El pasado viernes 20 de octubre, Madrid se convirtió en un escenario de tensiones políticas cuando centenares de personas, convocadas por la Falange Española de las JONS, se manifestaron en las calles bajo el lema “Contra todo lo podrido”. Si eres de los que cree que el tiempo es un círculo y no una línea recta, te parecerá increíble cómo algunas ideologías parecen volver a tomar fuerza en lugares donde, supuestamente, habían quedado en el olvido. Pero, ¿qué hay detrás de esta manifestación y por qué debería importarnos?

Un recorrido del protestar

La manifestación comenzó en las vísperas de una fecha significativa: el 88 aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. No sé tú, pero la idea de rendir homenaje a figuras históricas cuya influencia ha sido tan polémica siempre me provoca una mezcla de curiosidad y desasosiego. La cita tuvo lugar en una iglesia cercana al Tribunal Supremo, un lugar que, irónicamente, debería simbolizar la justicia, pero que ese día sirvió como un punto de partida para actos que trascienden su significado original.

Con el humo de las bengalas iluminando el oscuro cielo madrileño, los manifestantes se dirigieron a la sede del PSOE. Aquí es donde la cosa se pone interesante. ¿Qué es lo que motiva a tantos a salir a la calle para cantar “Cara al sol”? En un mundo donde muchos de nosotros hemos apagado nuestras pasiones políticas en favor de un café tranquilamente consumido frente al televisor, la ferviente ideología de estos manifestantes podría sonar, como mínimo, atractiva para algunos.

¡No me malinterpretes! No estoy diciendo que esté de acuerdo con su mensaje, pero es innegable que su determinación y unidad son evidentes. Quizás se trate de un fenómeno de nostalgia política, que, en este caso, evoca momentos de pasión y fervor que muchos consideran que han desaparecido en la política actual.

Entre la protesta y la política

El camino de la manifestación no estuvo exento de polémicas. Antes de que estos grupos pudieran salir a gritar sus consignas, hubo un tira y afloja entre ellos y la Delegación de Gobierno en Madrid. La administración sugirió que la ruta terminase unos metros antes de la sede del PSOE por razones de seguridad. ¡Vaya lío! ¿No habría sido más fácil dejar que todos expresaran sus quejas y seguir con la vida? En fin, el Tribunal Superior de Justicia decidió que el derecho a manifestarse era más importante que los caprichos de la burocracia, y así fue como los manifestantes lograron llegar, una vez más, a la puerta del PSOE. Una victoria para ellos, aunque a mí me hace pensar en cómo se están manejando las cosas en este país.

Pero, por si te lo estás preguntando, la cosa no terminó ahí. Este tipo de manifestaciones tienen un efecto dominó que repercute en el escenario político. El PSOE, por su parte, no tardó en comunicar su rechazo a la manifestación y lanzó una serie de preguntas retóricas dirigidas a Alberto Núñez Feijóo, líder del PP. “¿Qué opina el Partido Popular sobre estas acciones? ¿Está de acuerdo con el fenómeno Nostalgia por el franquismo?” Preguntan, al tiempo que hacen hincapié en que las acciones de la ultraderecha no los intimidarán. Es un juego de ajedrez político donde cada jugada trae consecuencias.

¿El renacer de antiguas ideologías?

En medio de toda esta agitación, es válido preguntarse: ¿estamos viviendo el renacer de antiguas ideologías? El auge de la ultraderecha en varias partes del mundo, incluida España, ha sido alarmante. ¿No es curioso cómo a veces los viejos fantasmas del pasado regresan para hacernos compañía, justo cuando pensábamos que los habíamos enterrado? Ya sea en Estados Unidos, Brasil o Europa, la creciente polarización está empujando a algunos a buscar consuelo en opciones que, emocionalmente, pueden saber a hogar, pero que, en el fondo, son peligrosas para el tejido social.

La Falange, aunque no tiene el poder que ostentó en tiempos de Franco, ha logrado captar la atención de un número notable de votantes. En las últimas elecciones al Parlamento europeo, obtuvieron alrededor de 9,677 votos en todo el país. ¿Te imaginas el momento en el que la Falange pueda volver a tener representación significativa en el Parlamento? Eso sí que sería una historia digna de película de terror.

Ejemplos contemporáneos

Puede que a muchas personas no les importe lo que ocurre en España, pero si miramos a nuestro alrededor, el fenómeno está presente en múltiples países. Marine Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría, e incluso figuras como Donald Trump en Estados Unidos han resonado con un electorado que siente que ha sido olvidado por las élites. La frustración social puede ser un caldo de cultivo para la radicalización. No estamos hablando de una opción política aislada; más bien, estamos viendo un fenómeno global donde las personas buscan respuestas a preguntas incómodas sobre su identidad, su economía y su lugar en el mundo.

Dicho esto, entender las raíces de esta frustración es esencial. En muchos casos, estos movimientos se presentan como una respuesta a crisis económicas, una percepción de inseguridad y un sentimiento de que las tradiciones y valores fundamentales están en peligro. ¿Cuánto de esto es realmente cierto y cuánto es la percepción alimentada por el miedo? ¿Estamos, de hecho, en una crisis? Tal vez necesitemos más que retórica; quizá lo que realmente necesitemos sea empatía y la voluntad de escuchar a aquellos que se sienten marginados.

Un futuro incierto

Entonces, ¿qué nos depara el futuro? La respuesta más honesta que puedo ofrecer es que nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que la polarización está en aumento y que hay una línea delgada entre la expresión de opiniones y el discurso del odio. La Ley de Memoria Democrática en España establece que “serán contrarios a derecho aquellos actos públicos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas” y aunque esto suena perfecto en papel, la implementación sigue siendo delicada. Así, Madrid, con sus manifestaciones y protestas, se convierte en el reflejo de una sociedad en lucha, que navega por aguas turbulentas en busca de su identidad.

¿Alguna vez has asistido a una manifestación? Si lo has hecho, probablemente recordarás la emoción que se siente al ser parte de un grupo que comparte tus ideas. Por otro lado, también es cierto que estas situaciones pueden convertirse en escenarios de confrontación. Es un juego arriesgado.

Reflexiones finales

La manifestación “Contra todo lo podrido” es solo un capítulo en la historia de una sociedad que lucha por encontrar su camino. Ya sea que estemos de acuerdo o en desacuerdo con las convicciones de la Falange, es innegable que este fenómeno merece nuestra atención. Ya sea por el deseo de entender la historia o por la necesidad de actuar ante lo que consideramos injusto, debemos estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor.

Como bloguero y observador de la realidad, puedo asegurar que no existe una única respuesta. Si el descontento social sigue creciendo, es probable que veamos más manifestaciones y más divisiones en nuestra sociedad. Así que, la próxima vez que leas sobre un evento como este, considera qué implicaciones tiene para el futuro. Después de todo, cada uno de nosotros tiene un papel en esta compleja trama de interacciones humanas. ¿Cuál será el tuyo?