El 7 de octubre de 2023 se convirtió en una fecha amarga, un año desde que se desencadenó una de las crisis humanitarias más devastadoras del siglo XXI. En este día, miles de personas en varias ciudades de España se unieron por una causa común: la defensa del pueblo palestino. La manifestación, convocada por la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP), fue un claro llamado a la acción en medio de un contexto global que a menudo parece ignorar las profundas injusticias sufridas por esta nación. Pero, ¿realmente escuchan los poderes que deciden?
Una marcha con un objetivo claro: el cese de la violencia
A medida que las horas se acercaban a la manifestación, me encontraba en mis pensamientos sobre lo complicado que puede ser lidiar con la injusticia y la violencia en el mundo actual. ¿Cuántas veces hemos dicho «esta injusticia no puede continuar», solo para mirar hacia otro lado al día siguiente? La manifestación en Madrid, que comenzó cerca de Atocha, reunió a más de 30,000 personas, cada una con su propia historia y motivación para estar allí.
Este evento no solo era un acto simbólico; era un grito de desesperación y solidaridad. Hania Faydi, miembro de la organización BDS, dejó en claro que el Gobierno español no puede seguir vendiendo armas a Israel, un país que ha sido acusado de crímenes de lesa humanidad. «Con nuestro dinero están financiando el genocidio», afirmó, y en ese momento, el coro de voces a mi alrededor resonó en un eco poderoso de apoyo. ¿Acaso no es la edad media de nuestra generación la que nos lleva a exigir justicia en cada rincón?
Historias que mueven corazones
Entre la multitud se encontraba Roberto, un profesor de instituto de Aluche, que llevaba una camiseta verde que proclamaba “Educación Pública”. Su presencia era un recordatorio de que la lucha por Palestina también es una lucha por la educación y los derechos humanos en todo el mundo. “Como individuos no vamos a doblegar a los gobiernos, pero desde lo colectivo sí lo podemos lograr, por eso es importante estar hoy aquí”, dijo mientras movía su bandera.
¿Recuerdas esa vez en la escuela cuando todos se unieron contra un mal profesor? Esa camaradería, esa unión, parece ser lo que el mundo necesita ahora más que nunca.
El eco del pasado y las esperanzas del futuro
Mientras caminaba por la plaza de Neptuno, me encontré con Mohamed, un manifestante muy expresivo que sostuvo una bandera de Líbano, que se destacaba entre el mar de banderas palestinas. Su presencia era el reflejo de la interconexión de luchas en todo el mundo. «Ya han destruido mi casa tres veces», confiesa. «La vida es difícil con Israel colindando con tu país, pero no vamos a abandonar a Palestina». Sus palabras me hicieron pensar en lo que significa realmente perder un hogar. ¿Cuántos de nosotros podríamos soportar tal pérdida y, aun así, luchar por lo que creemos que es justo?
En este contexto de sufrimiento, Mariam e Ismael caminaban con sus hijas Noor y Sherin. «Lo que está ocurriendo sobrepasa todos los límites», opinaron, mientras sostenían las manos de sus pequeñas. Era evidente que esta lucha también representa la búsqueda de un futuro mejor para las próximas generaciones. ¿No es eso lo que todos deseamos, un mundo donde nuestros hijos tengan la oportunidad de vivir en paz y dignidad?
La narrativa de la violencia
La saturación de símbolos y colores se hacía visible a medida que la marcha avanzaba, con declaraciones que resonaban fuerte y claro. “Dónde están, no se ven, las sanciones a Israel” fue uno de los gritos más impactantes de la tarde. Antes de que me diera cuenta, me vi coreando junto a la multitud, sintiendo la energía y el propósito en el aire. En un instante, olvidé mis preocupaciones, mis dudas, y me convertí en parte de algo más grande.
La discusión sobre el conflicto israelo-palestino frecuentemente se polariza, brindando una narrativa limitada y sesgada. En medio de la marcha, el clamor por la paz era inconfundible, y la RESCOP destacó lo que consideran «un genocidio brutal» bajo una ocupación colonial durante 76 años. Esa cifra es abrumadora. Imagina cargar con un legado de opresión por generaciones.
Un llamado a la acción global
La manifestación no se limitó a Madrid; ciudades como Roma, Londres, Berlín, Ciudad del Cabo y Sídney también vieron olas de personas unidas en solidaridad. Se sentía como si el mundo estuviera empezando a escuchar. Biden y Netanyahu podrían haber estado mirando desde lejos, pero aquí en España, los manifestantes hacían más que simplemente alzar su voz; estaban exigiendo responsabilidad.
El hecho de que la comunidad internacional, y especialmente Europa, se mantenga en silencio sobre las atrocidades cometidas en Gaza y otros lugares es casi una broma macabra. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo espectadores silenciosos en medio de tanto sufrimiento?
La necesidad de un enfoque integral
Tal como compartía Faydi durante la manifestación, “La violencia contra la población palestina no terminará únicamente con un alto el fuego, ya que continuará la ocupación mientras sigamos legitimando al Estado sionista”. Frases crujían en mis oídos, cada una añadiendo una capa de complejidad al discurso. La lucha por la justicia palestina está intrínsecamente conectada a otras luchas por la justicia social, racial y económica.
¿No es extraño pensar que nuestras luchas personales sean parte de un collage más grande de injusticias en el mundo? Al compartir nuestras historias y unir fuerzas, se vuelve un llamado a la acción global que no podemos ignorar.
Reflexiones finales
El evento en Madrid fue más que una simple manifestación; fue un momento de conexión, empoderamiento y una expresión de esperanza. Palestina, aunque lejos, se siente más cerca con cada historia compartida, cada canción coreada y cada lágrima derramada. La manifestación de la RESCOP es un testimonio de que las historias personales de sufrimiento pueden y deben ser compartidas, que la muchedumbre toma forma en voz individual, cada uno con su propio deseo de justicia.
En tiempos en que las palabras parecen vacías ante la gravedad de las acciones, es esencial recordar que la lucha continúa. Aunque el camino hacia la paz y la justicia puede ser largo y tortuoso, las multitudes de España y el mundo están enviando un mensaje claro: la humanidad debe prevalecer sobre el odio.
Así que, ¿qué podemos hacer nosotros como ciudadanos del mundo? Comencemos compartiendo historias, educándonos y encontrando formas de apoyar reformas que promuevan la paz y la justicia en Palestina y más allá. Tal vez, solo tal vez, si alzamos la voz juntos, nuestros ecos sonarán más allá de las fronteras.
Y mientras tanto, la lucha sigue, porque como dice Mohamed, “no hay nada más valioso que poder vivir en libertad.”