La Semana Internacional de Cine de Valladolid, o como la conocemos cariñosamente, Seminci, ha vuelto a hacer alarde de su potencial y de su influencia en el mundo cinematográfico. En los últimos años, este festival se ha consolidado como una plataforma vital para el cine español, posicionándose justo detrás de su hermano mayor, el Festival de San Sebastián. Y, claro, no puedo dejar de compartir que asistir a este evento es como un paseo por el parque… si el parque estuviera lleno de cineastas geniales, críticos acérrimos y un torrente incesante de películas desgarradoras y estimulantes.

Una apuesta por lo diferente: Misericordia y su oro bien merecido

Hablemos de lo más destacado. Este año, el premio más codiciado, la Espiga de Oro, fue para «Misericordia», del director francés Alain Guiraudie. ¿Quién pensaría que un thriller rural podría ser un festín de homoerotismo, humor negro y reflexiones sobre la moralidad? ¡Yo no! Pero ahí está, como prueba de que el cine puede tocar temas espinosos con una elegancia sorprendente. Recuerdo cuando vi «El desconocido del lago» y me sentí como si hubiera descubierto un nuevo universo cinematográfico, y parece que Guiraudie, con “Misericordia”, ha vuelto a superar mis expectativas.

La película fue producida por Albert Serra y su socia Montse Triola, quienes han demostrado ser artífices de un cine que desafía y juega con los límites del arte convencional. Para aquellos que no lo sepan, este no es un nuevo cineasta de un pueblo olvidado; ¡estuvo en Cannes! Aunque, curiosamente, no compitió en esa plataforma, lo que le da a Seminci el estatus de campeonato que merece. ¿No es un gran giro del destino?

La joya de la comedia musical: Polvo serán

Si pensabas que el único tema que podría abordar el ciclo de vida y las decisiones humanas sería a través de dramas sombríos, ¡piénsalo de nuevo! Carlos Marqués-Marcet ha lanzado un musical sobre la eutanasia. Sí, así es, un musical. Si te suena como una broma, no estás solo. Cuando escuché por primera vez la idea, pensé que alguien estaba bromeando. Pero al igual que un buen guiso que humea lentamente en la estufa, «Polvo serán» lentamente se fue cocinando en mi mente hasta que finalmente lo vi y, déjame decirte, es un riesgo que merece la pena.

Su mezcla de dolor y belleza, elevada con las cautivadoras canciones de María Arnal y las coreografías de La Veronal, toma un tema espinoso y lo transforma en una experiencia conmovedora y entretenida. La actuación de Ángela Molina y Alfredo Castro es magistral, y el jurado no pudo resistirse a premiarlos con una mención especial por sus actuaciones. A veces, uno se pregunta, ¿cómo es que un musical puede brillar en medio de la tragedia? Seminci nos demuestra que la creatividad no tiene límites y que la comedia y el teatro pueden iluminar incluso los recovecos más oscuros de la vida.

Una mirada atormentada: Salve María

Pero no solo lo ligero brilló en el festival. Mar Coll nos trajo «Salve María», un thriller inquietante sobre la maternidad. En la presentación, ella parecía ser la madre que está viendo por primera vez a su bebé y a la vez un personaje de una película de terror. La Mejor actriz, Laura Weissmahr, estuvo en el centro de la atención con una interpretación que no solo incluyó habilidades de actuación, sino también una conexión visceral con el personaje. ¿Quién no ha sentido alguna vez el pánico ante la idea de ser responsable de otro ser humano? Es como si estuvieras en una montaña rusa, llevando la vida misma consigo, sin saber si la próxima curva te llevará a la cima o a una caída libre.

La interpretación de Weissmahr es la carta de presentación de su talento, y ya la veo presentando su candidatura a los Goya. Nos recuerda que las dudas, los arrepentimientos y las alegrías de la maternidad pueden expresarse de maneras muy complejas, a veces aterradoras, pero siempre profundamente conmovedoras.

El peso del palmarés y el futuro de Seminci

Es emocionante ver cómo festival tras festival, Seminci logra mantenerse relevante. Este año, encontramos una mezcla equilibrada entre lo que el público considera “tradicional” y esos pequeños destellos de indie que enseñan que el cine siempre ha sido, y siempre será, un arte en evolución. Entre los ganadores, obtenemos un eco a la diversidad y a lo original, lo que sin duda esencia nuestra cultura actual.

Las decisiones del jurado han sido debatidas, muchas veces enérgicamente. Películas como «The Brutalist» y «Vermiglio», que en otras plataformas han logrado resonancia, no lograron un premio aquí. A veces me pregunto, ¿es Seminci un juez sabio o simplemente tiene su propio criterio único? Personalmente, pienso que el enfoque de centrarse en el cine español y en las audacias creativas traerá muchas recompensas a largo plazo.

Como un extra, no olvidemos a los premiados en las categorías técnicas, un aplauso para Telmo Churro y Pedro Filipe Marqués en montaje por su trabajo en «Grand Tour». ¡Eso es lo que se llama un trabajo en equipo! Aparentemente, siempre hay algo detrás de las cámaras que merece ser celebrado.

Un pequeño rincón para el cine indie estadounidense

A pesar de que el foco principal de Seminci es el cine español, el cine indie estadounidense todavía tiene lugar en este banquete. El premio Fipresci fue para «Christmas Eve in Miller’s Point», de Tyler Taormina, y a su vez, pasó algo similar con «Bob Trevino Likes it» de Tracie Laymon, que se llevó el premio del público. Es un recordatorio de que el cine, en todas sus formas, tanto de Hollywood como del indie, tiene algo que aportar al diálogo cultural global y a la creación de comunidad.

Una reflexión final: el viaje del cine

Seminci es más que solos premios o una competición; es una experiencia, un viaje a través de la creatividad humana y la capacidad de conectar a las personas a través de historias visuales. Es un lugar donde cineastas y audiencia caminan juntos, explorando ideas difíciles y celebrando la vida en todas sus complejidades.

Reflexionando sobre mi propia experiencia en el festival, no puedo evitar sentirme agradecido. Ver la pasión en los ojos de los cineastas al presentar su trabajo y la emoción en la audiencia al recibir esos mensajes poderosos es lo que realmente transforma la experiencia en algo extraordinario. En un mundo que a menudo parece lleno de divisiones y desasosiego, el cine sigue siendo un refugio, un lugar para la empatía y la reflexión.

Así que, al despedirnos de Seminci 2023, pregunto: ¿qué historias nos contará el cine en el futuro y cómo afectarán a nuestra comprensión del mundo? Lo que sí sé es que, mientras haya voces valientes y creativas como las que hemos visto este año, el futuro se ve prometedor. Hasta el año que viene, ¡y que la magia del cine continúe!