La historia tiene una forma peculiar de perseguirnos, como un exnovio que aparece en un lugar inesperado justo cuando menos lo deseas. Este miércoles 20 de noviembre se cumplieron 49 años de la muerte de Francisco Franco, y como si el tiempo no hubiera pasado, el Valle de los Caídos se convirtió en el centro de atención una vez más. Mientras unos pocos celebraban, otros tantos se cuestionaban: ¿qué vamos a hacer con este monumento? Este artículo busca explorar las ideas e inquietudes que giran en torno a esta emblemática construcción que, al final del día, parece más un rompecabezas que un mausoleo.

El Valle de los Caídos: Memoria o Monumento

La llegada del aniversario trajo consigo el habitual desfile de opiniones sobre qué hacer con el Monumento. No sé si alguna vez han tenido una conversación incómoda sobre un amigo que todos han olvidado, pero el Valle de los Caídos es precisamente eso – un recordatorio incómodo de nuestra historia reciente. ¿Deberíamos dejárselo a los historiadores, o tendría más sentido darle un giro cultural?

Wyoming, conocido por su aguda ironía en “El Intermedio”, se aventuró en la charla con Mikel Herrán, un historiador que no se oculta detrás de un manto de seriedad al abordar los temas delicados. Herrán mencionó que ir al Valle en este día es como ir a Disneylandia y no ver a Mickey Mouse, lo que hace que nos cuestionemos, ¿qué estamos realmente buscando al visitar este lugar?

La Propuesta Herscia: ¿Hora de Demoler?

Algunos consideran la opción radical de demolerlo por completo. Puede que haya algo atractivo en la idea, como cuando decides tirar esa camisa de los años 80 que solo usas para las fiestas de Halloween; es liberador. Sin embargo, ¿es esta la solución correcta? La historia ha demostrado que el olvido muchas veces lleva a cometer los mismos errores, y podríamos ser culpables de repetir los del pasado.

Herrán, en su interés por una alternativa creativa, nos hizo recordar cómo en la antigua Roma, las tumbas se convirtieron, de una forma u otra, en “canteras” para materiales de construcción. Es un poco como si acabáramos en un Zara Home del pasado, decorando hogares con lo que había sido un símbolo de opresión. Hay algo casi irónico en esto, ¿no lo creen? Así que, quizás en lugar de tirarlo todo a la basura, deberíamos pensar en otras formas de resignificar el espacio.

Memoria Democrática: Un Museo que Hable

El camino del museo de la memoria democrática es, sin duda, un intento de darle un giro a la narrativa y propiciar el espacio para recordar y reflexionar. Aquí es donde entra en juego la pregunta: ¿vamos a recibir esas memorias con los brazos abiertos o habrá resistencia? La respuesta, como muchas cosas, puede variar dependiendo de a quién preguntes.

Para mí, la historia es un narrador que necesita ser escuchado, no para dividirnos, sino para unirnos en la comprensión de nuestras raíces. En un mundo donde los “influencers” se vuelven más famosos que los historiadores, establecer un museo aquí podría dar pie a una nueva narración colectiva sobre lo que realmente sucedió y cómo nos afecta hoy. ¿No sería interesante ver cómo las generaciones más jóvenes enfrentan este legado?

Una Mirada a lo que se Ha Hecho

Mikel Herrán comparte ideas fascinantes en su charla con Wyoming. ¿Por qué no mirar a las tumbas convertidas en espacios públicos y artísticos a lo largo de la historia? Ejemplos hay muchos: el mausoleo del emperador Adriano se transformó en una fortaleza militar y el mausoleo de Augusto, en una sala de conciertos. Así que al pensar en el futuro del Valle de los Caídos, ¿por qué no imaginarnos un espacio donde la cultura y la historia se den la mano?

Quizás podamos transformar la monumentalidad del lugar en un espacio de cultura contemporánea; un centro de arte que ilumine la historia, no solo desde la perspectiva de Franco, sino desde un amplio espectro de voces que han sido silenciadas. Se vuelve esencial reconocer las raíces de la historia, aunque en ocasiones nos eviten el sueño de la paz.

Viviendas en los Mausoleos: La Risa en el Dolor

La anécdota de que en tiempos de la antigua Roma algunas personas vivían en tumbas nos lleva a una risa inevitable, pero también a una reflexión más profunda. Herrán menciona que tuvieron que promulgar una ley que permitía denunciar a los okupas en mausoleos. Aquí es donde el humor negro realmente entra en juego. Sin embargo, imaginemos por un momento: ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra comodidad para convivir con el pasado?

En un contexto actual donde la crisis de vivienda es un tema recurrente, el Valle de los Caídos podría ser, en broma, una solución alternativa en Idealista. Aquí la historia se entrelaza con la modernidad de una forma que, a través del humor, nos invita a cuestionar las absurdidades de nuestra situación contemporánea.

Una Necesitaria Transformación

“Lo que sea menos dejarlo tal como está”, dice Wyoming, y con ternura se lo compartimos también. De hecho, es una situación insostenible que, en pleno 2024, aún tengamos un monumento gigantesco glorificando una dictadura. La ciudadanía comienza a despertar y ¿no sería maravilloso que pusiéramos más atención en la educación y el conocimiento sobre nuestra historia?

A medida que la sociedad evoluciona, también lo hacen nuestras formas de recordar y honrar. Aquí hay una gran oportunidad para transformar el Valle de los Caídos en un espacio que no solo sirva como un monumento al pasado, sino que nos impulse a seguir aprendiendo, a seguir conversando y, por supuesto, a seguir riendo. A veces, la risa puede ser el mejor antídoto para el dolor del pasado.

La Única Opción: Conversación Continua

Mientras cerramos este capítulo, recordemos que el diálogo sobre el Valle de los Caídos no se agotará en un solo artículo. Así como las experiencias que compartimos, nuestra historia demanda un compromiso constante. Cada aniversario nos ofrece la oportunidad de reflexionar, de discutir, y quizás incluso de llegar a nuevos acuerdos.

Mikel Herrán y Wyoming nos invitan a considerar más que un mausoleo frío lleno de silencio; nos retan a buscar un espacio donde la memoria pueda florecer, donde el pasado y el presente puedan encontrar un equilibrio. Y todo empieza preguntándonos: ¿en quién queremos convertirnos como sociedad?

Así que, ¿qué vamos a hacer con el Valle de los Caídos? La respuesta puede ser tanto un cambio radical como una reimaginación profunda. Dependerá de nosotros reconocer el legado de nuestro pasado y construir un futuro que lo honre en lugar de ocultarlo. Quién sabe, quizás un día tengamos una historia tan rica que contar sobre el Valle de los Caídos, que se convierta en un símbolo no del dolor, sino de la resiliencia.

¿No les parece que sería un comienzo alentador?