Parece que no hay un rincón del mundo que no esté pasando por una especie de #DramaGlobal últimamente. Y hay que ver cómo a veces esos dramones tienen un guion digno de una serie de televisión —con giros inesperados y diálogos dignos del mejor cine de acción— pero, lamentablemente, con una gravedad que nada tiene de entretenido. En esta ocasión, estamos hablando de la situación en Líbano, y más específicamente, del tira y afloja entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y la misión de la ONU en el sur de Líbano, conocida como la FINUL. Así que, siéntense cómodos y prepárense para explorar un conflicto del que, quizás, no sabemos tanto como deberíamos.

Un juego de palabras y acusaciones

¿Alguna vez te has encontrado en una discusión sin sentido en una reunión familiar? Esa sensación de que nadie escucha y todos hablan al mismo tiempo —es la parte más incómoda de la comida, ¿verdad?—. Bueno, así se siente escuchar el último mensaje de Netanyahu. En un comunicado directo al secretario general de la ONU, António Guterres, el primer ministro israelí no escatimó en acusaciones. Aseguró que los cascos azules, aquellas fuerzas de paz de la ONU, se habían convertido en «escudos humanos» para el grupo chií Hizbulá.

Pero, ¿es suficiente esta acusación para que la ONU mueva sus fichas en el tablero del conflicto? Netanyahu pide la evacuación de las tropas de la FINUL, ya que, según él, su presencia está poniendo en riesgo tanto sus vidas como las de sus propios soldados. Es un poco como cuando le pides a tu primo que se mueva al sofá porque todos quieren ver la película, pero él insiste en que está «muy cómodo» donde está.

¿Realmente se están usando como escudos humanos?

La retórica política a menudo se basa en la construcción de imágenes que pueden ser fácilmente memorizadas —y llamativas—. Es una técnica que se utiliza frecuentemente en la política y parece que los conflictos no son diferentes. La declaración de Netanyahu sobre la FINUL hace eco de los tiempos en que se hablaba de las «human shields» o «escudos humanos», un término que resuena en muchas controversias en torno a la guerra. Al final del día, la pregunta es, ¿qué tan realista es esta afirmación?

La FINUL ha estado presente en el sur de Líbano desde 2006, tras una guerra devastadora entre Israel y Hizbulá. La resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU fue un intento de traer algo de paz y estabilizar la región. Sin embargo, la situación actual es complicada. En las últimas semanas, hemos visto una escalada de violencia, donde cinco cascos azules resultaron heridos en enfrentamientos que algunos atribuyen a acciones israelíes. O como diría mi amigo, «A veces, la paz es un delicado juego de Jenga, y cualquier movimiento en falso puede hacer que todo se venga abajo».

Un conflicto con víctimas humanas

La parte más trágica de todo esto son las cifras: más de mil personas han perdido la vida debido a los intensos bombardeos de Israel. En este sentido, la guerra no es solo un conflicto de palabras, sino un escenario real donde las vidas de miles están en juego. Aquí comienza a germinar la empatía, la conciencia de que detrás de cada cifra hay historias, familias y sueños truncados.

Es difícil ser indiferente ante lo inhumano del conflicto. ¿Cuándo se detiene la rueda del caos? ¿Cuánto más tienen que sufrir las personas del sur de Líbano y de Israel? La ONU parece atrapada, a menudo sin poder para actuar de forma efectiva debido a la política de los Estados miembros y a la complejidad de la situación.

La complicada danza entre Estados Unidos e Israel

En medio de este caldo de cultivo, entra en escena el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, quien se reunió con su homólogo israelí, Yoav Gallant. Austin hizo un llamado a garantizar la seguridad de los cascos azules y del ejército libanés. Es un poco como cuando en una pelea de barrio aparece un adulto a intentar calmar la situación, pero no se logra mucho sin la buena voluntad de los involucrados.

Austin enfatizó la necesidad de proteger a los efectivos de la ONU. Pero Gallant no se quedó callado y advirtió que Hizbulá está disparando cerca de las posiciones de la FINUL, utilizando su presencia como cobertura. Esta es otra capa de la narrativa: la falta de confianza y la incertidumbre en las verdaderas intenciones de las partes involucradas. A veces, en esas discusiones familiares, lo que ocurre es que todos tienen tendencias a exagerar un poco aquello que les conviene.

El eterno ciclo de la violencia en el Medio Oriente

Desde la primera guerra del Líbano en 1982, este rincón del mundo ha sido testigo de una cadena interminable de conflictos. Para muchos, el conflicto israelí-palestino es uno de los puntos críticos, pero el caso de Líbano y su relación con Israel es también complicado y lleno de tensiones históricas. Las heridas son profundas y, a menudo, las posturas se vuelven cada vez más extremas. Es un poco como ese amigo que nunca se cansa de repetir la misma guerra de videojuegos, una y otra vez.

Este embrollo interconectado da la impresión de que la paz es una utopía lejana. En efecto, cada ataque y cada acusación parece ser parte de un ciclo de violencia que se nutre de viejas heridas y rencores. ¿Es posible romper este ciclo? Hasta que todos los actores involucrados no puedan o no quieran cambiar su narrativa, sólo se pueden esperar más confrontaciones.

Reflexiones finales sobre el conflicto

En conclusión, lo que se presenta como un drama geopolítico tiene repercusiones profundas en quienes viven en la región. La retórica de Netanyahu sobre la FINUL y su acusación hacia Hizbulá parecen parte de un juego más amplio en el que las vidas de miles están en la balanza. ¿Estamos condenados a repetir la historia? Esta es una pregunta que siempre resuena al escuchar los ecos del pasado a través de los conflictos presentes.

Uno puede preguntarse, más allá de los comentarios políticos y las acusaciones, ¿qué se está haciendo realmente por las personas en el campo? La población civil sigue siendo la más afectada, aquellas almas anónimas atrapadas entre dos fuegos. La tasa de casualties (pérdidas humanas) se sigue incrementando y, a menudo, tras cada cifra hay historias no contadas, sueños interrumpidos y, sobre todo, la necesidad de paz.

Por ahora, solo nos queda seguir observando cómo se desarrolla esta “telenovela” internacional, con la esperanza de que, en un futuro no muy lejano, la paz pueda ser más que un simple deseo en la lista de todos. Mientras tanto, seguiremos con nuestras propias historias y conflictos, pero siempre recordando que, en algún lugar, la guerra sigue sin dar tregua. En fin, ¿quién necesita una serie de televisión cuando el mundo real está tan lleno de drama?