En la vida, todos nos encontramos ante decisiones que pueden ser definitorias. No importa si uno es un escritor famoso o un simple aficionado a la lectura, las elecciones que hacemos cada día son un reflejo de nuestras creencias y, a veces, de nuestros pecados. Si hay algo que he aprendido a lo largo de mis años en este mundo (y si añades el uso intensivo de internet a esto, ¡más aún!), es que el mundo está lleno de información en constante movimiento. Así que hoy nos sumergimos en una conversación fascinante sobre los pecados, la libertad y la felicidad, inspirada en una entrevista con el popular autor Juan Gómez-Jurado.
¿Los pecados son realmente tan malos?
Comencemos por el principio. En la entrevista, Gómez-Jurado menciona que, si pudiera confesarse, elegiría perdonar la gula como un pecado que no merece estar en la lista. «¡Quiero decir!», me dirás, «¿la gula no es un pecado serio?» Y tienes razón, pero escuchemos a Gómez-Jurado. Él sugiere que, en la sociedad actual, esta adicción a la comida es simplemente parte de la experiencia humana, un guiño a las delicias que la vida ofrece.
A veces, me encuentro riendo al recordar la última vez que intenté seguir una dieta. Mi madre, con su sabiduría habitual, me decía: «Un trozo de tarta no te hará daño». ¿Y cómo le explicas eso a alguien que se ha comido un pastel entero? La vida está llena de tentaciones, y es un acto de fe creerse completamente libre de intentaciones, o más bien, de placeres terrenales.
De la ira a la humildad: una montaña rusa emocional
El siguiente pecado mencionado es la ira, y aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Gómez-Jurado considera que la ira es falta de sabiduría. Reflexionando sobre esto, me doy cuenta de que, a medida que vamos creciendo, aprender a manejar la ira es un arte. Si eres como yo, seguramente te has encontrado en una situación en la que sientes que tu sangre está hirviendo. Recuerdo un episodio vergonzoso en el que discutí acaloradamente con un amigo porque no estaba de acuerdo en qué pizza pedir. ¡La vida es demasiado corta para perderla en peleas de pizza!
A medida que envejecemos, tenemos que reconocer que el verdadero reto no es simplemente no enojarse, sino más bien perdonar y dejar ir nuestros rencores. Es un arte difícil, y creo que Juan Morales tiene razón; cuando entendemos a los demás, la ira se convierte en un momento pasajero. Entonces, ¿por qué no dedicar nuestro tiempo a cultivar la humildad en lugar de la ira? Como diría mi abuela, “menos drama y más calma”.
Celebrar los éxitos ajenos: un remedio contra la envidia
Y aquí llegamos al pecado que muchos de nosotros queremos evitar a toda costa: la envidia. Gómez-Jurado afirma que no es envidioso y, honestamente, ¿quién no quiere llevar la vida de aquel que puede bailar al ritmo de un éxito tras otro? Sin embargo, en lugar de sentir envidia, él opta por celebrar su propio éxito y el de los demás. ¿No es ese un enfoque refrescante?
He tenido mi propio recorrido con la envidia, especialmente cuando veo a mis amigos alcanzar metas sorprendentes mientras yo aún estoy tratando de descifrar cómo calmar a mi gato. Pero ahora entiendo que compartir la felicidad de otros es la mejor manera de llenar nuestro propio vacío emocional. Si un amigo te invita a compartir sus logros, ¿por qué no brindar un trago y bailar al son de sus triunfos? Y después, pedir pizza.
La lujuria y la pereza: ¿son realmente pecados?
Gómez-Jurado es absoluto: «La lujuria no es un pecado». Amén, hermano. A veces, uno tiene que simplemente disfrutar de la vida y no dejar que la moralidad de otros defina su felicidad. Ahora, la pereza es un tema más delicado. A medida que leía su punto de vista, reflexioné sobre cómo nuestra cultura glorifica el trabajo duro. Cuando era niño, mi madre siempre decía que era un vago. Y, de hecho, ¿quién no lo ha sido alguna vez?
Cada uno de nosotros necesita tiempo para recuperarse. Yo, por ejemplo, me he dado cuenta de que cuando paso un día en el sofá, a menudo es cuando las mejores ideas surgen. Claro, podría ver eso como pereza o como una forma de renovarse. Y mientras escribo esto, me doy cuenta de que la vida se siente más auténtica cuando celebramos esos momentos de descanso.
La peor de todas: no disfrutar de la vida
Finalmente, Gómez-Jurado concluye que el mayor «pecado» podría ser no disfrutar de la vida. «¿No es eso lo que todos queremos?», podría preguntar a cualquiera. En un mundo donde todos estamos atrapados en la rueda del hámster, entre trabajos, responsabilidades y Netflix, se nos olvida el arte de disfrutar lo que tenemos.
A veces, me detengo y me pregunto: “¿He disfrutado de las pequeñas cosas hoy?” O me despierto un lunes, y lo único que quiero es que la semana ya haya terminado. Pero, a fin de cuentas, la vida es una secuencia de momentos vividos. La verdadera libertad radica no en hacer lo que queramos, sino en hacer lo que debemos. Reflexionando sobre esto, me he dado cuenta de que cada rayo de sol, cada risita de un niño y cada trocito de pastel son regalos.
Reflexiones finales
En resumen, si hay algo que podemos aprender de esta conversación con Juan Gómez-Jurado es que, en lugar de dejarnos llevar por la carga de los pecados, podemos reinterpretarlos como un conjunto de enseñanzas. El verdadero viaje no es el de evitar el odio o los deseos, sino ser capaz de abrazar la humanidad que todos llevamos dentro.
Así que la próxima vez que te sientas un poco abrumado, recuerda que tenemos el poder de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas. Las decisiones malas pueden acercarnos a grandes aprendizajes, ¡y quizás incluso a un delicioso trozo de pizza!
¿Qué piensas tú? ¿Cuáles son tus pecados favoritos y cómo has aprendido a vivir con ellos? ¡Déjame saber en los comentarios!