El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena es más que una simple ceremonia musical; es un ritual, ¡una especie de maratón orquestal! A medida que nos despedimos de un año y damos la bienvenida a un nuevo ciclo, este evento anual reúne a amantes de la música de todo el mundo. Este 2024, bajo la batuta de Riccardo Muti, el concierto prometió ser una singular obra maestra, combinando tradición, melodía y ese toque de seriedad napolitana que ya es su sello personal. ¿Quién podría resistirse a tal espectáculo?

Una tradición que nunca pasa de moda

El Concierto de Año Nuevo tiene una historia rica y profunda. Comenzó en 1939 y, desde entonces, se ha convertido en un ícono cultural. En el fondo, podría decirse que es una suerte de declaración de intenciones: “¡Bienvenidos, 2024! Este año será maravilloso, y aquí está la música para demostrarlo”. Pero, claro, también está la presión de querer ver y escuchar algo único cada vez que se celebra. ¡Casi como celebrar un cumpleaños! La tarta siempre se corta igual, pero intentamos que los globos y las sorpresas sean diferentes.

De manera similar, Muti se subió al podio en esta su séptima participación, tal vez pensando que, a pesar de la rutina, cada concierto tiene su esencia especial. Para los que experimentamos el evento desde casa, fue un regalo. La combinación de su estilo serio, su postura firme y su habilidad para sacar lo mejor de cada músico nos transporta a un mundo de melodías vanguardistas y evocadoras emociones.

La magia de la batuta de Muti

El maestro Muti no necesita hacer malabares para impresionar. Su técnica es sutil: parece más un escultor que un director de orquesta. Cuando levantó su batuta para comenzar con el Freiheits-Marsch de Johann Strauss padre, sabíamos que estábamos a punto de ser testigos de algo excepcional. Con un movimiento casi zen, sus manos guiaron a los músicos, que, a diferencia de su expresión, parecían disfrutar cada nota como si fueran caramelos.

Confieso que me encanta observar cómo los músicos interactúan entre sí en el escenario. Hay algo casi mágico al ver que, aunque Muti mantenga una seriedad casi mística, los violines y los trompetas se esfuerzan por tocar a la perfección, casi como si estuvieran en un juego cómplice para salir airosos de su interpretación. ¿Hay algo más divertido que ver a un trompetista fruncir el ceño por un error de interpretación? Sí, ver a su compañero del clarinete sonreír en respuesta.

La danza de las notas y el humor escondido

Al observar la pieza Dorfschwalben aus Österreich, esa conocida melodía de Josef Strauss, me quedó claro que la música clásica puede ser de todo menos aburrida. La forma en que Muti acentuó los silencios y cómo los músicos parecían volar literalmente sobre sus notas me hizo pensar: “¿Por qué no hay un ballet de inmaduros en el que podamos ver a los músicos dándolo todo en el escenario?” Quizá algún día, en un mundo donde el clarinete hace un solo de improvisación en un espectáculo de realidad.

Luego, el intermedio nos brindó una curiosidad adicional: un documental titulado Eine Strauss-Odyssee. Me imagino que muchos podrían pensar: “¡Un documental en medio de un concierto de Año Nuevo! ¿Qué es esto, un programa de televisión o un evento musical?” Pero dejadme decir que, sorprendentemente, resultó ser un buen descanso entre las dosis de música a la que nos habíamos entregado.

¿Una sorpresa? ¡Oh, sí!

Lo que realmente me sacó una sonrisa fue la llegada del tataranieto de Johann Strauss, Thomas. En medio de tantos nombres ilustres, ahí estaba un descendiente con la carga de la historia, pero también con la frescura de la modernidad. Imagina recibir la herencia de un gigante como Strauss y luego aparecer en un documental mudo. ¿Te imaginas lo que diría la tataranieta de Beethoven? Quizás algo como: “¡Veo que la música sigue viva y yo sólo estoy aquí tratando de documentarlo!”

Y claro, Muti no dejó que la segunda parte del concierto se sintiera pesada. La Obertura de El Barón gitano fue pura energía. La calidad del clarinete solista fue fantástica y su dramatismo le hizo justicia al titán que es Johann Strauss. Casi podías sentir cómo la música entrelazaba los corazones del público. “¿Entendiste esa nota? Yo tampoco, pero suena maravillosa”, pensé.

Un hilo de innovación y tradición

Mientras avanzaban en el programa, Muti presentó por primera vez el Vals Ferdinandus, una pieza escrita por una mujer, Constanze Geiger. Eso es lo que personalmente me gusta ver: aplaudir el camino de la diversidad y reconocer el talento de quienes habían sido olvidados en el camino. Esperemos que 2024 no sea sólo el año de las promesas, sino también el de la inclusión en el ámbito musical.

La Polka rápida Tritsch-Tratsch de Johann Strauss hijo cerró la cuenta de manera magistral, dejando al mundo queriendo más. “¿Quién necesita fuegos artificiales cuando tienes música?”, pensé mientras era bombardeado con una oleada de ritmos pegajosos que quedaban grabados en mi mente.

Ceremonia de despedida y el toque final

Cada año, el Danubio azul se presenta como un cierre casi predecible, pero, sin embargo, siempre provoca un “¡wow!” en el público. Esta vez, la forma en que Muti marcó las notas iniciales fue como escuchar a un antiguo amigo contar una historia que nunca envejece. La energía en el aire era palpable—como si todos nos unieran en un abrazo sonoro.

Y, claro, el Marcha Radetzky terminó la fiesta, donde el público se involucra para ser parte del espectáculo, aplaudiendo como si el éxito del concierto dependiera de la colaboración general. Porque al final, ¿qué sería de la música sin nosotros? Quizás un poco más… melancólica.

Reflexiones finales

El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena es, en muchos sentidos, un microcosmos de la vida. Hay risas, seriedad, esplendor y, sobre todo, un viaje emocional. Riccardo Muti, con su enfoque disciplinado y su estilo casi enigmático, llevó a los espectadores a través de una travesía musical que recordaremos durante todo el año. Y, en un contexto donde el humor es un arte perdido, ver a Muti dar saltitos al final fue un guiño perfecto para cerrar la velada.

Es cierto, puede que no todos los años el festival tenga la chispa que deseamos. Pero al fin y al cabo, la música siempre nos unirá. ¿Te imaginas cómo será el concierto del próximo año? Solo el tiempo lo dirá. Por ahora, celebremos las melodías que llenaron nuestros corazones y esperemos que 2024 nos traiga más sorpresas y risas en el mundo de la música clásica. ¡Feliz año nuevo!