es donde las cosas se complican.
El exdiplomático ha confesado que lo que espera encontrar en su regreso es un ambiente cargado de tensión y tal vez hasta violencia. Entiendo su deseo de mediar en la pacificación del país, pero un poco de flexibilidad en el lenguaje podría ayudar. La realidad es que lidiar con un régimen que ha mostrado pocas disculpas por su historia de abuso no es precisamente un paseo por el parque.
La respuesta del régimen
Antes de su regreso, se vio obligada a considerar qué opina Maduro sobre todo este asunto. Quien, por cierto, no parece estar muy contento con la idea de perder el poder. ¿Maduro se desprenderá de su trono por la buena, o se aferrará a él como un niño lloreando por su juguete favorito? La retórica que él utiliza es reveladora: «La oposición se va a arrepentir si intenta sacarme del poder». Aquí vemos el miedo y la desesperación, no solo de un hombre, sino de un régimen que ha estado sorbiendo el poder y la riqueza de un país durante años.
El hecho de que Maduro haya calificado de «basura» al presidente electo argentino Javier Milei no hace más que resaltar la desesperación de un dictador cuya única estrategia parece ser gritar más fuerte que los demás. Pero incluso si Maduro se aferra a su «trono», hay algo que está claro: en un rincón, las esperanzas están brotando, alimentadas por el deseo de cambio.
Un vistazo a la oposición: el juego de la Plataforma Unitaria Democrática
Entre las luces de esperanza se encuentra la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), una coalición opositora que ha cuestionado la legitimidad de las elecciones y se ha manifestado en apoyo a González Urrutia. ¿A quién no le gusta un poco de unidad en tiempos oscuros? Sin embargo, la realidad es que para unir fuerzas se requiere un fuerte compromiso y, hasta ahora, el camino ha tenido más baches que un camino rural después de un diluvio.
Lo más notable es que la PUD ya cuenta con un plan para una movilización masiva en las calles y diferentes ciudades del mundo, lo que podría significar la llamada «revolución de las cacerolas» pero digital. Por un lado, es un movimiento poderoso y, por otro, podría resultar en una agitación que solo fortalecería la narrativa del régimen sobre la oposición violenta.
La reactivación de la comunidad internacional
En el frente internacional, el apoyo a González Urrutia no se ha quedado atrás. Con la reciente elección de Donald Trump de nuevo como presidente de Estados Unidos, existe la expectativa de un cambio significativo en la política estadounidense hacia Venezuela. La pregunta que queda es: ¿será Trump una figura dispuesta a ayudar en una transición pacífica, o acaso se deslizará en un juego más peligroso de sanciones y retaliaciones?
El reconocimiento por parte de Estados Unidos y de la Unión Europea al líder opositor, así como el premio Sajarov que él y María Corina Machado recibieron, abre la puerta a un panorama en el que la comunidad internacional puede actuar como un mediador. A fin de cuentas, ¿no es algo que todos queremos, un OK que viene desde el exterior para que todo esté bien?
Desafíos inmediatos
Sin embargo, el regreso de González Urrutia a Venezuela no estará exento de desafíos. Uno de sus mayores retos será concretar su palabra sobre liberar a los más de 2,000 presos políticos que hay en el país. Aquí el cinismo puede mandarte a la luna. ¿Realmente se puede creer en las promesas del líder en tiempos de guerra? ¿O el pobre estará llenando su discurso de más frases vacías que una caja de cereal después del desayuno?
Para seguir adelante, González Urrutia también tiene el deber de preparar a su base para un reencuentro, una reconciliación de los venezolanos que durante muchos años han estado divididos. Él mismo ha admitido que los «también deben tener un espacio» en un futuro Venezuela. Esto suena ideal, claro; pero como buen amante de la poesía y los sueños, uno debe preguntarse si existe espacio suficiente para todos en este nuevo espectáculo.
Reflexiones finales
Venezuela está en un punto de inflexión, un momento que puede rediseñar su futuro. Con un candidato tan audaz como Edmundo González Urrutia, que no teme afrontar a un régimen que lo ha tratado como a un paria, hay una pizca de esperanza. La posibilidad de una transición pacífica, aunque parezca lejana, es un objetivo que sin duda es necesario por el bienestar de la nación.
Volver a Caracas y comprometerse a un diálogo, liberar a los presos políticos e incluir a las fuerzas chavistas en el espectro político son labores titánicas, sin duda. Pero, ¿acaso no vale la pena luchar por un país donde la gente puede regresar a la economía, donde las infancias no tengan que huir en busca de una mejor vida y donde las cenizas de un régimen dictatorial puedan ser finalmente olvidadas?
La historia no está escrita y cada paso que se da en el camino hacia la paz es crucial. Quizás el regreso de González Urrutia sea la chispa para alentar a otros a levantarse y dar voz a un país que ha estado en un océano de silencio y haya sido sumido en las sombras por demasiado tiempo. ¿Qué será de Venezuela en los próximos meses? Solo el tiempo lo dirá. ¡Esperemos que sea para mejorar!