El pasado 29 de octubre, el cielo se desató sobre las tierras valencianas, y no, no estoy hablando de una revelación divina o de un espectáculo de luces. Las lluvias torrenciales desbordaron los barrancos, y en cuestión de horas, la tragedia se desencadenó. Al menos 215 personas estuvieron al borde de la muerte, atrapadas en un tsunami de agua que nadie se dignó a prevenir. Pero, ¿cómo llegamos a este punto? Y más importante aún, ¿qué lecciones podemos aprender?
Se dice que el ser humano tiene la increíble capacidad de ignorar el peligro, como cuando decides que es buena idea ir a nadar mientras hay una advertencia de tormenta. Yo recuerdo una vez que estaba en la playa con amigos; el cielo se oscureció en cuestión de minutos, y en lugar de salir del agua, pensé que sería una buena idea permanecer y ver cómo las olas se volvían más grandes. Spoiler: no fue mi mejor decisión. Esa sensación de invulnerabilidad es engañosa, y lo que sucedió en Valencia es un recordatorio de que la seguridad ante los desastres no es algo que debemos tomar a la ligera.
La historia de un aviso ignorado
Unos meses antes, el 3 de septiembre de 2023, la Comunidad de Madrid recibió un aviso crucial por parte de ES-Alert, una alerta diseñada para comunicar potenciales desastres naturales. La Generalitat Valenciana, con un poco de retraso, decidió pedir ese mismo mensaje, probablemente esperando algún tipo de respuesta mágica que previniera la tormenta inminente. Es casi irónico, ¿no? La misma administración que había visto el potencial destructivo de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) estaba buscando respuestas en otra comunidad, en lugar de enfocarse en cómo proteger a sus propios ciudadanos.
Las distintas administraciones no parecen estar comunicadas de manera efectiva, y eso, amigos míos, es un problema más grande que cualquier tormenta. ¿Quién no ha tenido una conversación incómoda con un colega cuando los correos electrónicos nunca llegarán a su destino? Vaya, hasta en mi propia experiencia laboral, he tenido que enviar mensajes y esperar días sin respuesta, como si el destinatario hubiese decidido retirarse de la comunicación humana. Imagínate si ese colega tuviera el poder de salvar vidas…
¿Es suficiente la advertencia?
El uso de tecnologías de alerta como ES-Alert es esencial, pero no podemos depender exclusivamente de eso. De hecho, incluso cuando llegan las advertencias, muchas veces la población no tiene información adecuada sobre las acciones a tomar. Pensemos por un momento: ¿cuántas veces hemos revisado el pronóstico del tiempo, y aún así, decidimos ignorar el paraguas porque simplemente “no parece que vaya a llover”? En casos como este, la educación sobre desastres es tan vital como las propias advertencias.
En Valencia, la situación se tornó crítica, y muchos se encontraron con decisiones difíciles: quedarse en casa o salir a enfrentar la tormenta. En situaciones de incertidumbre, mis amigos y yo solemos hacer lo que todos harían: buscar un buen lugar para comer. Pero aquí no había tiempo para tacos ni hamburguesas; la vida de las personas estaba en juego.
Impacto en las comunidades
Las tragedias no solo son eventos aislados; tienen un efecto dominó en las comunidades: pérdidas económicas, traumas psicológicos, y un sentimiento de inseguridad que persiste. Para cuando la tormenta cedió, quedó un rastro de devastación que requerirá años para sanar.
El impacto económico es uno de esos temas que muchas veces ignoramos. Las casas destruidas, las empresas cerradas, y la interrupción del turismo son solo algunas de las consecuencias visibles de los desastres naturales. Pero, ¿qué tal las consecuencias invisibles? La ansiedad de no saber cuándo volverá a suceder algo así, el estrés de volver a empezar, e incluso el temor a las lluvias leves pueden llevar a situaciones de crisis emocional en muchas personas.
Es un ciclo que no se rompe fácilmente y es un aspecto que las administraciones deben tomar más en serio. ¿Quién quiere vivir en una comunidad donde siempre existe un “sálvese quien pueda”?
