Madrid es una ciudad vibrante, llena de historia y contrastes. Así que, cuando escuché que dos grupos radicales, uno de extrema derecha y otro de extrema izquierda, estaban organizando manifestaciones paralelas en el centro de la capital, supuse que iba a ser un fin de semana para recordar. Pero, claro, ¿quién necesita una telenovela cuando puedes vivirla en primera persona? (No estoy hablando de ‘La Casa de Papel’, aunque el drama sea similar).

Durante el pasado sábado, los ecos de un posible altercado resonaban en las calles. La Policía Nacional, después de una breve pausa para ajustar sus uniformes y prepararse para un despliegue que haría sonrojar a cualquier equipo de fútbol, activó un potente operativo que incluía a más de 200 antidisturbios. Mi primer pensamiento fue: «¿Realmente necesitamos un Zar de la Policía en cada esquina de Madrid?».

Un año de agitación en Ferraz

La historia de la calle Ferraz, que ha visto mejores días, se remonta a menos de un año atrás, cuando la misma zona fue escenario de tensas protestas. ¿Y saben qué? ¡Las tierras de la política son tan impredecibles como el clima de Madrid! Durante un mes entero, a las ocho de la tarde, miles de personas se congregaban allí, con gritos y carteles en contra de la famosa Ley de Amnistía. La ley que pretendía “perdonar” a aquellos involucrados en el procés catalán, el momento en que algunos pensaron que podían salir corriendo de la historia con una chocolatina.

¿Recuerdas ese tipo de fiestas donde, al final de la noche, terminas en una discusión con tu mejor amigo por un malentendido? Bueno, imagina eso, pero con miles de personas y petardos. Las manifestaciones del año pasado dejaron un rastro de 84 detenidos y 367 sanciones a su paso. Y aunque no soy un experto en manifestaciones, puedo garantizar que es más complicado detallar el daño con balas de goma y gases lacrimógenos que con una simple pelea de amigos.

El poder de las redes sociales

Todo esto no habría sido posible sin la poderosa arma que son las redes sociales. Utilizando Telegram como herramienta de comunicación, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda supieron organizarse y hacerse escuchar. Eso es lo que más me asusta. ¿Cómo es posible que un grupo de personas, aún teniendo diferencias radicales, logre sincronizar sus relojes y salir a la calle al mismo tiempo? Mi abuela sufría para coordinar su bingo semanal, y aquí tenemos a la juventud organizada al milímetro.

Los organizadores de la extrema derecha, bajo el título “Solo el pueblo salva al pueblo”, comenzaron su marcha desde la Plaza de España hacia la calle Ferraz. Los radicales de Izquierda Castellana y el Movimiento Antirrepresivo de Madrid, por otro lado, hicieron su aparición dos horas antes, con un lema que resonaba claramente: «Mazón dimisión». Ah, la política ¡Qué relajo! Pero, repito, ¿es realmente necesario que todo acabe en un forcejeo?

La danza del despliegue policial

Por supuesto, nunca es un buen día para la policía cuando las cosas empiezan a caldearse. Esta vez, el Ministerio del Interior activó cuatro grupos de las Unidades de Intervención Policial (UIP), que en mi mente imagino como un equipo de superhéroes, pero sin los disfraces coloridos. Cada grupo contaba con alrededor de 50 antidisturbios. En total, eso es más de 200 personas que probaron suerte en el arte de mantener el orden mientras su corazón latía al ritmo de varios eslóganes. “Hoy no vamos a dejar que nadie se salte el semáforo”, pensé, hasta que recordé que no era un día común en Madrid.

Las ansias de roce, entre abucheos y consignas, estaban a la orden del día, y los polis solo intentaban mantener las dos facciones lejos la una de la otra. Suponte que el surrealismo tenga un físico. Así se veía la cosa: un grupo gritando “¡Solución!” mientras el otro respondía con “¡Dimisión!”. Como en mi época de adolescente, cuando mi grupo de amigos se dividía entre ir a la heladería o ver una película. ¿Por qué no puede haber una tercera opción, como tomar un café en paz?

Disturbios y recuerdos de la gloria

El pasado noviembre, aquellos días de feroces altercados apuntaron a convertirse en un recuerdo impertinente para todos los que pasaban por allí. La dinámica diaria era similar: protestantes pacíficos eran opacados por un pequeño grupo de encapuchados que, como sombras de una película de terror, intentaban romper las barreras policiales. En mi cabeza, sonaba un sonido de sirenas, pero, claro, era solo el eco de mis recuerdos.

Los enfrentamientos se traducían en un sinfín de objetos voladores: botellas, adoquines, y hasta algún que otro huevo, si no hay gallinas, hay huevos, ¡ya saben cómo es esto! Por supuesto, el gobierno ya estaba preparado para trabajar, pero la realidad es que la situación podría asemejarse a un mal cumpleaños donde todos los invitados comenzaron a pelearse y, al final, nadie sale contento.

El papel de la prensa: un espectáculo

Como todos hemos visto, la prensa juega un papel crucial en estos momentos. Sus cámaras penetrantes no dejan escapar ningún detalle, como si fueran la sabiduría de un maestro de escuela tratando de hacer que los niños se porten bien. Sabemos que la violencia en las calles de Madrid atrajo a diversos medios, personas que vivían a través de la historia y la controversia… y, seamos honestos, el espectáculo les dio un fuerte tirón de audiencia.

Pero aquí es donde empieza mi dilema. ¿Debemos aplaudir la resistencia o condenar la violencia? Es un debate eterno, ¡y qué bueno que no soy un político! Al final del día, no queremos ver cómo las calles se convierten en un campo de batalla. Madrid tiene sus propias luchas, pero hay maneras de lograr cambios, ¿verdad?

Reflexiones finales

A medida que los rayos del sol se ocultan sobre la Puerta del Sol, solo puedo preguntarme hasta dónde llegarán estas divisiones en nuestra sociedad. Está claro que los problemas son complejos, y aunque la pasión y el fervor por un cambio son admirables, debemos recordar que las verdaderas soluciones no se encuentran en las calles, sino en la comprensión mutua y el diálogo.

Entonces, la próxima vez que escuches sobre una manifestación, piénsalo por un momento. ¿Hay otras formas de alzar la voz? ¿Y si llevamos la reflexión a la mesa en lugar de un altercado? Ahora que lo pienso, eso sería mucho más divertido que ver a la policía salir en formación. La paz, al final, es un espectador que nunca aburre.