¿Te has mirado alguna vez en el espejo y has pensado que quizás es hora de ponerle un poco de acción a tu vida? Seguramente sí, porque, admitámoslo, todos hemos pasado por esa etapa. Las promesas de un “yo” más saludable siempre parecen tentadoras, pero, a la hora de la verdad, la realidad es otra. En este artículo, exploraremos por qué la mayoría de los españoles no disfrutan del gimnasio, a través de historias, datos y, ¿por qué no?, un poco de humor.

La dura realidad del gimnasio: un lugar de terror disfrazado

“Hago ejercicio por salud”, “me he dejado llevar este verano”, “tengo la espalda fatal”… Estas son solo algunas de las frases que muchos de nosotros pronunciamos cuando hablamos de ir al gimnasio. La resistencia es real, y no me refiero solo a las pesas. Según la Encuesta de Condiciones de Vida 2022 del INE, solo un 37,7% de los españoles hace ejercicio de forma habitual. ¡Eso es menos de la mitad! Y lo que es aún más impresionante: 2 de cada 10 personas que se inscriben en un gimnasio dejan de ir antes de los 3 meses. ¿Qué está pasando aquí?

La culpa no es de los gimnasios, es de la humanidad

No hay duda de que el ejercicio es bueno, lo dice la ciencia. Sin embargo, la mayoría de la población muestra tal desgana que uno se pregunta si en realidad tenemos un instinto colectivo hacia la pereza. ¿Por qué nos cuesta enormemente hacer algo que sabemos que es beneficioso? La respuesta no es sencilla. Muchos de nosotros vamos al gimnasio con la motivación del primo que siempre llega tarde a la fiesta y se siente obligado. Al principio, nos hablamos a nosotros mismos: “Hoy es el día. Esta vez será diferente”. Pero, al final, ahí estamos, en pijama, viendo Netflix y pensando en las «maravillosas» opciones de ejercicio que tenemos en casa… como levantarnos para ir a la cocina.

Historias de la vida real: cuando la motivación se desmorona

Dejame presentarles a Alicia Gómez (nombre ficticio, pero el sentimiento es real). Alicia comenzó su aventura en un gimnasio del barrio de Arganzuela, Madrid, por la insistencia de su reumatóloga. “Al principio fue horrible”, comparte. “Me levantaba a las 6 a.m., iba a trabajar, y después, con las mallas ya puestas, me encontraba con mi monitor dictatorial, al que, por cierto, le falta un poco de compasión”. ¡Vaya forma de empezar la jornada!

Alicia cuenta que, aunque su reumatólogo le confirmó que ahora está más sana, sigue luchando contra la depresión que puede surgir antes de cada sesión. “Me cuesta tanto ir al gimnasio. A veces tengo que buscar en mi arsenal de razones, preguntándome si es por mi salud, y si eso al menos me garantizará una sonrisa después de todo el sufrimiento”, ríe.

La lucha con las endorfinas: ¿dónde están?

Ese es el problema. La promesa de las endorfinas y la sensación de felicidad que supuestamente trae el ejercicio se siente como un mito urbano. “¿Dónde están las endorfinas? Porque hasta ahora no las he visto”, menciona Alicia con sarcasmo. Es fácil hacer promesas sobre sentirse bien, pero, para muchos, el recuerdo de esas primeras sesiones de gimnasio saturadas de dolor y cansancio dificulta el camino hacia el disfrute del ejercicio.

El papel del entrenador personal: más que solo un «paseador de pesas»

Ahora, hablemos de la figura del entrenador personal. Puedes imaginímelo como una mezcla de ser un terapeuta, un amigo y, a veces, un sargento de la guerra. Alberto Raw, un entrenador personal y boxeador, destaca la importancia de crear una red de apoyo motivacional, al igual que lo harías en cualquier otra faceta de tu vida. “La empatía es clave”, dice. “Mis clientes no son solo números o estadísticas; son personas a las que intento motivar y ayudar a encontrar su camino en el deporte”.

