En un país donde las sombras del pasado todavía reverberan, el anuncio de la celebración de más de un centenar de actos para conmemorar los 50 años desde la muerte de Francisco Franco ha suscitado un volcán de reacciones. La presidenta del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no tardó en expresar su indignación, tildando de “enloquecido” a Pedro Sánchez por su iniciativa. Lo que promete ser un evento cargado de simbolismo y controversia ha dejado a muchos preguntándose: ¿qué significa realmente recordar a Franco en una democracia aún en construcción?

Un país dividido por la historia

La historia está llena de matices, y ninguna más complicada que la de España. ¿Quién no ha tenido esas sobremesas tensas en las que se habla de política, y de pronto alguien menciona a Franco como si fuera un mero personaje de historia de texto? Yo recuerdo un almuerzo familiar en el que, al airear mis opiniones sobre la significancia de la memoria histórica, mi tío Miguel casi se atraganta con su paella. Las tensiones surgen de las opiniones dispares sobre una figura que aún genera tanto profundo resentimiento como nostalgia.

La Ley de Memoria Democrática y los logros alcanzados desde su implementación hace dos años son temas ineludibles en esta discusión. Al mismo tiempo que el gobierno avanza en “la disolución de la Fundación Francisco Franco”, la respuesta de algunos sectores, como el de Ayuso, resuena con un eco de incredulidad. ¿Es realmente posible avanzar en la memoria histórica sin abrir heridas aún visibles?

El discurso de las cifras

Sánchez, en su defensa, ha presentado el lema “España en libertad” como el eje central de las conmemoraciones. Pero, ¿es suficiente? Celebrar la llegada a la democracia en un contexto donde ciertos sectores siguen glorificando un pasado que muchos quisieran ver enterrado no es un asunto cuya facilidad se pueda sobreestimar. La presidenta de la Comunidad de Madrid no escatima en declarar que su gobierno no participará en este «espectáculo«. Lo curioso es que, a medida que avanza la historia, la memoria se convierte en un lujo que pocos se quieren permitir.

Sobre el papel, la conmemoración del medio siglo es un hito. Sin embargo, se vuelve una espada de doble filo donde las cifras pueden significar tanto un triunfo como un recordatorio del dolor por el que aún abogan muchos familiares de víctimas.

Una mirada a los ‘Cien actos’

Parece que, tras este anuncio, hoy en día cualquiera con una conexión a Internet puede encontrar siempre algo que le irrite. Las improvisadas críticas de la oposición han hecho saltar la chispa del debate, reafirmando la visión de varios historiadores de que la verdadera cuestión reside en cómo se narrará la historia. Los “más de un centenar de eventos” prometidos son programados en plazas, escuelas, y museos y, según el presidente, llevarán a un homenaje de las “personas y colectivos” que lucharon por la democracia. Pero, ¿realmente todos son incluidos en esa narrativa?

Está claro que no se trata de una festividad de cumpleaños: honrar la memoria de los que sufrieron durante la dictadura exige un cuidado excepcional. E incluso, algunos han sugerido que los actos en sí podrían intensificar las polarizaciones que se intentan mitigar.

Desafíos del presente: entre discursos y la jugada política

La política tiene su propio lenguaje, y a menudo, los discursos cargados de simbolismo tienen más que ver con la estrategia que con la verdad. Un gran desafío que enfrenta el gobierno de Sánchez es el recuerdo de las atrocidades perpetradas durante la dictadura y el riesgo que ello presenta para aquellos que aún se sienten divididos.

Por otro lado, Ayuso, con un afán casi heroico, parece anhelar resguardar a Madrid de lo que considera una provocación. Sin embargo, su postura le ha valido acusaciones de estar en el centro de una “contrarrevolución cultural”. ¿Acaso hay algo más irónico que un discurso de libertad emanando de quien se niega a reconocer las memorias de aquellos oprimidos?

Y creo que no soy el único que se pregunta: ¿quién realmente tiene la autoridad para definir qué es la memoria histórica? Siya de inyecciones de ego, tanto de un lado como del otro, dejando a los ciudadanos en una especie de «espectador» de su propias vidas.

Hacia adelante: ¿un camino de reconciliación?

La herencia de un pasado conflictivo es un tema espinoso. Las heridas de la guerra civil y de la dictadura aún son palpables. Mirar hacia atrás no es sólo un acto político, sino un paso también para buscar la sanación. En mi experiencia, los diálogos que comienzan con una carga de historia muchas veces terminan con una búsqueda de entendimiento. ¿Puede la conmemoración de esos eventos dolorosos ser, paradójicamente, una oportunidad para sanar?

El éxito de las conmemoraciones dependerá en gran medida de cómo se articule la memoria y se escuchen las voces que han permanecido en la sombra. La ley de memoria debe ir más allá de ser una simple herramienta para el gobierno; debería ser una invitación a todos los españoles a unirse en la construcción de un futuro.

La voz de aquellos que ya no están

Una de las mayores ironías de la vida es que, mientras más intentamos ignorar algo, más presente se vuelve. Las referencias, las evocaciones a Franco, los recuerdos de sus víctimas, no son solo parte de la historia; son recordatorios de la necesidad de combatir el olvido.

Y en cuanto al evento anunciado para el 8 de enero de 2025, el verdadero desafío radicará en si este resuena en el corazón de las personas. Permítanme decir que, como jefe de familia que ha visto a generaciones lidiar con consecuencias de un pasado poco resuelto, el camino adelante es largo. ¿Podremos como sociedad, entre bromas, solemnidades, y lágrimas, encontrar la forma de trascender la polarización, finalmente?

Conclusiones: la memoria como motor de cambio

En última instancia, recordar no es fácil. Celebrar el medio siglo en democracia no debería ser visto como una trivialidad; al contrario, es una oportunidad para replantear viejas controversias y crear un espacio donde todos se sientan escuchados. El lema de “Memoria es Democracia” no se puede tomar a la ligera y debe ser el camino hacia un diálogo más fructífero.

¿Estamos listos para abrir la conversación y, quizás, encontrar un camino hacia una memoria compartida? Puede que con un poco de humor y empatía, podamos finalmente ver que incluso los temas más espinosos pueden conducir a la reconciliación. Después de todo, como decía mi abuela, “los conflictos son como un buen café: el mejor se hace a fuego lento”.

Así que a preparar nuestras tazas de café, porque este viaje apenas comienza. Y con todas sus complejidades, ¿no sería un espectáculo interesante de seguir?