La memoria es un concepto curioso. Puede ser un refugio seguro, un lugar donde guardamos las risas de nuestra infancia, las ilusiones perdidas, o incluso el aroma de un pastel recién horneado. Pero también puede ser un espacio sombrío, uno que nos recuerda el dolor, la pérdida y las injusticias que han marcado nuestras vidas y sociedades. En este contexto, el documental «Esta es una historia real», dirigido por Iñaki Arteta, resucita la memoria de Gregorio Ordóñez, un hombre cuyo asesinato hace 30 años no solo significó un golpe para su familia, sino para la democracia misma en España.
La historia de un hombre valiente
Si hay algo que me intrigó al ver el documental, es cómo a través de la voz sincera de Ana Iribar, la viuda de Gregorio, y los testimonios de María San Gil y José María Aznar, se logra retratar la vida y los desafíos de un hombre que decidió no dar un paso atrás en un contexto tan hostil. Es fácil olvidar el coraje que se necesitaba para ser político en el País Vasco en aquellos días. El ambiente era complejo y peligroso, y muchos se preguntan: ¿qué pasa por la mente de alguien que elige ese camino?
Ana recuerda cómo, tras recibir la noticia de que Gregorio iba a encabezar la lista del Partido Popular en Guipúzcoa, se le cayó el teléfono. ¿Quién podría imaginar que el hombre con quien compartía su vida se convertiría en un blanco tan poderoso para aquellos que usaban el miedo como su herramienta principal?
Aznar, en su intervención, retrata a Ordóñez como un «hombre con autenticidad, entrega y responsabilidad». Más que un político, era un ser humano comprometido con su comunidad y con su país. Pero, y aquí viene la pregunta incómoda: ¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas por nuestras convicciones? A menudo, la respuesta suele encontrarse muy lejos de la valentía de figuras como Gregorio.
El contexto del terrorismo en España
El terrorismo es un tema que, lamentablemente, ha estado presente en la historia reciente de varios países, y España no es la excepción. Durante la época en que Gregorio Ordóñez luchaba por sus ideales, la izquierda abertzale dominaba las calles. Era un entorno donde el miedo era palpable y la violencia era una constante en la vida diaria. Es en este contexto donde se sitúa su lucha y su sacrificio.
Cuando escuchar a Ana y María describen cómo se sentían, uno no puede evitar sentir la punzada de la empatía. Reviven esos días oscuros donde las salidas se convertían en desafíos, donde la simple idea de regresar a casa era una victoria en sí misma. «Salíamos por la mañana y pedíamos a Dios volver a casa por la noche con vida», dice María. Es un recordatorio de que detrás de la política hay vidas reales, con sus preocupaciones, miedos y aspiraciones.
La desaparición de un líder
La muerte de Gregorio Ordóñez no fue solo una tragedia personal; fue un momento que marcó un antes y un después en la política española. La noticia de su asesinato resonó en todo el país como un trueno en un día soleado. ¿Cómo era posible que en un estado democrático, un hombre que defendía la libertad de expresión y los derechos humanos fuera eliminado de esta manera?
La palabra «asesinato» no es solo una descripción de un acto; es un eco de injusticia. Ana menciona que, al ver el furgón fúnebre, sintió como si el mundo se hubiera detenido. «Esto es mentira, no puede ser, me decía a mí misma». Esa negación es también un reflejo del dolor de muchas familias que han perdido a seres queridos en circunstancias similares, ya sea por terrorismo, guerra o violencia política.
Desde el punto de vista de Aznar, el asesinato de Ordóñez fue «el comienzo del exterminio del PP». Es un punto de vista fuerte, pero en un país donde las ideologías han generado bifurcaciones tan radicales, uno no puede evitar preguntarse: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nombre de nuestras creencias?
La lucha por la verdad y la memoria
El documental, más allá de ser una simple narración, es un llamado a la acción. En la presentación del mismo, tanto la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como numerosos exponentes de la política y la seguridad, hicieron hincapié en la necesidad de recordar y honrar a las víctimas del terrorismo. En un momento donde se discuten leyes de memoria democrática, la figura de Ordóñez permanece como un recordatorio del costo que ha tenido la lucha por la libertad en España.
Aznar se manifiesta contra el «pacto» que muchos consideran un intento de borrar a las víctimas del terrorismo de la narrativa histórica. A pesar de los avances en la comunidad, todavía hay heridas abiertas y voces que permanecen sin ser escuchadas. En su discurso, apela a «reconstruir las instituciones» y restaurar el valor de la democracia, algo que, sin duda, resuena con las generaciones más jóvenes que buscan entender el pasado para poder construir un futuro diferente.
En este marco, es importante plantear preguntas críticas: ¿estamos haciendo lo suficiente para recordar a aquellos que perdieron su vida luchando por esas valores? La memoria colectiva no solo es un deber hacia las víctimas, sino una salvaguarda para que no se repitan esos horrores.
Un legado que debe vivirse
A 30 años de su asesinato, es fácil caer en la tentación de pensar que el legado de Gregorio Ordóñez se ha convertido en un eco lejano. Sin embargo, la presentación del documental ha demostrado que su historia sigue viva y es relevante. En este sentido, uno podría preguntarse: ¿qué podemos hacer nosotros para ayudar a mantener viva esa memoria?
Se nos recuerda que la lucha por la libertad y la justicia no es solo asunto de políticos, sino de cada uno de nosotros como ciudadanos. Debemos ser los guardianes de la memoria, asegurándonos de que las historias de quienes lucharon por nuestros derechos no se esfumen en la bruma del tiempo.
Reflexiones finales
Aunque el horror del terrorismo es algo que puede dejarnos sin palabras, también puede unirnos como sociedad. En un mundo donde a menudo las divisiones parecen profundas, recordar a figuras como Gregorio Ordóñez nos reinserta en un relato que nos pertenece a todos.
La vida y obra de Ordóñez, capturada magistralmente en el trabajo de Iñaki Arteta, es un testamento de resistencia y amor por la libertad. A medida que avanzamos y enfrentamos nuevos desafíos, tenemos la responsabilidad de honrar su memoria, no solo recordando su valentía, sino también continuando su lucha.
Así que la próxima vez que nos enfrentemos a decisiones difíciles, quizás debamos pensar en lo que Gregorio haría. Porque, al final del día, la memoria se convierte en acción, y la acción es lo que construye el futuro. ¿No es eso lo que todos buscamos?