El pasado sábado, el corazón de Argentina se llenó de color, pasión y un mensaje muy claro. A pesar del intenso calor, miles de argentinos se unieron en la Marcha Federal, Antifascista y Antirracista, una manifestación que no solo fue convocada por la comunidad LGBTIQ+, sino que también reunió a diversas voces de la sociedad que se sentían ofendidas por las declaraciones del presidente Javier Milei. Si pensabas que el calor solo podía derretir el asfalto, esta protesta demostró que también puede encender la chispa de la resistencia colectiva. ¡Y vaya que se encendió!
Un contexto cargado de controversia
Todo comenzó con algunas declaraciones bastante explosivas de Milei en Davos, donde se refirió a la ideología de género como un ataque al buen juicio. Para aquellos a los que les gusta ver la vida en blanco y negro, su argumento era claro: los defensores de las identidades de género son «pedófilos». Sinceramente, me quedé atónito. Si alguna vez has discutido sobre política con un amigo en una tarde de verano, sabes que a veces, se pueden decir cosas de las que luego se puede uno arrepentir. Pero Milei fue más allá, ¿no? Lo que podría haber sido un malentendido se convirtió en un rayo desatado que unió a la gente en torno a un objetivo común: mostrar su desaprobación.
Una marcha que fue mucho más que un simple reclamo
Con epicentros en el Congreso y la Plaza de Mayo, la marcha se extendió por más de 100 puntos de encuentro en todo el país, incluso en ciudades internacionales como Nueva York, París y Londres. ¡Eso sí que es un alcance global! Te imaginas una marcha en tu ciudad, y de repente te enteras de que también está resonando en la Torre Eiffel, mientras los turistas intentan averiguar qué está sucediendo. «¿Acaso hay una fiesta en la plaza?», piensa uno. No, amigo, es solo una respuesta de amor y resistencia a la intolerancia.
Una de las razones por las cuales esta protestas resonaron tan fuerte fue porque no fue solo la comunidad LGBTIQ+ la que se unió. Personas de todas las edades y antecedentes respondieron a lo que consideraron un ataque a su dignidad. «¡Cualquiera puede ser un aliado!», se podía escuchar entre la multitud, y eso es completamente cierto.
El calor no fue un impedimento
Hablemos del clima. Cuando llegué a la manifestación, pensé: “¿Qué demonios está pasando aquí?”. Era como si alguien hubiera decidido que el sol tenía un viejo rencor con los manifestantes y quiso apretar el botón de “infierno”. Pero eso no detuvo a nadie. El calor era brutal, sin embargo, muchos de nosotros llevábamos botellas de agua y una sonrisa. ¿Sabías que el sudor también puede ser una forma de resistencia? Lo digo con un toque de humor, pero en serio, ese sudor era producto de la pasión y la determinación de cada uno de los que participaron.
La voz de la comunidad
Una de las voces más resonantes en la marcha fue la de Alejandra Rodríguez, miembro de la Asamblea Antifascista, quien dijo: «Se dirigió a nuestra comunidad con un nivel de violencia y discriminación inauditos». Cuando escuchamos estas palabras, se nos recuerda que nuestras luchas son interconectadas; no se trata solo de una discusión sobre género o feminismo. Es una cuestión de derechos humanos.
Por su parte, Hernán Molina, un joven que asistió a la marcha desde el Congreso, expresó su esperanza por el impacto del reclamo: «¡Ha tenido eco en todo el mundo!». Esto es sumamente relevante, y en un momento donde las redes sociales están al alcance de todos, las voces unidas pueden viajar más lejos que nunca.
Las reacciones del gobierno
Como si de una película de suspenso se tratara, el gobierno no tardó en intentar desarmar la situación. Los chicos de la Casa Rosada intentaron suavizar las palabras de Milei, argumentando que su discurso fue «malinterpretado». ¡Vamos! ¿Es que no saben que, una vez que tiras la piedra, es muy difícil esconder la mano?
Y, como era de esperarse, los esfuerzos fueron en vano. Era como intentar detener una avalancha con una escoba. La marcha fue masiva, y aunque el gobierno esperaba que los ciudadanos se enfadaran por el calor y se quedaran en casa viendo Netflix, la realidad fue todo lo contrario. La pasión ardía tanto como el sol del mediodía.
La presencia internacional
Uno de los hechos más interesantes de esta marcha es la replicación internacional. Desde Montevideo hasta Berlín, personas se manifestaron en solidaridad, mostrando que la lucha contra el odio y la discriminación no conoce fronteras. Esto me llevó a recordar una anécdota de un amigo, que siempre dice: «Si el mundo está podrido, al menos hagamos una fiesta en el jardín». A veces es necesario desahogar la ira en una manifestación, y otros días, hacer una fiesta para celebrar la vida e impulsar el cambio.
El alcance global fue algo que, sinceramente, no esperaba. Pero ¿acaso no es asombroso cómo las voces unidas pueden resonar en cada rincón del planeta, ayudando a la comunidad de una forma tan poderosa? Hay algo bellamente optimista en ello.
Una mirada hacia el futuro
Pero, ¿qué hay del futuro? ¿Realmente estamos viendo un cambio? Hay quienes son escépticos y piensan que todo esto es solo un momento pasajero. Pero yo tengo fe. La historia nos ha enseñado que cada manifestación es un paso hacia adelante. Puede que a veces sea un paso pequeño (como el avistamiento de una tortuga con pata de palo), pero un paso es un paso, ¿no?
A medida que esta lucha continúa, es importante recordar que la comunidad LGBTIQ+ y sus aliados no están peleando en vano. Cada voz cuenta, y cada manifestación es una forma de decir: “¡Nosotros existimos y merecemos respeto!”.
El gobierno de Milei, al impulsar un proyecto para eliminar la figura de feminicidio y acabar con los documentos de identidad no binarios, representa una regresión de derechos, y la resistencia será la clave. La norma llamada ‘Igualdad ante la ley’ está arrastrando a Argentina a un debate que no debería ser ignorado.
Reflexiones finales
No puedo evitar pensar en lo que se siente ser parte de un evento así. Hay un sentimiento de unidad, una sensación de que cada persona allí, ya sea con una bandera, un cartel o simplemente con su voz, está luchando por un espacio donde ser tú mismo no tenga que ser una lucha. A veces, me pregunto si la represión o la aceptación predominan en el mundo; y aunque algunas voces pueden gritar “no” con fuerza, yo elijo escuchar el “sí” resonante de quienes quieren un mundo inclusivo.
Así que, ¿qué podemos hacer? Primero que nada, escuchar. Escuchar las luchas de otros. Luego, seguir marchando, ya sea en la calle o en nuestras conversaciones diarias. Cada gesto cuenta. Mientras haya amor y solidaridad, la lucha por los derechos de todos seguirá. No te puedo prometer que será fácil, pero puedo asegurarte que cada paso cuenta, cada voz importa. ¡Así que salgamos y hagamos ruido!