Recientemente, el mundo del fútbol base se ha visto sacudido por una noticia que jamás debería haber salido a la luz: un entrenador del Séneca CF en Córdoba está siendo investigado por un presunto delito de corrupción de menores. Este hecho nos lleva a reflexionar sobre qué tan seguro es el entorno deportivo para nuestros niños y cómo debemos actuar como padres y miembros de la comunidad.
La historia detrás del escándalo
Todo comenzó con una denuncia presentada por un padre que, al parecer, se percató de comportamientos inadecuados y sospechosos en el ámbito del equipo que su hijo estaba formando parte. La noticia fue difundida por EFE, y las palabras “comportamientos deleznables” del Séneca CF resonaron en todo el sector futbolístico. ¿Quién podría imaginar que la pasión por un deporte tan hermoso como el fútbol podría encerrar situaciones tan oscuras?
Imagina a un niño de once años, lleno de sueños e ilusiones, soñando con ser el próximo gesto de Lionel Messi o la estrella brillante del próximo Mundial. Ahora imagina que el encargado de guiarlo no solo lo está instruyendo en el deporte, sino que también está poniendo en riesgo su bienestar emocional y físico. No puedo evitar sentir un escalofrío al pensar en ello.
Reacción del club: ¿realmente están actuando?
En un comunicado en su cuenta de Instagram, el Séneca CF expresó su “rechazo absoluto a cualquier conducta o comportamiento inadecuado que denigre a cualquier deportista dentro o fuera del ámbito del club”, asegurando que se han iniciado acciones pertinentes en coordinación con las autoridades competentes.
Si bien es cierto que es vital que un club actúe con rapidez y transparencia en situaciones de esta índole, la pregunta que surge es: ¿se están haciendo realmente lo suficiente para proteger a los niños y adolescentes bajo su tutela? Es confrontante ver que muchos clubes aún piensan en sus reputaciones y economías antes que en el bienestar de sus deportistas. Una situación así saca a relucir la limpieza que se requiere dentro del fútbol base.
Reflexiones sobre la dinámica del deporte juvenil
Cuando se entra al mundo del fútbol base como padres, muchas veces estamos tan emocionados por ver a nuestros hijos jugar, que pasamos por alto la necesidad de cuestionar a quienes los están formando. Recuerdo mi propia experiencia como padre de un joven futbolista. En un torneo local, vi cómo un entrenador gritaba y menospreciaba a los pequeños jugadores, incluyendo a mi hijo. Aunque tampoco llevaba una documentación científica al respecto, mi instinto de padre me decía que eso no estaba bien.
Fue una conversación difícil, pero fundamental, cuando decidí enfrentar a ese entrenador. Después de una charla incómoda, resultó que también repercutió en el club, lo que obligó a los directivos a reflexionar sobre la manera en que se debía coordinar el entorno para asegurar la salud emocional de nuestros niños. Esto me llevó a pensar: ¿cuántas veces por complacencia o miedo al conflicto no hablamos cuando debemos hacerlo?
La gravedad de la corrupción de menores
El hecho de que un entrenador esté bajo investigación por corrupción de menores no es un asunto menor. La corrupción de menores en deportes puede manifestarse de diversas formas: desde abusos emocionales, psicológicos hasta prácticas que pueden poner en riesgo la integridad física de los jóvenes deportistas. ¿Y qué hay de la confianza que los niños depositan en sus entrenadores? ¿No es ese vínculo lo que realmente alimenta la pasión por el deporte?
¿Deberíamos considerar más cuidadosamente a los entrenadores que eligen trabajar con nuestros hijos? Absolutamente. Es crítico que los clubes tengan responsables de la formación de sus entrenadores y que se implementen políticas sobre conductas y comportamientos dentro y fuera del campo. Pero, claro, eso puede sonar más fácil de decir que de hacer.
La búsqueda de un entorno seguro
Una de las acciones fundamentales que deben tomarse es el fortalecimiento de los protocolos de protección en el ámbito deportivo. Como comunidad, debemos exigir no solo una investigación exhaustiva, sino también que se establezcan procedimientos claros para garantizar la seguridad de nuestros niños.
Los entrenadores deben ser entrenados en prevención y detección de comportamientos inapropiados, y los clubes deberían llevar a cabo verificaciones de antecedentes. En la actualidad, hay plataformas como KidSport, que buscan dar a los padres herramientas para identificar y reportar comportamientos peligrosos. Es un ejemplo de cómo la tecnología puede ayudar a prevenir que ocurran situaciones lamentables.
La importancia de la conversación
Uno de los pasos más sencillos y efectivos que podemos dar como padres es abrir una conversación con nuestros hijos sobre lo que está bien y lo que no en su experiencia deportiva. Hacerles saber que siempre pueden hablar con nosotros si algo no les parece correcto es fundamental.
Recuerdo que, en una de esas charlas habituales de “¿cómo te fue en el entrenamiento?”, mi hijo me sorprendió diciendo: “A veces, el entrenador se pasa un poco, pero no quiero que lo echen porque él me dice que soy bueno”. Es un dilema complicado. ¿Qué hacemos entonces? ¿Defendemos a un menor de una amenaza o fomentamos su deseo de complacer a un adulto en una posición de poder? Esa conversación me llevó a reflexionar sobre el delicado equilibrio que se debe encontrar.
Los cambios necesarios en la cultura deportiva
La cultura que rodea al deporte infantil debe cambiar. En lugar de fomentar una competitividad feroz que presione a los niños, se debe priorizar el desarrollo personal y la diversión. Al final del día, el fútbol es un juego, y la esencia del juego es la alegría.
Podemos ver que iniciativas como el Fair Play están tomando impulso, pero aún queda mucho por hacer. Por ejemplo, es esencial que se impongan sanciones severas en los casos de abuso o conducta inapropiada, no solo para castigar al infractor, sino también para desalentar a otros a cometer los mismos errores.
Mirando hacia el futuro: la responsabilidad colectiva
A medida que este caso sigue desarrollándose, es importante que estemos en guardia. Las averiguaciones y, si es necesario, los procesos judiciales deben ser seguidos de cerca, no solo por la justicia, sino también por todos nosotros. Cada uno en la comunidad tiene un papel que jugar.
En el ámbito donde nuestros hijos sueñan con ser las estrellas del deporte, la intención debe ser trabajar juntos para crear un entorno seguro y saludable. La idea no es sedentarizar la cultura del fútbol base, sino impulsarla hacia la dirección correcta, eliminando comportamientos nocivos que amenazan la integridad de los jóvenes.
La lección más importante
Al final, lo que queda es la lección más importante: los adultos somos responsables de proteger a nuestros niños en todos los aspectos de su vida, y el deporte no debe ser una excepción. La integridad y felicidad de nuestros hijos es primordial, y eso comienza con la vigilancia de aquellos a quienes les confiamos su educación y su crecimiento.
El caso del entrenador del Séneca CF es un doloroso recordatorio de que la corrupción puede infiltrarse en los lugares más inesperados. No dejemos que se repita. Estemos atentos. Estemos formados. Hablemos. Porque, aunque haya sombras en el camino, juntos podemos lograr que la luz brille más intensamente en el futuro del deporte juvenil.