En el complejo Al Thumama de Doha, un pequeño rincón de paz se ha convertido en el hogar temporal de alrededor de 2,000 gazatíes evacuados. Especialmente diseñado para acoger a visitantes durante el Mundial de Fútbol de la FIFA 2022, ahora es un refugio para aquellos que huyen de la devastación en Gaza. Sin embargo, en medio de risas infantiles y el murmullo de la vida cotidiana, las historias de traumas, pérdidas y anhelos por el pasado resuenan con fuerza.
Un oasis en el desierto: el complejo Al Thumama
Imagina un lugar donde las preocupaciones de la guerra quedan a kilómetros de distancia. Para muchos de los que se encuentran en Al Thumama, ese es el caso. Pero, en mi opinión, el concepto de «oasis» puede ser un poco engañoso. Aunque hay un campo de tenis y hasta una piscina que parece sacada de una película de vacaciones, la realidad de los que han venido aquí es que su mente nunca está realmente en el presente, sino atrapada en el pasado que dejaron atrás. ¿Cómo lidiar con eso?
Sirin, una joven de 27 años, es un testimonio de la lucha para encontrar esa paz interior. En su camino a Qatar, dejó detrás de sí a su esposo y a una vida llena de recuerdos imborrables. Su relato es impactante: «Cuando nos bombardearon, estábamos cerca de la frontera, en el sur de Gaza», comparte con voz temblorosa, mientras una lágrima se asoma en su rostro. ¿Recuerdas algún momento en tu vida cuando la seguridad se desvaneció de manera abrupta? Esa sensación de vulnerabilidad es algo con lo que todos podemos empatizar, aunque sean sólo destellos breves en nuestras vidas.
El peso del trauma
Las historias de aquellos que han llegado a este refugio son, en su mayoría, desgarradoras. La situación en Gaza es crítica y las heridas no son solo físicas. Cuando hablamos de traumas psicológicos derivantes de situaciones de guerra, a menudo subestimamos su impacto. Sirin, quien ahora trabaja como psicóloga voluntaria, ha tomado su traumatismo y lo ha transformado en una fuerza. “Aquí hay gente que aún sufre. Pero gracias a Dios se sienten seguros”, confiesa, aunque su tono revela que su corazón sigue atado a los que dejaron atrás.
Cuando el dolor se vuelve parte del día a día, ¿qué se puede hacer? El equipo médico que trabaja en el complejo se esfuerza por ofrecer no solo cuidados físicos, sino también apoyo emocional. La doctora Mervat, originaria de Yemen, lo expresa claramente: “Algunos han tenido que permanecer meses hospitalizados. Otros siguen yendo a los centros hospitalarios para revisiones periódicas.” La lucha no termina con la salida de Gaza; en muchos sentidos, apenas comienza.
Esperanza en la rehabilitación
Ah, la rehabilitación. Tal vez suena a un término técnico y clínico, pero su aplicación es profundamente humana. Anas, un joven de 24 años que ha querido volver a jugar al fútbol, representa la lucha de todos los que desean recuperar su vida. “La guerra me obligó a salir de Gaza”, cuenta, como si esa frase por sí sola pudiera representar su historia. ¡La ironía de la vida! El deporte, esa fuente de felicidad y comunidad, se convirtió en un símbolo de lo que había perdido.
En medio del dolor y la pérdida, hay espacio para avances. Abdelrahim, el fisioterapeuta que atiende a Anas, bromea sobre los pequeños logros: “Puede levantarse solo y venir a sus sesiones de rehabilitación sin ningún aparato”. Y aunque la recuperación es un camino complicado, la posibilidad de volver a jugar al fútbol suena, al menos, esperanzadora. Es como un viejo refrán: “A veces, el progreso llega en pasos pequeños”.
