La sanidad pública siempre ha sido un tema espinoso en España, y, a decir verdad, hay días en que me pregunto si los responsables de la administración de la salud pública tienen un mapa para navegar por este mar de situaciones conflictivas. Recientemente, la situación en Aragón ha dado mucho de qué hablar, especialmente en el contexto de las protestas por la falta de médicos mientras el Gobierno autonómico decide aumentar su estructura directiva. ¿Puede haber algo más irónico que eso?

La decisión de aumentar el personal directivo

En un contexto donde la falta de médicos y la saturación de las urgencias sanitarias son pan de cada día, el Gobierno de Aragón ha tomado la decisión de crear 16 nuevos altos cargos. La pregunta que surge es: ¿es esto realmente lo necesario? Desde el Boletín Oficial de Aragón han estimado que esta creación de puestos supone un gasto aproximado de 1,2 millones de euros anuales. Si tan solo pudiéramos utilizar ese dinero para contratar más personal médico, ¡eso sí sería un cambio significativo!

Así es, el consejero de Salud, José Luis Bancalero, defendió esta medida en un pleno de las Cortes de Aragón, declarando que “para gestionar bien hace falta gente”. Bueno, querido lector, si tu situación laboral te suena un poco a esto, tal vez quieras replantearte tu elección de carrera.

¿Quiénes son los nuevos altos directivos?

Los 16 nuevos puestos incluyen roles como jefe de Unidad de análisis y eficiencia del gasto sanitario y gerente único de atención primaria. Puedo imaginarme a este último, rodeado de gráficos y estadísticas, organizando reuniones sobre cómo gestionar el tiempo de espera para una cita médica. Mientras tanto, en el mundo real, las cosas van de mal en peor.

Protestas en Aragón: «Nos quieren dejar morir»

Por si la situación no fuera lo suficientemente dramática, cientos de personas se manifestaron el pasado jueves en Ejea de los Caballeros por la escasez de médicos. Si alguna vez has intentado pedir una cita médica y te han dado una fecha en un futuro tan lejano que parece un chiste, entonces sabrás de lo que hablo. En Ejea, por ejemplo, la plantilla de médicos no supera el 50%. ¡Ocho médicos para 18,000 cartillas sanitarias! A veces, me pregunto si los responsables de esa planificación piensan que el tiempo es el mismo en un episodio de «Doctor Who».

Y, mientras tanto, el consejero afirmaba que “estamos frenando la hemorragia de profesionales sanitarios”. Bueno, me gustaría ver la ambulancia que frena una hemorragia con una única curita.

El dilema de la Sanidad Privada

En un giro digno de una novela de suspenso, el Gobierno de Aragón también ha decidido sumarse a la ola de la sanidad privada. Se ha modificado la Ley de Emergencias para permitir que los jefes de servicio de hospitales puedan trabajar tanto en el ámbito público como en el privado. El argumento: la “flexibilidad”. ¿Flexibilidad para quién? Para los profesionales que tienen que elegir entre dos trabajos mientras el sistema sanitario público se encuentra en una crisis visible a simple vista.

Por un lado, el PSOE ha calificado esta medida como “nefasta”, mientras que el Gobierno de Jorge Azcón sostiene que busca equidad. La única equidad que veo es la que se reparten entre aquellos que tienen mejores salarios en la sanidad privada, mientras que el resto de los ciudadanos seguimos esperando por citas que a menudo son más difíciles de conseguir que un boleto de lotería premiado.

La opinión de los profesionales y ciudadanos

Mientras que los altos mandos del sistema sanitario se preparan para el nuevo despliegue de directivos, la realidad en los centros de salud es que los médicos y trabajadores de la salud están lidiando con un sobreesfuerzo monumental. La alcaldesa de Ejea, Teresa Ladrero, fue clara al expresar que ha habido una “falta de soluciones” ante lo que ella describió como un “caos”. Lamentablemente, los rumores de que el sistema de salud rural está a punto de convertirse en un «desierto sanitario» parecen más ciertas que nunca.

El clamor de los ciudadanos: ¿qué podemos hacer?

Es fácil caer en la desesperación al leer sobre estas situaciones. La buena noticia es que cada vez más personas están tomando conciencia de la importancia de la sanidad pública y de defenderla. Las concentraciones, como la reciente en Ejea, son una muestra de que la población no se queda callada ante el deterioro de un sistema que debe ser un pilar fundamental de la sociedad.

Algunas preguntas que nos podemos hacer:

  • ¿Cómo es posible que, en medio de una crisis por falta de médicos, se opten por más directrices en lugar de más médicos?
  • ¿Es la flexibilidad un concepto que aplica solo a algunos en el sector de la salud?
  • ¿Cuánto tiempo más podemos soportar este juego de «cambia y cambia» que no trae soluciones reales?

¿Qué hay del futuro?

La situación actual plantea varias interrogantes de cara al futuro. Por un lado, es necesario abordar la fuga de profesionales de la sanidad pública. A veces, creo que es más fácil encontrar un unicornio que a un médico dispuesto a trabajar durante horas exhaustivas sin un salario acorde. La verdad es que la sanidad en España se enfrenta a desafíos monumentales, y no hay una varita mágica que la salve.

Conclusiones: la necesidad de una sanidad humana

En la búsqueda de soluciones, es fundamental recordar que detrás de cada problema de sanidad hay personas. Personas que, como tú y yo, se preocupan por su salud y la de sus seres queridos. La empatia es clave y, aunque el cambio puede parecer lento, la presión pública puede generar resultados. Así que, si alguna vez tienes la oportunidad de manifestarte por una causa justa, hazlo.

Es evidente que el camino hacia una sanidad pública digna en Aragón y en toda España no será fácil. ¿Pero quién dijo que ser parte de un sistema es relajante? Cuando todos levanten la voz, el eco será tan fuerte que deberá ser escuchado. Para terminar, me quedo con una reflexión: trabajar en el ámbito de la salud debería ser una labor de amor, no de sobrecarga. Mientras eso no se cumpla, seguiré levantando la voz, esperando que algún día, el eco de nuestro clamor resuene en los pasillos de las instituciones y, más importante aún, en los corazones de nuestros ansiados responsables.