En los últimos meses, Valencia ha sido testigo de un evento climático extremo que ha dejado su huella en varios de sus pueblos. La Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó la ciudad el 29 de octubre fue un recordatorio brutal de que la naturaleza no juega. Pero en medio de esta adversidad, el Ayuntamiento de Valencia liderado por la alcaldesa María José Catalá ha propuesto varias medidas para aliviar la carga sobre los habitantes de Castellar-L’Oliveral, el Forn d’Alcedo y La Torre, comunidades profundamente afectadas por la tormenta. En este artículo, exploraremos estas iniciativas, reflexionaremos sobre su impacto y analizaremos la necesidad de una infraestructura más resiliente.

La exoneración del pago del agua: un respiro para los vecinos

Una de las decisiones más acertadas del Ayuntamiento ha sido la exoneración del pago del agua y de la tasa de alcantarillado para los vecinos de las tres pedanías afectadas. Este gesto, que se aplicará hasta el 31 de marzo de 2025, representa un alivio financiero importante, ahorrando alrededor de 900.000 euros en total. Pensando en esos números, me viene a la mente la vieja broma sobre cómo cada gota cuenta; ¡bueno, aquí cada céntimo cuenta también!

¿Por qué es tan valiosa esta exoneración?
Porque no solo es una medida económica, sino que refleja una comprensión profunda de las necesidades de la comunidad. Cuando ves a tus amigos y vecinos lidiando con las secuelas de un desastre, una acción tangible como esta puede hacer la diferencia. Piensa en lo que hace un buen café caliente en un día lluvioso; a veces es eso lo que necesita la gente: un poco de apoyo cálido.

Viviendas adecuadas para familias desplazadas

Continuando por el camino de la recuperación, la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Patrimonial de la Banca) también se ha sumado a esta misión social. Han entregado 85 viviendas a familias que fueron desplazadas por la dana. Esto no se trata solo de casas; son hogares para aquellos que han perdido más de lo que muchos de nosotros podemos comprender.

Imagina por un momento perder tu hogar y tener que reconstruir tu vida desde cero. Es fácil pensar que la vida sigue y que las cosas volverán a la normalidad, pero la realidad es mucho más compleja. Las vidas de estas familias están marcadas por el cambio. La entrega de estas viviendas no solo representa un refugio físico, sino también un nuevo comienzo.

¿Qué más está haciendo el Ayuntamiento?

Además de estas medidas tan necesarias, el Ayuntamiento de Valencia ha movilizado 40 millones de euros para la reconstrucción de infraestructuras y apoyo a los negocios locales. Estos esfuerzos incluyen la reparación de centros educativos y la construcción de un nuevo centro de servicios sociales. ¡Nada como tener un lugar donde llevar a cabo esas aportaciones sociales y hacer comunidad!

También han incluido la apertura de un nuevo campo de fútbol en La Torre. Esto puede parecer trivial para algunos, pero ¿quién no recuerda esos días de infancia corriendo tras un balón? El deporte y la recreación son esenciales para la salud mental, y en tiempos de crisis, son una forma de recuperar la normalidad.

Refuerzo de la infraestructura y revisión de planes

La alcaldesa Catalá ha dejado claro que uno de los aprendizajes fundamentales de esta experiencia es la necesidad de revisar nuestras infraestructuras. La previsibilidad en el clima se está convirtiendo en un concepto cada vez menos aplicable y ahora más bien creemos que lo único predecible es la variabilidad misma.

Se ha planteado un nuevo Plan Sur, destinado a preparar a Valencia y su área metropolitana para eventuales episodios climáticos extremos. Esto no solo habla de adaptación, sino también de precaución: «Si algo nos ha enseñado esta dana es que nuestras infraestructuras necesitan una revisión profunda», subrayó Catalá. Es un llamado a la acción que debería resonar en todas las ciudades costeras del mundo, especialmente en el contexto del cambio climático.

Pero, ¿realmente estamos preparados para lo impredecible? A menudo, asumimos que la naturaleza tiene un modo de comportarse que podemos prevenir o mitigar. Sin embargo, la realidad es que cada tormenta, cada ola de calor, es una oportunidad para aprender y adaptarnos.

La financiación local y el papel del Gobierno

Un punto que Catalá ha enfatizado es la necesidad de una financiación local justa. Ella tiene razón: no se puede depender de lo que «sobra» de la financiación autonómica. ¿Por qué el Estado no asigna directamente recursos a nuestros ayuntamientos? Es una pregunta pertinente que se eleva en voz alta, y que merece atención. Los gobiernos locales son a menudo los primeros en responder a las crisis y deberían contar con el apoyo adecuado desde el principio.

Los planes de flexibilización de impuestos y la reducción del IBI y del IAE solicitados por la alcaldesa son medidas también fundamentales que necesitan validación y rápida implementación. Es hora de que el sistema fiscal se ajuste a las realidades de la vida local. Si un pequeño alivio fiscal puede devolver algo de estabilidad a una comunidad golpeada por desastres, ¿no deberíamos hacerlo?

Reflexionando sobre lo que hemos aprendido

Al reflexionar sobre todo lo que ha ocurrido, me doy cuenta de que la comunidad siempre emerge fuerte tras una crisis. Este es un recordatorio de lo que podemos lograr si trabajamos juntos. Valencia no solo está recuperando lo que perdió; está construyendo algo nuevo y mejor.

Las historias de empatía y solidaridad surgen tras cada adversidad. He visto a personas compartir su comida, ofrecer un lugar para dormir a quienes no tienen nada, y lavarse las manos y dejar de lado las diferencias en favor de la supervivencia común. En tiempos difíciles, las conexiones humanas son más importantes que nunca.

Un futuro resiliente

En conclusión, Valencia está mostrando cómo enfrentar los desafíos del clima y la reconstrucción con una respuesta significativa. La exoneración de las tasas de agua y alcantarillado es un paso en la dirección correcta, así como los esfuerzos del Ayuntamiento y de la Sareb para aliviar la carga sobre los más afectados.

Estos son pasos necesarios pero no suficientes. Necesitamos seguir avanzando, apoyados por políticas que garanticen que las comunidades estén protegidas, que las infraestructuras sean robustas y que el futuro de Valencia sea resiliente ante lo que venga. Así que, tal como dice el viejo refrán: «Después de la tormenta, siempre viene la calma.»

Pero, ¿y si la calma no es lo que necesitamos? Tal vez, en lugar de eso, debamos estar preparados para surfear las olas del cambio.