La afición del Valencia Basket se ha convertido en un símbolo de resiliencia y fortaleza tras los recientes desastres que han sacudido la provincia. Si hay algo que hemos aprendido en estos tiempos difíciles, es que el deporte, en su esencia más pura, no solo trata de ganar partidos, sino de unir comunidades en los momentos más oscuros. ¿Alguna vez has experimentado esa mezcla entre tristeza y esperanza durante un partido de tu equipo favorito? La última velada en la Fonteta fue, sin duda, un ejemplo perfecto de ello.

El dolor latente: una catástrofe que golpeó a todos

A veces, la vida tiene una manera cruel de recordarnos su fragilidad. Solo unos meses antes de esta conmoción, la Fonteta, ese emblemático pabellón que ha sido testigo de tantas alegrías y penas, se preparaba para despedir a su viejo querido arena en 2025 y mudarse al nuevo Roig Arena. Sin embargo, lo que nadie había anticipado fue la tragedia que azotaría a los pueblos valencianos, arrasando con más de 200 vidas y dejando un rastro de destrucción, barro y desolación.

Aquí es donde el deporte y la comunidad se entrelazan. Durante un triste minuto de silencio, la afición se unió como uno solo, llevando en el corazón a los que habían perdido tanto. ¿Quién necesita palabras cuando el silencio habla tan fuerte?

La figura de Juan Roig: un pilar para la comunidad

Entre los presentes estaba Juan Roig, propietario del Valencia Basket. Recuerdo una vez que me encontré con él en el mercado de mi barrio. Estaba comprando naranjas, y les juro que nunca había visto a alguien seleccionar frutas con tanto esmero. Ese mismo esmero se ha trasladado a su compromiso con la comunidad. El mismo Juan que se enfrenta a temidas empresas de distribución y supermercados imponentes está decidido a no dar la espalda a su comunidad en momentos de necesidad. Con la mirada llena de tristeza y la compañía de su familia, su presencia durante el minuto de silencio fue un poderoso recordatorio de lo que significa ser parte de esta familia llamada Valencia.

La Fonteta no podia ser una fiesta… esta vez

Volviendo a la noche del partido, el ambiente era irremediablemente tenso. No era una noche cualquiera; era el primer partido de un equipo profesional tras la catástrofe. Aunque había un enfrentamiento de la Eurocup en juego, los corazones de todos estaban en otros lugares: en los pueblos apagados por la riada, en aquellos que no podían celebrar por estar en plena lucha, limpiando sus casas o, lo que era peor, intentando recuperarse de la pérdida.

Cuando llegué al pabellón y vi una cartulina con la ‘senyera’ colgando en cada asiento, me pincharon un par de recuerdos. La primera vez que vi la Fonteta llena de vida, disfrutando de un partido de baloncesto, con todos riendo y alentando. Esta vez, los gritos de los aficionados se entrecortaban con un profundo sentido de comunidad y dolor compartido.

Un esfuerzo comunitario: jóvenes héroes

Pero lo hermoso de esta historia no solo reside en el sufrimiento, sino en cómo el espíritu comunitario ha tomado el centro del escenario. Los jóvenes de Valencia se lanzaron a la acción, convirtiendo canchas de baloncesto en refugios y Mestalla en un banco de alimentos. Recuerdo que, cuando era joven, solía pasar mis fines de semana jugando al balonmano, pensando que pasaría toda mi vida en ese deporte. ¡Ah, qué tiempos! Pero ahora veo a estos jóvenes dedicando su energía a ayudar a otros, y no puedo evitar sentirme algo nostálgico. ¿Dónde están los días en que esos héroes autoproclamados éramos nosotros, simplemente corriendo tras un balón?

Un equipo de jugadores y aficionados, todos con crespones negros, entraron al terreno de juego con una mirada que decía mucho más que mil palabras. «Gràcies a tots» y «Voluntaris hérois» resonaban en las pancartas al costado de la Peña Nacho Rodilla. Mientras observaba esa energía, me pregunté: ¿no es el verdadero espíritu del deporte el que nos empuja hacia la unidad en tiempos de adversidad?

Valencia Basket: del dolor a la acción

El Valencia Basket no ha permanecido de brazos cruzados en esta situación. En un acto de solidaridad sin precedentes, el club ha propuesto 15 acciones solidarias en los primeros 15 partidos de la temporada, tanto para el equipo masculino como femenino. La primera de estas acciones fue dar visibilidad a la iniciativa de José Simeón, un exjugador del Valencia Basket que ahora es bombero y está recaudando fondos para comprar material que ayude a limpiar y restaurar los pueblos afectados.

Es interesante ver cómo, de un simple partido de baloncesto, se pueden generar iniciativas que impactan en la vida de tantas personas. ¿Cuántas veces nos encontramos viviendo nuestra vida cotidiana y olvidamos que la sociedad en la que vivimos sigue en constante cambio? Este es un recordatorio de que nuestros equipos no solo representan un equipo, sino una comunidad entera.

Las huellas de la tragedia en cada rincón de Valencia

Mientras el Valencia logró una increíble victoria frente al Cedevita Olimpia Ljubljana, lo que se atisbaba en el graderío era un reflejo de la profunda tristeza. Había huecos naranjas, asientos vacíos donde generalmente se sentaban amantes del baloncesto. Los vecinos de los pueblos devastados luchaban por su supervivencia, por reponer sus negocios, por intentar enmitigar la pérdida cotidiana de sus vidas.

La situación de las carreteras y caminos que conectan a estos pueblos solo añade más frustración. Es como si el destino nos jugara una broma cruel, cerrando caminos que una vez fueron puntos de encuentro. En nuestras propias vidas, ¿cuántas veces hemos sentido que el camino hacia nuestros sueños parece bloqueado por obstáculos dañinos?

La Fonteta y el futuro: un espacio de esperanza

Mirando hacia adelante, la Fonteta se encuentra en una encrucijada. En 2025 se mudará al nuevo Roig Arena, un sueño que por momentos parece ser un símbolo de renovación. Pero eso no significa que el legado de la Fonteta se perderá. Esa arena, que durante años fue un hogar para miles, también será recordada como el lugar donde la comunidad se unió en un momento de crisis.

La clave aquí es la resiliencia. La comunidad de Valencia ha demostrado que, a pesar de todas las tragedias, la solidaridad, el apoyo mutuo y el amor por el deporte son los verdaderos pilares que los sostienen. Mientras algunos lloran por lo que han perdido, otros se levantan para ayudar. Es un ciclo que se repite en diferentes formas a lo largo de la historia.

Reflexiones finales: la importancia de unirnos en la adversidad

En conclusión, lo que está sucediendo en Valencia tras la reciente catástrofe es un poderoso recordatorio de cómo el deporte tiene la capacidad de unir comunidades en tiempos de dolor. La Fonteta, ese lugar que hemos querido, es ahora más que un pabellón; es un símbolo de esperanza.

Así que, la próxima vez que te encuentres en un estadio, recuerda que cada grito, cada aplauso, cada lágrima también es un grito por aquellos que necesitan nuestra ayuda. A medida que la vida continúa para el Valencia Basket y su afición, una cosa queda clara: hoy más que nunca, necesitamos sentir esa conexión que nos une, porque, al final, todos estamos juntos en este viaje llamado vida.

Porque, si hay algo que quiero que recuerdes de este artículo es esto: unidos somos más fuertes, y eso es lo que nos hará seguir adelante, incluso en los días más oscuros. ¿Te unes a nosotros en este viaje?