Es curioso cómo la vida puede dar giros inesperados, ¿no crees? Uno puede pensar que ha trazado un camino claro, solo para descubrir que la senda puede ser transformada por un pequeño destello de inspiración. Este es el caso de Mónica Rodríguez, una mujer que decidió dejar atrás su carrera científica para sumergirse en el maravilloso mundo de la literatura infantil y juvenil. ¿Cómo lo hizo? Vamos a explorar su historia llena de anécdotas, aprendizajes y, por supuesto, amor por la palabra escrita.

Un cambio radical: De científica a escritora

Mónica Rodríguez es licenciada en Ciencias Físicas y cuenta con un máster en Energía Nuclear. Después de 15 años trabajando en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), decidió dar un giro radical a su vida. En 2003, sumergida en la rutina de los experimentos y estudios, se armó de valor y publicó su primer libro de literatura infantil. Su decisión no fue un simple capricho; ella afirma que fue un proceso gradual que comenzó desde su adolescencia, cuando cultivó un amor secreto por las historias.

Me atrevería a decir que muchos de nosotros hemos sentido la tentación de seguir nuestros sueños, pero pocas veces lo hacemos de manera audaz como lo hizo Mónica. Ella nos recuerda que es posible cambiar de dirección y encontrar nuestro verdadero propósito. En su caso, fue necesario un período de reflexión y trabajo que, con el tiempo, se transformó en una exitosa carrera con más de 60 obras a su nombre y el prestigioso Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por su obra Umiko.

La ciencia y la literatura: dos mundos que se encuentran

Cuando retomo la historia de Mónica, me pregunto: ¿cuánta influencia tiene nuestra formación académica en nuestras pasiones personales? En su caso, la física le proporcionó un método de pensamiento que se traduce en su manera de escribir. “La física me ha ayudado mucho a pensar de una manera determinada”, afirma, y tiene razón. Esa capacidad de razonar, de observar y de formular preguntas, es fundamental para la creación literaria.

Como habitantes de un mundo lleno de curiosidades, ¿no deberíamos encontrar un espacio para ambas disciplinas en nuestra vida? Después de todo, tanto la ciencia como la literatura buscan respuestas; una a través de la observación y el experimento, y la otra a través de la imaginación y la narración. Encontrar ese enlace es esencial. Mónica hace un llamado a fomentar la lectura y la escritura en los colegios desde una perspectiva de gozo, más que como una obligación. ¡Palabras sabias!

La literatura como perspectiva de vida

Una de las premisas que Mónica menciona es su deseo de ver el mundo a través de los ojos de otros. La literatura tiene el poder único de permitirnos experimentar la vida desde diferentes ángulos. Con esto en mente, podemos entender la importancia de inculcar el amor por la lectura en nuestros jóvenes.

Imaginemos a un niño leyendo una historia en la que se convierte en un valiente guerrero, o a una chica que se adentra en un mundo de fantasía. Se sumergen en realidades que despiertan su curiosidad y les ayudan a entender el mundo que los rodea. ¿No es eso parte de nuestra responsabilidad como adultos? En este mundo acelerado, donde lo inmediato prima, ¿quién se toma el tiempo para leer? Es un desafío, pero, como nos muestra Mónica, es esencial.

La importancia de la empatía en la escritura

Hablando de empatía, Mónica nos cuenta que la literatura le ha permitido mirar el mundo desde diversas perspectivas, invitando a sus lectores a hacer lo mismo. “Cuantas más perspectivas tengamos para conocer la realidad, mejor la vamos a conocer”, menciona, y es cierto. Nunca deja de asombrarme cómo un simple libro puede abrir nuestra mente a nuevas posibilidades.

Para ilustrar este punto, comparto una anécdota. Recientemente, mientras leía un libro sobre la vida en un faro, me encontré reflexionando sobre la soledad y la determinación del farero. Esas experiencias aparentemente lejanas me tocaron profundamente, mostrando que aunque cada uno de nosotros tiene su propio camino, también compartimos la condición humana. ¡Qué maravilla saber que la literatura puede unirnos!

Literando con los adolescentes: un desafío constante

Sin embargo, no todo es un camino de rosas. Inculcar el amor por la lectura en los más jóvenes puede parecer un reto monumental. Mónica reconoce que en una sociedad cada vez más apurada y conectada, “leer es algo que requiere de intimidad, tiempo, lentitud y reflexión”. ¿Acaso no hemos sentido que las redes sociales nos están absorbiendo? La lectura, entonces, se convierte en un refugio, un espacio donde podemos desconectar y meditar sobre lo que realmente importa.

A pesar de todo, Mónica ha encontrado esperanza en su interacción con profesores y escritores que siguen luchando por contagiar esa pasión por la lectura en colegios e institutos. Estas pequeñas pero significativas acciones pueden hacer una gran diferencia. ¿Acaso no vale la pena unir fuerzas para que la próxima generación ame la literatura tanto como nosotros?

La honestidad y la verdad en la literatura

Una de las frases más resonantes de Mónica es: “No se puede contar un mundo que luego no se van a encontrar”. Esto nos lleva a una conversación importante sobre la representación real en la literatura, sobre la capacidad que tenemos como escritores de abordar temas complejos desde una perspectiva honesta y evocadora.

Ella enfatiza que los niños, adolescentes y jóvenes desean saber lo que ocurre en el mundo, y es nuestro deber proporcionarles esos relatos de manera adecuada a su nivel emocional. La honestidad en la escritura crea un lazo auténtico entre el autor y el lector. Cuando un joven se siente reflejado en una historia, no solo se alimenta su curiosidad, sino que también se fortalece su capacidad de empatía.

La comunidad de escritores: ¿una aldea feliz?

Uno de los aspectos más encantadores de Mónica es su visión sobre el mundo de la literatura infantil y juvenil. Contrastando con el ajetreo del mundo literario de los adultos, ella describe su entorno como una “aldea galá”, donde los escritores, ilustradores y editores se conocen, se leen y se apoyan mutuamente. ¿No es un lugar ideal para fomentar la creatividad y la colaboración?

En este sentido, Mónica defiende la importancia de esta comunidad frente a la imposición de egos que, desafortunadamente, a veces predomina en otros ambientes literarios. Aquí la creación colectiva se celebra, ya que, al fin y al cabo, lo que importa es el libro y no la figura del autor. ¡Qué bonita lección para todos nosotros!

Conclusión: Escribiendo el futuro

La travesía de Mónica Rodríguez es un recordatorio de que siempre es posible reescribir nuestra historia. ¿Qué te detiene a ti de probar algo nuevo? Su camino nos incita a ser valientes en la búsqueda de nuestras pasiones, a no temer al cambio y a encontrar nuestra voz a través de la escritura. También nos invita a reflexionar sobre cómo podemos cultivar el amor por la literatura en las generaciones venideras.

Así que, la próxima vez que te sientes a leer un libro, recuerda las palabras de Mónica: “Escribo para saber”. Aprender y descubrir a través de las palabras es una de las aventuras más gratificantes que podemos compartir. ¿Listo para emprender ese viaje literario?


En un mundo donde la inmediatez amenaza la profundidad, aquí tenemos una voz honesta que nos recuerda la belleza de tomar un momento para observar, reflexionar y, sobre todo, leer. La literatura infantil y juvenil, con su magia y significado, nos aguarda, listo para ser explorado. Entonces, mi última pregunta para ti es: ¿qué historia te gustaría contar?