El periodismo, en su forma más pura, es un faro de verdad en un mundo a menudo empañado por la desinformación. Pero, ¿qué sucede cuando el faro está apagado o, peor aún, es manipulado para servir a un interés oscuro? Esto es lo que han vivido durante años los periodistas de la Agencia Árabe de Noticias Siria (SANA), quienes han tenido que navegar en un mar de censura y amenaza bajo el régimen de Bashar al-Asad. Hoy, haremos un recorrido por las entrañas de esta agencia y lo que significa ser un periodista en un entorno donde la verdad no solo es una opción, sino un lujo que se paga con la libertad y, a veces, con la vida.

La vida de un periodista en un entorno hostil

Imagina por un momento que eres un periodista. Te levantas cada mañana, con la ilusión de informar al mundo. Sin embargo, en el fondo de tu mente existe un nerviosismo latente, como cuando te das cuenta de que te olvidaste de preparar tus notas para una presentación importante. ¿Qué pasaría si decides ir en contra de la línea editorial? Para los periodistas de SANA, esta es una pregunta aterradora.

Tomemos el caso de Farouk, un periodista que ha sido testigo de cómo la verdad se transforma en propaganda. Tras 21 años de servicio, recibió un temido sobre lacrado con cera roja: un expediente disciplinario. “Encontré un error antes de que se publicara un artículo y lo elevé a dirección. Pensé que estaba haciendo lo correcto, pero me castigaron”, cuenta él. Aquí nos encontramos con un dilema clásico del miedo y el deber: ¿qué se hace cuando la verdad te convierte en un paria?

La niebla de la desinformación

La vida en SANA estaba marcada por el miedo. Cuando los periodistas sabían que las puertas de la sala de redacción podían cerrarse en cualquier momento, y que un error podía resultar en una citación para la “sección palestina” (la forma amable de referirse a uno de los centros de detención más temidos de Siria), el periodismo se transformó en un acto de supervivencia. El caso de Mohanned Abdelrahman ilustra este punto de forma escalofriante. Luego de una conversación inocente sobre la religión predominante entre sus colegas, fue arrestado junto con otros compañeros. Pasaron 15 días desaparecidos, interrogados.

Aquí es donde la historia se torna oscura y el humor pierde su lugar. Recordemos esa idea romántica del periodismo como un noble esfuerzo para informar al público. En este contexto, es como si los ideales hubiesen sido arrojados desde un precipicio, para caer irremediablemente, mientras la maquinaria del régimen devora cualquier atisbo de verdad.

La propaganda como herramienta de control

La situación podía parecerse a un juego de ajedrez, pero el resultado estaba predeterminado. La línea entre la realidad y la propaganda se difuminaba cuando la única información disponible procedía de una autoridad que no tenía interés en mostrar la verdad. SANA se transformó en un instrumento que no solo ignoraba la realidad, sino que alimentaba la desinformación.

Justamente en un momento crucial, cuando los rebeldes tomaban tierra en Siria, la agencia insistía en que “todo iba a bien”. La narrativa oficial era como una pieza de teatro grotesca, actuando sobre un escenario donde la realidad tenía menos relevancia que la ficción. “Te hacían sentir miedo de que te castigaran, así que no intentabas añadir nada nuevo a los artículos”, reveló Abdelrahman, subrayando la presión psicológica a la que estaban sometidos.

La interacción con el mundo exterior

Los periodistas de SANA no solo estaban atrapados en una burbuja de desinformación, sino que también eran espiados en todo momento. Agentes de seguridad informaban sobre sus actividades, desde las horas de entrada y salida, hasta el tiempo que pasaban en el baño. ¡Vaya forma de tener una “política de puertas abiertas” en el trabajo! Pero, ¿quién no se ha sentido alguna vez invadido por un compañero de oficina demasiado curioso?

Con el paso del tiempo, la situación no hizo más que complicarse. La burocracia se volvió opresiva. Se requerían múltiples niveles de aprobación para cualquier historia que quisieran cubrir. Y si necesitaban buscar información externa, tenían que modificar los informes provenientes de medios aliados, como Sputnik o Xinhua. En este contexto, Mohamed y sus compañeros bromeaban diciendo: “Nosotros somos el verdadero Moscú, no ellos”. Porque cuando la realidad se convierte en una ficción orwelliana, se necesita un toque de humor para no caer en la desesperación.

El costo de la verdad

Los periodistas de SANA enfrentaban un mundo donde la precisión se convertía en una herramienta de resistencia, pero también en una carga. Sus salarios eran irrisorios y las condiciones de trabajo se deterioraban cada vez más. Aquí es donde muchos podrían pensar: “¿Por qué no renuncian?” Pero aquí está la cruda realidad: la dimisión era un lujo que no podían permitirse. Cualquier intento de abandonar la agencia sería frustrado por un comité que se aseguraba de que nadie se escapara.

Con salarios de 150.000 libras sirias (aproximadamente 11 euros), las historias que contaban se alejaban cada vez más de la cruda realidad que vivía la población siria. “Las cifras sobre el estado de la economía eran inventadas”, recordaba el periodista Adnan al-Akhras. La disonancia cognitiva se hacía palpable; los periodistas tenían que firmar artículos que sabían que distorsionaban su realidad y, a menudo, la de sus familias.

Un nuevo amanecer tras la caída del régimen

Y luego, llegó el esperado momento: la caída del régimen de Asad. El día que los periodistas volvieron al trabajo fue un soplo de aire fresco, aunque aún con dudas, como un gato que se asoma cauteloso a un nuevo entorno. Se reunieron y comenzaron a proponer ideas para artículos sobre los nuevos mercados y oportunidades. Sin embargo, la sombra que había dejado el régimen no se desvanecía tan fácilmente. “Esperamos tener libertad como periodistas y que no nos vuelvan a detener por hacer nuestro trabajo”, dijo Abdelrahman con una mezcla de ilusión y desconfianza.

El mayo de 2023 puede marcar el arquitecto de un nuevo capítulo para el periodismo en Siria. Sin embargo, la historia de SANA nos recuerda que el camino hacia la libertad puede ser espinoso, donde no hay garantías de que la luz de la verdad se restablezca rápidamente. ¿Pueden los periodistas, que han aprendido a navegar entre las sombras, finalmente abrazar la verdad sin miedo?

Reflexiones finales

La historia del periodismo en Siria nos ofrece lecciones difíciles pero necesarias. A menudo, el costo de la verdad es muy alto, y en el caso de SANA, se traduce en miedo, restricción y sufrimiento. Sin embargo, el deseo humano de libertad y verdad sigue siendo inquebrantable.

Desde el propio Farouk, al resplandor cauteloso de Abdelrahman, los periodistas sirios tienen un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Al final del día, el periodismo es una búsqueda; una búsqueda que, aunque se encuentre en un campo de batalla emocional y social, siempre puede entregar historias que merecen ser contadas.

Así que, la próxima vez que leas un artículo o veas un informe de noticias, recuerda a aquellos que luchan en la trinchera del periodismo, donde cada palabra cuenta, y cada verdad revelada puede ser un acto de valentía.


Y ahí lo tienes, un nuevo artículo que destaca las experiencias y desafíos de los periodistas en la Agencia SANA en Siria. Desde el humor sutil hasta la empatía con la difícil situación que enfrentan estos periodistas, espero que resuene con aquellos que buscan entender este complejo contexto.