El 7 de octubre de 2023, un cataclismo recorrió el mundo; un ataque devastador contra Israel, atribuido a Hamas, dejó un saldo de 1.188 muertos, de los cuales 800 eran civiles. En el centro de esta tormenta se encontraba un hombre, un nombre que resonaba entre alemanes, estadounidenses y, por supuesto, israelíes: Yahia Sinwar. Conocido como «el muerto andante» por el ejército israelí, era visto no solo como un líder, sino como el arquitecto de un plan meticulosamente orquestado. Contar su historia es sumergirse en un laberinto de ideales, dolor y, lo más trágico, la profunda división política y social que continúa desgarrando a la región.

Primeros años: el inicio del andamiaje

Nacido en 1962 en el campo de refugiados de Jan Yunis, Yahia Sinwar no era un niño común. Desde sus primeros pasos, su entorno estaba marcado por el conflicto. El campo de refugiados se volvió su hogar, un sitio que crecería y florecería en anhelos de justicia y resistencia. Imagínate ser un niño, rodeado de ruinas y historias de vida arrasadas, donde cada conversación en la mesa familiar giraba en torno a la lucha por la libertad. La vida de Sinwar estaba destinada a ser diferente.

Se unió a la causa palestina desde una edad temprana y, aunque no me gusta hacer comparaciones, su historia me recuerda la de muchos líderes en diferentes contextos, que también se vieron empujados hacia la militancia por el contexto en el que se criaron. Esa urgencia por cambiar su realidad, por luchar por un ideal que valía más que la vida misma, es un combustible potente y peligroso. ¿Cuántos de nosotros hemos sentido esa “llama interna” en algún momento de nuestras vidas, aunque en un contexto mucho más ligero? Pero regresar a Yahia.

En 1987, en el umbral de la Intifada, Sinwar se convirtió en uno de los principales artífices de Hamas, una organización que prometía hacer frente a la ocupación israelí. El año que lo cambió todo también arrastró consigo su detención en 1989, cuando fue sentenciado a cuatro cadenas perpetuas por la ejecución de cuatro «collaboradores». Aquí comienzan las paradojas de su vida; aunque estaba encerrado, su voz resonaba en Gaza. En sus años tras las rejas, estudió el «enemigo», como había afirmado. Fue algo así como un estudiante aplicado, pero en lugar de matemáticas o lengua, se sumergió en textos sobre tácticas de guerra.

Su legado en la prisión: una vida forjada en combate intelectual

Con diecinueve años en la cárcel, el tiempo se convirtió en su aliado. No solo sobrevivió, sino que se convirtió en un símbolo de resistencia. Mientras otros perdían la fe en su causa, él fortalecía la suya a través de lecturas clandestinas, cartas y reflexiones que sacó de la prisión. Como cualquier joven en crecimiento, cada cual tiene sus héroes. Sin embargo, en el caso de Sinwar, sus ídolos provienen de una tradición de luchadores: desde Yasser Arafat hasta el fundador de Hamas, el jeque Ahmed Yassin. Esos hombres, más que figuras a seguir, se convirtieron en el fundamento de su ideología.

Al salir de prisión en 2011, tras un intercambio de prisioneros que incluyó al soldado israelí Gilad Shalit, Sinwar regresó a una Gaza totalmente transformada. La organización que albergaba su ideología estaba en una posición de poder, pero con la misma carga de conflictos que antes. Realmente, esas escenas de su liberación debieron ser de películas; himnos patrióticos sonaban mientras la gente celebraba, pero dentro de él, las viejas cicatrices del encarcelamiento aún ardían como brasas.

El líder que regresó: de prisionero a comandante

La transición de prisionero a líder no siempre es fácil, pero Yahia Sinwar se convirtió en un gran comandante de la ala armada de Hamas, ejerciendo una influencia considerable en la Política Gazatí. Durante su tiempo en esa silla, Sinwar se enfrentó a un dilema moral constante: ¿cómo equilibrar la resistencia a la ocupación con la vida de sus compatriotas? Su vida estuvo marcada por decisiones difíciles; él mismo tenía claro que el costo de sus «hazañas» sería la vida de muchos civiles, incluidos niños. Es un tema que, a menudo, nos deja reflexionando: ¿qué nos hace ser, a veces, cómplices de decisiones tan atroces?

