En un mundo donde la tecnología, a menudo considerada un puente de conexión, nos ha llevado a un océano de incomunicación, Rubén Amón ha decidido sacar el spaguetti de los temas candentes en su reciente libro «Tenemos que hablar». Pero, esperen un momento, ¿de verdad queremos hablar aún más, o solo necesitamos escuchar? Después de todo, la necesidad de conversación ha quedado relegada a un segundo plano, mientras nuestros dedos se deslizan sin parar por las pantallas de nuestro móvil, creando un ciclo interminable de likes y retweets que, seamos honestos, a veces pueden ser más vacíos que un discurso político en campaña electoral.
Un autor versátil en un mar de comunicación superficial
Rubén Amón no es un novato en la escena mediática. Escuchado casi diariamente en Onda Cero y en otras plataformas como Antena 3, su voz resuena en la conversación pública española. Pero su último trabajo lo invita a reflexionar sobre algo que, sorprendentemente, muchos hemos olvidado: la conversación auténtica.
Cuando se le pregunta si realmente quiere hablar más, Amón responde que hablar no es lo mismo que conversar. Hago un momento de introspección y pienso en mis propias interacciones. ¿Cuántas veces hemos pasado una velada sin realmente conocernos, discutiendo temas trivialmente, mientras que cuestiones más profundas y significativas quedan en la superficie?La mayoría de las veces, nuestros diálogos son monólogos en un formato encadenado. Entre amigos, colegas, o incluso en contextos familiares, ¿cuántas palabras inconexas hemos soltado solo para llenar el vacío? Es un poco absurdo, ¿no?
De tertulias y polarización
Las tertulias han sido parte integral de la cultura española, pero Amón sugiere que muchas se han convertido en «previsibles». La monotonía de escuchar lo que ya sabemos, de caras conocidas que repiten consignas en lugar de ofrecer perspectivas frescas, resulta agotadora. Yo mismo tengo una anécdota que ejemplifica esto. Recuerdo una vez en una reunión familiar, donde uno de mis tíos comenzó a soltar un discurso tan predecible sobre política que terminé preguntándole si estaba leyendo las noticias en voz alta. Sonrió, porque en el fondo todos lo sabíamos, pero la magia del diálogo se había perdido.
El autor reflexiona que la polarización exagerada ha hecho que, en lugar de debater ideas, nos centremos en dividirnos por ideologías. En un momento en que el diálogo se ha convertido en un terreno hostil, Amón plantea una verdad ineludible: la escucha activa es la clave para un diálogo genuino. Es un recordatorio que todos podríamos usar. En lugar de consentir que nuestras conversaciones se deslicen hacia el insulto y la descalificación, deberíamos esforzarnos por entender las perspectivas ajenas.
Conversaciones sobre lo que realmente importa
Podemos ver a Amón como un moderno Sócrates, caminando por las calles de la modernidad con la pregunta «¿Por qué no hablamos de lo que realmente importa?». Propone un debate menos sobre dogmas y más sobre sentimientos. A menudo, los hombres, por ciertas construcciones culturales, se sienten incómodos al hablar de sus emociones, creando un área casi prohibida. Recientemente, un amigo cercano me confesó que había fracasado en su último intento de hablar sobre sus sentimientos con su pareja. ¿Quién no ha estado en esa situación alguna vez? Aunque suenen elementos de comedia romántica, la realidad es que esos espacios a menudo son más complicados de lo que quisiéramos admitir.
Además, Amón menciona que hay tres temas difíciles: enfermedades, dinero y mujeres. ¡Qué verdad! Cualquiera que haya estado en una cena familiar sabe que esos son los temas a evitar si quieres mantener la paz. Pero, paradójicamente, esos son temas que también merecen explorarse. Así que me atrevo a hacer la pregunta: ¿qué pasaría si, en lugar de evitar estos temas, nos atrevemos a chat sobre ellos en un contexto seguro?