La importancia de la preparación y la comunicación
La historia ha demostrado una y otra vez que la preparación es clave. Pero, ¿qué significa realmente estar preparados? No se trata solo de tener un kit de emergencia en casa, aunque eso no suena muy mal, sino de contar con planes específicos para las comunidades. Es fundamental educar a la población sobre qué hacer en situaciones de emergencia.
En mi propia experiencia, siempre he tenido un kit de emergencia, pero debo admitir que me gustaría encontrar un par de sesiones de yoga, en lugar de una linterna, en caso de que todo se fuera al traste. Mientras tanto, quizás la respuesta no sea simplemente armarse hasta los dientes de linternas y latas de atún, sino fomentar la cohesión social para que haya un sentido de comunidad. Cuando el vecino es más que un extraño, las posibilidades de que todos colaboren en tiempos difíciles aumentan.
Imagínate un barrio donde todos tienen un plan. ¡Eso sí que suena a película de Hollywood! Algo así como «Los Vengadores, pero en lugar de salvar el mundo de alienígenas, ayudan a construir un refugio contra tormentas». Seguro que lo haría un poco menos aterrador.
Reflexionando sobre eventos pasados para un futuro más seguro
Volviendo a la serie de eventos del 29 de octubre, no podemos permitirnos olvidar lo sucedido. La historia del tifón, aunque trágica, también ha abierto una conversación que debemos mantener viva. Cada vez que escucho un pronóstico de lluvias intensas, pienso en aquellos 215; un recordatorio de la fragilidad de nuestras vidas ante la naturaleza, y de la importancia de tener estrategias claras y accesibles para compartir información valiosa.
La espera de que “alguien más” tome la delantera en la comunicación y prevención ha mostrado sus deficiencias. Así que aquí hay una idea loca: ¿qué tal si cada comunidad crea un pequeño equipo dedicado exclusivamente a la comunicación en emergencias? Un grupo que trabaje en equipo para formar puentes entre vecinos, escuelas y servicios de emergencia. Simplemente imagina ver a tus vecinos trabajando juntos para crear un plan de tiempo severo, mientras el resto de nosotros nos mantenemos al margen observando y sacando selfies…
La necesidad de políticas efectivas
Todo esto se traduce en la necesidad de políticas más efectivas. Las comunidades, los gobiernos y las organizaciones deben alinearse para asegurar que, en momentos de crisis, todos estén en la misma página. Pero aquí viene la parte complicada: a menudo hay un dilema entre la burocracia y la efectividad. Intentar obtener respuestas rápidas de las instituciones puede hacerte sentir como si estuvieras buscando un unicornio en un mercado de pulgas. Pero no hay nada que no se pueda lograr con un poco de perseverancia y enfoque.
Las políticas de preparación ante desastres que priorizan la formación y la comunicación son una necesidad prioritaria. No estamos hablando de un encuentro con algún guru que te hable sobre “la tranquilidad interna”, sino más bien de un enfoque claro y directo que incluya a todos los ciudadanos. En lugar de esperar a que la tormenta llegue, debemos prepararnos para cuando lo haga.
Conclusión: aprendiendo a bailar en medio de la tormenta
El tiempo puede ser impredecible y, a menudo, abrumador. Pero mientras tomemos estos eventos trágicos como oportunidades para crecer y mejorar, podemos crear comunidades más resilientes. Las lluvias pasarán, pero el legado de nuestra preparación y respuesta puede durar generaciones.
Así que, ¿qué debemos hacer para hacer de nuestras comunidades un lugar más seguro? En primer lugar, no subestimar nunca el poder de la comunicación. Pero también recordar que en una tormenta, la experiencia compartida y el apoyo mutuo pueden marcar la diferencia. Tal vez, la próxima vez que el cielo se oscurezca, no tengamos que esperar a que llegue el caos. En su lugar, ¡podríamos salir a ayudar a nuestro vecino a construir un refugio de emergencia!
Al final del día, la vida es más un viaje en montaña rusa que una simple línea recta, así que abracemos los giros, aprendamos de las caídas y estemos preparados para las subidas que vendrán. Porque, como sabemos, los desastres no avisan, pero con educación, planificación y un poco de suerte, quizás podamos salir con una sonrisa incluso en medio del caos.