La fórmula mágica: diversión y constancia

Alberto nos confirma lo que ya muchos sospechábamos: no existe una fórmula universal para disfrutar del ejercicio. Cada uno de nosotros tiene sus propios días buenos y malos; eso es parte de la vida. Se trata de balancear el esfuerzo, el disfrute y la constancia. Entonces, ¿cómo puede uno encontrar el placer en el sufrimiento? Ah, esa es la pregunta del millón, amigos.

Para aquellos que no pueden (o no quieren) pagar un entrenador

¿Y si no quieres o no puedes permitirte un entrenador personal? Aquí es donde entra en juego David Vicente, dueño de Mood Training Studio, que nos lleva a la perspectiva de que los ejercicios de fuerza no son iguales para todos. La clave está en disfrutar lo que haces. “Si vas a jugar al tenis y te da placer, pues adelante. Pero si te obligan a ir al gimnasio por salud, eso es diferente”, nos aclara.

El poder de los resultados

Como dice David, incluso si tienes que soportar un dolor adicional, ver los resultados puede ser muy gratificante. “Recuerdo a una chica que nos dijo que llevó una caja sola de muebles, cuando antes necesitaba ayuda. Estaba tan orgullosa, y ese tipo de logros puede transformar la experiencia del ejercicio,” señala.

¿Y no es este el verdadero sentido del deporte? Superarnos continuamente, notar pequeñas victorias que, de a poco, pueden llevarnos a mejorar.

Los beneficios del ejercicio: más allá del físico

Es cierto que el ejercicio puede ser divertido cuando se trata de actividades como hacer trekking con amigos y disfrutar de una buena conversación. Sin embargo, para muchos, el gimnasio representa algo de sufrimiento. No obstante, los beneficios están ahí: mejora la salud mental, ayuda a lidiar con el estrés y, al final, puede hacernos sentir más seguros de nosotros mismos.

Historias de transformación personal en el gimnasio

He sido testigo de muchas historias de transformación en el gimnasio, de cómo el ejercicio ha ayudado a algunos a salir de situaciones difíciles. La promoción del bienestar físico a menudo lleva a una mejora del estado emocional. Es simplemente asombroso.

Así que, amigos, sí, puede ser un camino difícil, y a veces uno se siente como un gladiador arrojado a la arena, pero en realidad, cada pequeño esfuerzo cuenta. La disciplina y la constancia pueden llevarnos más lejos de lo que imaginamos.

Rompiendo el mito: el gimnasio no es el único camino

Entrar en un gimnasio no es la única forma de hacer ejercicio. Existen infinitas maneras de estar activo: bailar, correr, jugar al fútbol, practicar yoga, o simplemente dar un paseo. La clave está en encontrar algo que realmente te apasione y te haga olvidar que estás haciendo ejercicio en primer lugar.

Encuentra tu camino hacia la actividad

Así que, te invito a preguntarte: ¿Qué es lo que realmente disfrutas? Quizás te encantaría probar una clase de baile en lugar de levantar pesas. Despierta la pasión y la curiosidad por mover tu cuerpo. La actividad física puede y debe ser algo agradable, y no solo un deber.

Reflexiones finales: un viaje que vale la pena

Así que aquí estamos, en esta encrucijada de la vida. Podemos seguir luchando contra el gimnasio, o podemos darle una oportunidad a esas endorfinas (ya sabe, aunque sólo sea para saber si realmente existen). En cada paso del camino, la perseverancia y el deseo de mejorar pueden ser tus aliados.

Bailar al ritmo de la música, sentir cómo el cuerpo se fortalece, reír con amigos y, de repente, darte cuenta de que tu cuerpo y tu mente están más en sintonía que nunca. Al final del día, se trata de ti, de tus metas, y de cómo decides vivir tu vida.

Siempre habrá días en los que preferirías quedarte en casa que sufrir en el gimnasio. Pero, mientras te esfuerzas, te invito a no perder la esperanza. Después de todo, siempre podemos buscar formas de hacerlo más divertido, más gratificante y, sobre todo, más nuestro.

Al final, lo importante no es cuántas pesas levantas, sino cómo te sientes al levantarlas. ¿Te animas a probar?