La vida en la cancha y el deseo de jubilarse
Al pasar a temas más personales, Amón comparte que su verdadera pasión es el baloncesto. Aunque su carrera periodística le ofrece un altavoz, es en la cancha donde encuentra su verdadero sentido. «El basket es mi profesión no remunerada», dice, y confiesa que cada vez que entra a la cancha, siente esa mezcla de adrenalina y camaradería que pocos otros entornos pueden ofrecer. Me hace pensar en cuándo fue la última vez que sentí esa chispa de emoción en algún aspecto de mi vida. Es curioso cómo el deporte puede unir a las personas en formas que a veces las palabras no logran.
Por otro lado, la mención de su intención de jubilarse pronto me hace reflexionar sobre nuestras propias, a menudo inalcanzables, expectativas. La vida laboral puede ser tan absorbente como un partido de baloncesto reñido. Hay quien podría pensar que el éxito viene del reconocimiento perpetuo, pero Amón, sinceramente, disfruta más de la idea de escribir sin presiones. Es una meta que muchos de nosotros quizás consideramos, y al escucharle, no puedo evitar sonreír ante la posibilidad de un futuro con menos ruido y más palabras conscientemente elegidas.
El resurgir de la tauromaquia y la cultura popular
Uno de los puntos más fascinantes y quizás controversiales que Amón plantea es sobre la tauromaquia y su representación en la sociedad actual. Este tema podría parecer un vestigio de una era pasada, pero él lo presenta como un fenómeno en constante evolución. Curiosamente, sostiene que la tauromaquia ha recuperado su prestigio en algunas partes de la población joven, no solo por su estética, sino por la emoción cruda que ofrece. Aquí, se introduce el concepto de «rebeldía» que muchos jóvenes pueden identificar, deseando romper moldes.
Esto me lleva a pensar en cómo, a menudo, la cultura popular se convierte en un reflejo de nuestras ansiedades y esperanzas. ¿No es irónico que buscamos autenticidad y experimentación en lugares que pueden parecer contradictorios a la primera impresión? Al final, todo se reduce a la conexión humana, ya sea en la emoción de una tarde en la plaza de toros, o en el significado profundo de una conversación cara a cara con alguien que se siente completamente ausente en el bullicio de un bar lleno de móviles.
El peligro de la censura y la soledad digital
Por último, Amón aborda un problema persistente que afecta a todos: la censura y la sobreabundancia de información. En una era donde los datos fluyen como un torrente de fake news, el periodista advierte que el periodismo, desgastado y a menudo desprestigiado, no ha logrado adaptarse a la nueva narrativa digital. Esto me lleva a pensar en las últimas elecciones y cómo las narrativas se convierten en un juego de disparos cruzados entre las plataformas de redes sociales.
Amón advierte que el móvil, que parece una extensión de nosotros mismos, puede ser tanto un compañero como un carcelero. ¿Cuántas veces hemos estado en una habitación llena de personas y todos están absortos en sus pantallas, mientras la verdadera conexión se desvanece en un rincón remoto? Es un triste recordatorio de que, aunque tenemos la capacidad de conectarnos con el mundo entero, a menudo estamos cada vez más solos en una sala de estar llena.
Conclusión: recuperar la conversación en la era digital
Amón desafía al lector a repensar nuestras interacciones diarias. A través de su libro, nos exhorta a encontrar la vulnerabilidad detrás de las palabras pronunciadas. En tiempos donde la conversación parece ser un arte perdido, siete mil millones de datos en nuestras pantallas son una simple ilusión de conexión.
Así que, ¿qué hacer ahora? Tal vez, la próxima vez que te sientas en la mesa con amigos, deja el teléfono de lado y propón un tema que no sea trivial, un espacio seguro donde las emociones puedan fluir libremente. Tal vez, al final del día, “tenemos que hablar” sea más que un simple título; puede ser nuestra puerta de entrada hacia conexiones más auténticas y significativas. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que todos buscamos en el fondo de nuestras almas?
Así que levanta la voz, a veces escuchar es el primer paso y, a menudo, el más difícil. ¡La conversación está de regreso y Amón ha dado el primer paso!