Ver Megalópolis, la última película de Francis Ford Coppola, es una experiencia que los aficionados al cine no deberían perderse. No es simplemente un filme, es un acontecimiento, un ritual que recuerda a las misas del gallo en el Vaticano, donde uno puede encontrarse con la sacralidad de la creación cinematográfica. Ah, pero a veces uno no sabe si ha asistido a una celebración celestial o a un evento tan confuso que se siente como si le hubieran dado un codazo en las costillas en el último momento. ¿De verdad es el testamento de un maestro del cine, o es más bien un viaje de ida a la tierra de lo desconocido?

Una historia cargada de expectativas

Megalópolis no es una película cualquiera. Desde que Coppola empezó a hablar de ella en los años 80, las expectativas han sido más que altas. Ha invertido 120 millones de dólares de sus ahorros en un proyecto que, de alguna manera, reflejaría su propio viaje como cineasta. Adam Driver, quien interpreta a un arquitecto visionario (que irónicamente, se llama Francis, ¡vaya meta!), es el protagonista de una trama que se siente tan ambiciosa como desorganizada.

La historia nos lleva a un futuro donde, al parecer, la civilización ha colapsado. Un satélite soviético, en un giro que parece sacado de una película de James Bond, explota sobre una ciudad decadente. En un intento de reconstrucción, la búsqueda de la creación de una sociedad ideal se convierte en un espejo de los propios demonios de Coppola. ¿Recuerdas esa sensación de estar atrapado en un relato donde todos y nada tienen sentido a la vez? Es como un rompecabezas que te deja más confundido que al principio.

Personajes y situaciones que descolocan

Entre los personajes, encontramos a Giancarlo Esposito como el alcalde, cuya hija influencer, interpretada por Nathalie Emmanuel, añade un toque de modernidad a la narrativa. Ella está tan interesada en la descendencia del arquitecto como en hacer un TikTok famoso. Uno no puede evitar preguntarse: ¿es este un intento de Coppola de reflejar la era digital en la que vivimos? Porque, francamente, a veces se siente como mirar un desfile de moda en un funeral.

El resto del elenco incluye nombres de peso como Dustin Hoffman, Aubrey Plaza, y un Shia LaBeouf tan perdidillo que uno se pregunta si realmente quiso poner su vida patas arriba. La diversidad de personajes no siempre brilla, y a menudo se siente como si estuviera observando una reunión de reencuentro de antiguos colegas que intentan recordar por qué se hicieron amigos en primer lugar.

Un mensaje confundido

La trama, como un reloj de arena, gira en torno a la idea de que solo la creación y el amor pueden detener el paso del tiempo. Sin embargo, los tableaux vivants y las escenas desconectadas a menudo se sienten más como violencia visual que como una narrativa coherente. ¿Cuántas veces has mirado una obra de arte y no has tenido idea de lo que representa? Así se siente Megalópolis. Tal vez, simplemente no te tomaste el tiempo para «sentir la pintura». Pero, ¿es eso culpa del espectador o del artista?

El dolor de la producción y su repercusión

Coppola comenzó a trabajar en Megalópolis hace más de 40 años, un viaje significativo que ha estado lleno de dificultades. Desde los 300 borradores del guion hasta los 30 horas de filmación que terminaron canceladas tras los ataques del 11 de septiembre, la producción ha sido una travesía marcada por la tragedia. En el fondo, hay algo muy humano en la lucha de este maestro del cine.

La enfermedad y posterior fallecimiento de su esposa, Eleonor, añade una capa de tragedia emocional a la película, que está dedicada a su memoria. Puede que esto explique la carga emocional que emana de algunas escenas, aunque en ocasiones se sienta como un intento forzado de hacer que su sufrimiento resuene de manera más amplia.

Comparaciones con el pasado

Cuando uno mira a Coppola, no puede evitar recordar que ha creado obras maestras como El Padrino y Apocalypse Now, ambas títulos que también fueron proyectos plagados de dificultades. «¿Causará esta película un efecto similar en el futuro?», uno podría preguntarse. O, como diría mi abuelita, “Rome wasn’t built in a day, honey.”

La problemática de crear una obra que pueda ser reinterpretada por futuros críticos es un dilema que ha enfrentado cualquier artista que se respete a sí mismo. Pero, he de decir que Megalópolis no parece tener la misma chispa que otros trabajos de Coppola. ¿Estará el “Iluminado” del cine en su última hora?

¿Obra maestra o fiasco?

Megalópolis exhibe su ambición sin miedo, pero eso podría ser tanto su mayor fortaleza como su mayor debilidad. Mientras algunos espectadores pueden encontrar en ella una joya oculta digna de estudio, otros pueden concluir que es un ejercicio de autoindulgencia que se aleja demasiado del propósito original del arte cinematográfico: narrar historias que resuenen.

Algunos críticos la describen como cargante, errática, y hasta fea en su textura. Aún así, hay quienes argumentan que cualquier cinta que provoque el diálogo y el debate, como lo hace esta, no puede ser considerada un fracaso total. ¿Quién no ama un buen debate sobre lo que constituye “arte”?

Reflexiones finales: la búsqueda continua

Al final del día, Megalópolis es un recordatorio de que, independientemente del resultado, el proceso de creación es esencial. La búsqueda de la verdad en el arte lleva a un autor a confrontar tanto sus miedos como sus esperanzas. Mientras le miro los ojos a la pantalla, no puedo evitar sentir empatía por Coppola y su flagelante búsqueda de crear algo verdaderamente significativo en un mundo que a menudo siente que se ha desvanecido en la superficialidad.

Así que, si decides ver Megalópolis, prepárate para un viaje cinematográfico nada convencional. Quizás no salgas convertido en fan incondicional, pero definitivamente saldrás con una historia que contar. Eso, mi amigo, es lo que realmente importa en el mundo del cine. Amén. ✨


Espero que hayas disfrutado este artículo. Deja tus pensamientos y comentarios abajo; ¡me encantaría saber cómo te sentiste! ¿Ya has tenido la oportunidad de ver la película?