Es fascinante cómo las vidas de los personajes públicos pueden cambiar en cuestión de horas. Un día, están ocupando un puesto de prestigio y, al siguiente, son noticia por razones que nadie podría haber imaginado. Ese es el caso reciente de Víctor Romano, quien fue nombrado director gerente de la Academia de la Música. Su historia es un recordatorio de que todos llevamos nuestras batallas internas, pero a veces esas luchas se vuelven visibles de maneras impactantes. ¿Es posible que las apariencias engañen? Vamos a analizar esta situación de cerca.

Un ascenso fulgurante en la Academia de la Música

Victor, antes de convertirse en director gerente, parecía ser el hombre ideal para el puesto. Con una trayectoria que abarcaba la promoción de la música española y diversas iniciativas culturales, su nombramiento fue celebrado por muchos. Pero, ¿quién podría haber anticipado el torbellino que estaba a punto de desatarse?

Recuerdo que al leer sobre su ascenso, pensé en cómo a menudo celebramos la llegada de nuevos líderes en el mundo cultural, imaginando que su visión innovadora transformará el panorama. Sin embargo, hay veces en que nuestros héroes sufren caídas estrepitosas, y lo que se descubre detrás de la fachada es más alarmante de lo que jamás podríamos haber sospechado.

La revelación inesperada: una condena por malos tratos

El 29 de diciembre de 2022, Víctor Romano fue condenado en firme por un delito de malos tratos contra una mujer. La noticia salió a la luz gracias a una investigación de EL PAÍS, que reveló este oscuro secreto justo después de su nombramiento. Escribiendo esto, siento una mezcla de desilusión y tristeza. ¿Cómo puede alguien con un pasado así haber llegado tan lejos en su carrera? ¿Por qué las organizaciones no están implementando medidas más rigurosas de verificación? Podría parecer que esto nos afecta a todos, porque ¿quiénes son los que realmente están liderando nuestras organizaciones culturales?

La sentencia fue clara: Romano “inició una discusión con ella y con ánimo de menoscabar su integridad física le lanzó el bolso, le tapó los ojos y le produjo un hematoma». Este tipo de comportamiento es profundamente desconcertante y plantea preguntas inquietantes sobre la cultura de liderazgo en nuestras instituciones.

La cultura de la impunidad: ¿un problema generalizado?

Es imposible no preguntarse si este caso es sólo la punta del iceberg. En un momento en que la sociedad está comenzando a tomar en serio el tema de la violencia de género, la noticia de un alto funcionario en una posición de responsabilidad que ha sido condenado por tales actos es un recordatorio perturbador de que aún queda mucho trabajo por hacer.

Estudios recientes han demostrado que la violencia de género en el ámbito laboral y cultural no es un problema aislado. La falta de denuncias y de consecuencias claras para los agresores crea un ambiente de impunidad que permite que estas situaciones persistan. Pero, ¿qué hay de las organizaciones que contratan a estas personas? ¿No deberían ser más cuidadosas a la hora de investigar el pasado de quienes ocuparán cargos de poder?

La suspensión de responsabilidades: ¿sólo un primer paso?

Tras conocerse la condena de Romano, los responsables de la Academia de la Música decidieron tomar cartas en el asunto y apartarlo de sus funciones. Parece ser un movimiento acertado, aunque también un tanto tardío, ¿no? ¿Por qué las instituciones se ven obligadas a esperar a que un escándalo estalle para actuar? Este tipo de decisiones debería ser parte de un protocolo estándar en toda organización, especialmente aquellas que operan en el ámbito cultural y tienen un impacto en la sociedad.

Hablando de protocolos, no puedo evitar pensar en qué haría yo si estuviera en esa posición. No tengo una respuesta clara, y esto me lleva a creer que hay que establecer una cultura de responsabilidad proactiva dentro de las organizaciones. Todos queremos sentirnos seguros en los espacios que apreciamos, y parte de ello implica que quienes dirigen esos espacios sean dignos de confianza.

Las reacciones de la comunidad musical

No ha pasado desapercibido el revuelo que esta situación ha generado en la comunidad musical. Desde artistas que han roto su silencio para condenar la violencia hasta otros que han pedido una mayor transparencia en la manera en que se eligen líderes en estas instituciones, las voces se han alzado. Es interesante, ¿verdad? Nunca había pensado que el mundo de la música, que se supone que es sinónimo de amor y creatividad, se viera atravesado por sombras tan oscuras.

Personalmente, me siento emocionado de ver cómo muchas personas están comenzando a usar su plataforma para hablar sobre problemas que no estaban en la conversación general. En un mundo donde las redes sociales pueden ser un campo de batalla, algo bueno puede surgir de ello: la generación de conciencia.

La importancia de la educación y la prevención

Como en toda crisis, hay una lección que aprender. ¿Qué tal si empezamos por educar sobre la violencia de género desde edades tempranas? En muchos lugares, a los jóvenes se les enseña sobre música y arte, pero rara vez se habla de cómo tratar a los demás con respeto. La educación es el primer paso para crear un cambio real y duradero.

Las instituciones que se centran en el fomento de la cultura deben ser también responsables de fomentar un ambiente seguro y respetuoso. Después de todo, ¿no es eso lo que la música realmente representa: la capacidad de unir y crear belleza? La ironía aquí es abrumadora: se busca promover la música española, mientras que sus líderes cargan con pesadas historias de daño y sufrimiento.

Reflexiones finales: ¿qué rumbo tomará la Academia de la Música?

La situación de Víctor Romano es un claro recordatorio de que incluso en el mundo de la cultura, donde se presume que la creatividad y la belleza están al mando, también hay sombras. ¿Cómo se recuperará la Academia de la Música de esta crisis? ¿Podrán replantearse sus valores y asegurar que el liderazgo sea representativo de lo que realmente se espera de ellos?

El viaje hacia una verdadera representación en la cultura será difícil, y habrá preocupaciones sobre cómo reconstruir la confianza. Sin embargo, mi esperanza radica en que esta situación desencadene un cambio positivo. En un mundo ideal, las instituciones no sólo se centrarían en el arte, sino también en criar líderes que sean ejemplos, tanto en sus vidas personales como profesionales.

Así que, al final del día, ¿no deberíamos todos esforzarnos por ser mejores? Ya sea en nuestra vida cotidiana o en los espacios creativos, la historia de Víctor Romano nos recuerda que todos debemos rendir cuentas. Y aunque estos eventos puedan ser tristes, también representan una oportunidad reflejar lo que es realmente importante: un futuro donde todos podamos disfrutar de la música y la cultura sin miedo a la violencia o la desconfianza.

Reflexión personal

A veces, me pregunto qué papel jugaré en todo esto. Yo, como muchos de ustedes, soy un simple amante de la música que sueña con un mundo mejor. Pero lo que es incuestionable es que cada tono y nota que sale de un instrumento debe estar respaldado por la armonía del respeto y la integridad. Así que hay que seguir adelante, porque la música siempre encontrará su camino, y espero que nuestras voces resuenen con mayor fuerza en la lucha por un entorno seguro y justo para todos.

¿Listos para levantar esas voces? 🎶