La sociedad en la que vivimos está en constante cambio, y aunque esto puede llevar a sentimientos de optimismo, también plantea dilemas profundos y desgarradores. Uno de esos dilemas es el consentimiento en las relaciones laborales, especialmente en los casos de agresión sexual. El juicio reciente contra Saül Gordillo, exdirector de Catalunya Ràdio, ha puesto esta cuestión sobre la mesa, revelando las complejidades de lo que se considera un comportamiento aceptable y un delito.
Un caso que sacude a la opinión pública
La historia comenzó cuando Gordillo se vio envuelto en un incidente en la discoteca Apolo de Barcelona, donde supuestamente tocó inapropiadamente a una de sus subordinadas, Mar B., durante una fiesta de Navidad del periódico digital El Principal. Las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad fueron clave, presentando una narrativa que, como suele ocurrir en tales incidentes, se podría interpretar de diversas maneras. Aquí es donde entra el dilema del consentimiento: ¿qué se considera consentimiento en un entorno donde la jerarquía laboral puede hacer que las interacciones sean cuestionables?
Mar, que entonces tenía solo 23 años, dijo que nunca había dado su consentimiento a las acciones de Gordillo, mientras que él argumenta que hubo un «juego» consensuado. Esto plantea una pregunta interesante: ¿Hasta qué punto se puede interpretar el comportamiento en las fiestas empresariales?
Es difícil no recordar esa época en sus primeros trabajos, ¿verdad? La cena de Navidad, las copas de más, el ambiente relajado donde la línea entre lo profesional y lo personal puede llegar a difuminarse. Pero, ¿es realmente tan fácil como parece?
Las dinámicas de poder: un factor crucial
La relación entre una superior y su subordinado implica una serie de dinámicas de poder que pueden poner a los empleados en una posición vulnerable. En este caso, Mar describió a Gordillo como una figura paternal, lo que subraya aún más la tensión entre lo que es adecuado y lo que no.
Cuando habla desde la perspectiva de Mar, es fácil empatizar. Estaba apenas comenzando su carrera, y de repente se encontró en una situación que habría hecho que cualquier persona se sintiera atrapada y vulnerable. ¿Cuántos de nosotros no hemos enfrentado situaciones difíciles en el trabajo? Esa sensación de querer mantener la paz y ser profesional puede llevar a muchos a tragarse su voz ante acciones cuestionables.
Pero aquí entra otra complicación: el alcohol. En otro incidente que ocurrió esa misma noche, que también se trata en los tribunales, se alega que Gordillo agredió a otra redactora. Esta segunda mujer, en un estado de vulnerabilidad debido al consumo de alcohol, revela otro problema: ¿el alcohol se convierte en una excusa para esas acciones inaceptables? En mi experiencia, el consumo excesivo de alcohol puede convertir la fiesta más banal en un polvorín de decisiones desafortunadas. Sin embargo, eso no significa que el consentimiento se anule.
Un relato desgarrador en la corte
Durante el juicio, Mar se enfrentó a su agresor con valentía. Con lágrimas en los ojos, describió el impacto de los tocamientos. Dijo que se sintió «en shock e inmóvil», y eso resonó en muchos de los testigos presentes. Estas palabras reflejan el trauma que muchos enfrentan en situaciones similares y el efecto duradero que puede tener una agresión sexual en la salud mental y emocional de una persona.
Es conmovedor, pero también lleva a preguntarnos: ¿por qué hay tanta resistencia a creer a las víctimas? La defensa de Gordillo insinuó que Mar tenía una agenda oculta. Tal vez ya había escrito su denuncia antes de los acontecimientos, algo que se escucha con frecuencia en casos de agresión sexual. Sin embargo, ese enfoque desplaza la atención de la victimización hacia la supuesta «manipulación», desdibujando la gravedad de las acciones del agresor.
La cultura de la responsabilización: un giro necesario
El veredicto en este caso puede tener un gran peso en la cultura laboral española y, sobre todo, en cómo se manejan estas situaciones en el día a día. La Ley del solo sí es sí, que ha suscitado mucha controversia en los últimos meses, elimina la distinción entre abuso y agresión sexual en España, y ha llevado a muchos a cuestionar cómo se define el consentimiento.
Esto es un cambio monumental. ¿Por qué debería ser necesario que una víctima tenga que probar que se estaba resistiendo? La veracidad del consentimiento debería ser la norma, no la excepción. Si un hombre o una mujer toma ventaja de su posición, ya sea a través de manipulación emocional o coerción, la responsabilidad debe recaer sobre sus hombros, no sobre los de la víctima.
El caso de Gordillo es un recordatorio de que la cultura laboral también necesita evolucionar. En lugar de aceptar un ambiente de trabajo donde los comportamientos de acoso son minimizados o mal interpretados, debemos abogar por un espacio donde se valore el respeto y la cero tolerancia hacia las agresiones.
Reflexiones finales y el camino hacia adelante
Algunas personas pueden ver este tipo de incidentes como algo que “le pasa a otros”, como esas historias que ves en las noticias y que nunca tocan tu puerta. Pero esta es la realidad de muchas personas que trabajan en el mundo de la comunicación, un campo que debería, en teoría, promover la igualdad y el respeto. Sin embargo, esos ideales parecen desvanecerse cuando lo que está en juego es el poder, el estatus y la imBATalla.
La historia de Mar reseña la importancia de la visibilidad y la voz en la lucha contra la violencia de género. Es muy probable que muchas personas se sientan identificadas con su relato, y esas voces deben ser escuchadas.
Quizás la reflexión más importante que podemos extraer de este caso es la siguiente: ¿qué legado queremos dejar para las futuras generaciones? La lucha contra la violencia de género y el acoso sexual no es solo una responsabilidad de las mujeres; es una responsabilidad compartida.
Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la construcción de una cultura de respeto y consentimiento. Alentemos las conversaciones, apoyemos a aquellos que han sido agredidos, y exijamos rendición de cuentas a quienes abusan de su poder. La honestidad y la empatía son las bases de un cambio real. Si estos valores se convierten en el núcleo de nuestro entorno laboral, quizás algún día no habrá necesidad de discutir si un abrazo es un gesto amistoso o un asalto.
Por último, la historia de Gordillo y Mar no es solo un caso en los tribunales. Es una lucha que sigue resonando, un recordatorio de que debemos continuar trabajando hacia una sociedad donde el respeto y la igualdad sean norma, no excepción. Cada historia de valentía y supervivencia hace eco en la lucha colectiva por un mundo mejor.
¿Estamos dispuestos a escuchar y aprender?