La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha asolado Valencia ha puesto a prueba el temple de sus ciudadanos, revelando tanto lo más noble como lo más vil de la naturaleza humana. En este artículo, exploraremos los actos de bondad que surgieron en medio del caos, el papel de la política, y, por supuesto, cómo toda esta catástrofe nos deja con más preguntas que respuestas.

Una catástrofe inesperada

Recordemos que el 29 de septiembre de 2023, Valencia se vio golpeada por una intensa lluvia que transformó las calles en ríos. La situación era tan grave que los valencianos empezaron a preguntarse si habían confundido su ciudad con una zona de evacuación natural. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido la experiencia de ver nuestra casa convertida en una especie de atracción acuática no deseada? A mí me pasó una vez; un leve aguacero se convirtió en mi propia versión del Titanic. Pero lo que vivieron los valencianos fue otra película completamente diferente.

En medio de las inundaciones y las pérdidas humanas—que tristemente ya suman 202 fallecidos—la respuesta de la ciudadanía fue asombrosa. Miles de voluntarios se movilizaron, llevando mantas, alimentos y apoyo físico a los más afectados. Las historias de personas que arriesgaron sus vidas para salvar a sus vecinos son, sin duda, la luz en esta oscura tormenta. Sin embargo, ¿por qué es necesario que un desastre natural saque lo mejor de nosotros?

Actos heroicos en tiempos difíciles

En las primeras horas de la crisis, vi imágenes de valencianos trasladando a ancianos desde sus casas inundadas, de jóvenes haciendo piruetas con sus bicicletas para llevar ayuda, y de familias enteras que abrieron sus puertas a desconocidos. Algo tan sencillo como un plato caliente puede salvar el día de alguien. Pero en medio de esta heroicidad, también están las sombras de la política.

La politicización de la tragedia

Frente a tanto valor y compasión, empezaron a aparecer las figuras políticas. Los líderes de partidos que, en lugar de unirse, decidieron sacar provecho de la tragedia. Uno de ellos fue Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, que llegó a Valencia no para ayudar, sino para quejarse—como un niño que no puede conseguir su caramelo—reprochando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la falta de información.

¿No es curioso cómo algunas personas se aprovechan de situaciones tan graves para jugar a “quién tiene más poder”? Mientras los ciudadanos luchaban contra la corriente, los políticos se tiraban los trastos a la cabeza. Feijóo, en su afán de desprestigiar a Sánchez, olvidó que en realidad, su amigo—el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón—tenía más que hacer que preocuparse por las quejas del líder opositor.

Un juego de culpas

«Quien no arriesga no gana», dicen muchos. Pero, en este escenario concreto, parece que lo único que hacen algunos políticos es arriesgar la empatía por sus propios intereses. Mazón, por su parte, tuvo un momento de lucidez al agradecer a Sánchez su apoyo incondicional, pero también tuvo sus momentos de bajeza política. Su respuesta a la crisis fue como una cadena de montaje defectuosa; entre errores de coordinación y una falta de preparación, la ciudadanía se sintió desprotegida.

Claro, todos tenemos días malos, pero ¿es eso excusa para no prepararse para lo peor?

El eterno debate sobre la responsabilidad

El debate sobre la responsabilidad en esta tragedia es muy semejante a un tira y afloja, donde todos los bandos intentan ganar puntos. Hay quienes exigen responsabilidades penales a los líderes locales, mientras que otros critican la falta de acción del gobierno central. En medio de este revuelo, Alejandro Sanz, el famoso cantante, se aventuró a opinar en Twitter sobre la “politización” de la tragedia, como si no fuésemos todos cómplices de la misma.

¿No es triste que, en lugar de unirnos, sigamos echándonos la culpa unos a otros? La equidistancia en la política puede parecer neutral, pero a menudo resulta en un espacio que ni siquiera asume responsabilidades.

El papel de la AEMET y la responsabilidad compartida

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) también se encuentra en el ojo del huracán. Muchos se preguntan por qué no se emitieron alertas efectivas, y por qué se subestimó la gravedad del alerta roja que se había emitido desde temprano. Es evidente que la gestión de emergencias es un rompecabezas complicado, que requiere colaboración, prontitud y una comunicación clara.

Entre ejemplos de crueldad política y errores de comunicación, se encuentra la figura de un pseudo-sindicato que ha decidido demandar a la directora de la AEMET por homicidio imprudente. ¿Se imaginan eso? La cabeza de un meteorólogo, como si cortarla fuera a remediar el cataclismo. Aunque perfectamente comprensible, este tipo de acciones solo subraya lo malo que puede ser dejar que la calamidad sea utilizada como un espectáculo mediático.

Claves para el futuro: ¿qué hemos aprendido?

El cambio climático es aquí y ahora. Lo que ocurrió en Valencia puede no ser un caso aislado, pues muchos expertos alertan que estamos destinados a vivir fenómenos climáticos más agresivos en el futuro. Algunos incluso se atreverían a afirmar que el cambio climático está presente en cada gota de lluvia que cae, en cada mensaje de alerta ignorado.

Necesitamos proactividad, no reactividad

Lo que está claro es que debemos ser proactivos. Tener un plan de emergencia no es solo una estrategia gubernamental; es una necesidad de supervivencia. Las ciudades deben invertir en infraestructura y tecnología para prevenir y enfrentar estos desastres naturales. Aquellas horas en las que los ciudadanos fueron olvidados por su gobierno, se deben transformar en un antes y un después.

Porque, al final, ¿realmente queremos esperar a que el desastre llegue a nuestras puertas para darnos cuenta de que no estábamos listos?

Un futuro incierto, pero esperanzador

Es inevitable sentir desesperanza ante tantas adversidades, pero en medio de todo este caos también ha surgido una comunidad más unida. Los actos de bondad y valentía nos muestran que, si bien los números de víctimas crecen y las críticas políticas se desatan, existe un poder colectivo que puede afrontar estos desafíos.

El futuro dependerá de la capacidad de aprender de esta experiencia. Si la tragedia de Valencia nos ha dejado algo, es la certeza de que contamos con una comunidad dispuesta a ayudar en tiempos difíciles. ¿Qué podría ser más valioso que eso?

Conclusiones finales

Mientras escribo estas palabras, mi corazón está con todos los que han sufrido en Valencia. La política podrá seguir su curso, pero es la humanidad la que debe prevalecer. Aprendamos de estos momentos de oscuridad y tratemos de construir un mañana más brillante.

Así que, al mirar hacia adelante, recordemos que aunque haya quienes intenten sacar ventaja de la adversidad, hay mucho más que aquellos que se levantan y dicen “¡no, esto no se quedará así!” Y en el proceso, quizás podamos transformar la tragedia en un espacio para la esperanza y la reconstrucción. ¿Estamos listos para ello?