Sus discursos eran incendiarios, llenos de retórica que inspiraba tanto a sus seguidores como a sus detractores. Esta era la voz de un hombre decidido a liberar a su pueblo, quien afirmaba que la próxima guerra tendría lugar en territorio israelí. Estas declaraciones oídas desde lejos, siempre me hacen preguntar: ¿hay un límite en un ideal? Porque, aunque sea tentador rendirse a la ira, ¿realmente se logra más que con el diálogo? Pero la paz en la región parece un espejismo, cada vez más lejano.

Sinwar se convirtió rápidamente en un blanco para el ejército israelí, que lanzó varios ataques para eliminarlo físicamente, aunque el verdadero desafío era borrar su legado, su ideología. La repercusión que su persona generaba se sentía en el aire. Cuando algunos líderes le advertían sobre el peligro de sus acciones, era como hablar con una pared. En su mente, la guerra era el único camino viable.

La noche del 7-O: el diseño del caos

El 7 de octubre cambió el juego por completo. El asalto, que se extendió rápidamente, fue un recordatorio escalofriante de que los conflictos no se resuelven de la noche a la mañana. Las cifras son escalofriantes: 1.188 vidas truncadas, lo que marcó un hito trágico en la historia de ambos lados del conflicto. Mientras tanto, Sinwar, considerado el cerebro detrás de todo, fue un fantasma, un espectro que parecía estar justo detrás de cada ataque.

Finalmente, la historia de Yahia Sinwar llegó a un punto culminante. Se reportó su muerte en combate—un final irónico para un hombre que dedicó su vida a ser un luchador. Las fuerzas israelíes lo identificaron rápidamente gracias a un ADN que no había desaparecido con el tiempo, puesto que este guerra tiene una historia que todavía no se ha cerrado ni ha encontrado la redención.

Sinwar, que había sobrevivido a tantos intentos de captura, dejó un legado de inseguridad, dolor y, por supuesto, lucha. Se convirtió en un símbolo no solo de resistencia, sino también de las contradicciones que giran en torno a la guerra. Lo que para algunos es un héroe, para otros es un villano. El dilema del conflicto es así—nuestros héroes son los villanos de otros.

Reflexiones finales: la búsqueda de la paz en medio de las ruinas

La muerte de Yahia Sinwar puede parecer el cierre de un capítulo, pero la historia del conflicto israelí-palestino está lejos de terminar. ¿Realmente se puede avanzar en paz sin haber lidiado con todas las heridas? Mientras sigo investigando y escribiendo sobre estos temas, no puedo evitar sentir una profunda tristeza. Las familias de ambos lados siguen relaciones que se desequilibran por el dolor, el miedo y, sobre todo, la incomprensión.

Para cualquier ser humano, vivir en un estado de guerra constante desgasta. Mientras el conflicto sigue resonando en nuestras pantallas y en las historias que compartimos, la pregunta subyacente permanece: ¿cuándo aprenderemos de la historia para no repetirla? Desearía tener todas las respuestas, pero mientras tanto, seguiré reflexionando, hablando y compartiendo. Así que la historia de Yahia Sinwar no es solo sobre él; es sobre todos nosotros y lo que tenemos la oportunidad de elegir: seguir el camino de la guerra o encontrar un camino hacia la paz.

Así que, sí, mientras las sombras de la guerra nos acechan, es hora de levantar la mirada y decir: ¡basta! La esperanza, aunque tenue, puede ser más poderosa que cualquier cohete lanzado en medio de la noche. Después de todo, ¿acaso no somos todos parte de esta narrativa, siempre buscando la luz entre tanta oscuridad?