Las vidas entrelazadas en Al Thumama
Las historias de aquellos en Al Thumama se conectan entre sí de formas que nunca podrías anticipar. Hayat, una adolescente de 15 años, fue evacuada después de un bombardeo que la dejó con daño en las piernas. En medio de su nueva vida en Qatar, aún guarda un profundo amor por su hogar y su familia en Gaza. “Cuando termine la rehabilitación espero volver a Gaza”, expresa con firmeza, como si sus palabras pudieran hacer que ese regreso fuera posible. ¿Realmente se puede forzar el destino con la fuerza de la voluntad?
El deseo de volver a casa resuena en muchos de ellos. Cada uno de estos jóvenes, como Yazid, un niño de 7 años que perdió a su madre y hermanas en uno de los ataques, se enfrenta al desafío de reconstruir su vida. Su tía Halima cuida de él con ternura, pero también con un corazón pesado por la pérdida de su familia. El niño, aunque todavía lucha por encontrarse a sí mismo después de la tragedia, está rodeado de amor. “Desde que nos fuimos de Gaza, ha estado conmigo”, dice Halima, mientras las lágrimas brotan de sus ojos.
Volver a la normalidad en un lugar anormal
Hasta cierto punto, podemos hablar del «normalizar» la vida mientras se enfrenta a lo indescriptible. Los evacuados palestinos no solo luchan por su bienestar físico, sino que también buscan maneras de integrarse en una sociedad completamente nueva. Muchos han retomado sus estudios, otros aprovechan para avanzar en sus aspiraciones académicas. A veces me pregunto: ¿cómo se puede aprender en medio del dolor? Pero quizás, al final del día, es en esos momentos difíciles donde se encuentra la resiliencia humana.
La historia de Hayat es otro claro ejemplo de esto. A pesar de sus limitaciones físicas, ha dejado atrás el pánico y ha comenzado a asistir a clases en un centro educativo para palestinos en Doha. “Los más mayores han vuelto o han empezado a estudiar en alguna de las universidades de Doha”, nos dice con una chispa de esperanza en la voz. Pero, al igual que muchos, su corazón está dividido entre el deseo de avanzar y el anhelo de volver.
Reconstrucción y esperanza
A lo largo de las historias compartidas en Al Thumama, se siente un tono común: la esperanza. Sí, puede parecer un concepto desgastado, pero en este contexto, se convierte en una fuerza poderosa. Quizás la vida en Gaza no sea más que un vago recuerdo ahora, pero la visión de un futuro en el que sus vidas puedan ser reparadas sigue brillando como un faro. “Cuando termine la guerra y empiece la reconstrucción, volveré a Gaza”, afirma Sirin, llenando la habitación con su determinación y una mega dosis de fe que muchos de nosotros podríamos envidiar.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Como observadores desde lejos, puede parecer que nuestras acciones son limitadas, pero hay cosas que podemos hacer. Compartir sus relatos, generar conciencia en nuestras comunidades y presionar a nuestros gobiernos para obtener la paz son pasos esenciales. ¿No crees que todos merecen un lugar al que llamar hogar? La empatía es el primer paso hacia la acción. Estos jóvenes, estos heridos, estas historias no son solo informaciones en un periódico; son vidas humanas que buscan un futuro mejor.
La situación de los gazatíes en Qatar es un recordatorio de la complejidad de la guerra, la migración y la humanidad. Las historias de Al Thumama representan un viaje emocional, lleno de desafíos, pero también de sueños, esperanzas, y una tenacidad que pocos han demostrado tener en situaciones similares. A pesar de todo, ellos son el eco de la lucha por recuperar sus vidas, y así, sin dudas, son un faro de luz en medio de la oscuridad.
¿Quieres saber más sobre cómo ayudar o cuáles son las próximas acciones en esta cuestión? Sigue explorando y mantente informado, porque la atención es el primer paso hacia el cambio. Si hay algo que quiero que recuerdes después de leer este artículo, es que la esperanza, incluso en sus formas más delicadas, puede florecer donde menos lo esperamos. Así como aquellos que se aferran a la fe de que algún día, volverán a casa.