La vida estudiantil suele ser un torbellino de emociones, responsabilidades y, por supuesto, mil y un cambios a última hora. Si has pasado por la experiencia de preparar exámenes, probablemente recuerdes las noches sin dormir, el olor a café y la desesperación al enfrentarte a documentos que cambian al ritmo de la marea. Pues bien, en Cataluña, este año no es la excepción. Cientos de estudiantes han salido a la calle, armados con carteles y su voz, para demandar claridad sobre el nuevo modelo de exámenes de selectividad que deberán rendir en junio del próximo año.

La marcha por la claridad: ¿realmente tan complicada es la educación?

Ya sabes cómo es la vida de estudiante: siempre hay un ápice de incertidumbre flotando en el aire. Desde el día que ingresé al bachillerato, me di cuenta de que los cambios eran como las cremas antiarrugas: siempre llegan cuando menos lo esperas y no están garantizados para funcionar. De acuerdo a los estudiantes, eso mismo es lo que sienten en este momento. La Selectividad, o PAU como se conoce en Cataluña, ha puesto a muchos en la cuerda floja.

El pasado viernes, más de cien estudiantes se concentraron en la plaza Sant Jaume, en el corazón de Barcelona, clamando por respuestas. “Queremos estudiar con dignidad”, gritaban. Eso me llevó a recordar mis propias experiencias en las manifestaciones estudiantiles, donde cada grito parecía un eco del mismo sentimiento: el deseo de ser escuchados.

La multitud y sus razones

Entre los estudiantes se encontraban voces como la de Miquel Ruiz, un bachillerato que, sinceramente, se siente atrapado en un laberinto sin salida. Dice que inicialmente exigían que no hubiera ningún cambio, pero ahora están pidiendo a gritos que al menos se les deje conocer el nuevo modelo. La razón es simple: “no podemos prepararnos para algo que no entendemos”. Y la verdad es que no puedo evitar empatizar con él, porque en mi época de estudiante también experimenté cambios inesperados que me hacían querer arrancarme los pelos.

Y no es solo Miquel. Sara Fernández, estudiante de artes escénicas, añade otro argumento: “Esto perjudica a nuestra PAU y a todo bachillerato”. Un punto valioso: las decisiones que se toman en el gobierno educativo pueden tener impactos que van mucho más allá de un simple examen. Después de todo, ¿quién no ha sufrido las consecuencias de un cambio que parecía ser “para mejor”?

Nuevos modelos de examen: ¿la tormenta perfecta?

Lo que se avecina no es simplemente un ajuste aquí o allá; estamos hablando de un cambio significativo en el modelo de exámenes de las PAU 2025. La Generalitat ha anunciado que el nuevo modelo empezará a mostrarse gradualmente a partir de la segunda quincena de octubre, lo que parece una eternidad para estos estudiantes con el tiempo corriendo en su contra.

La coordinadora del Departamento de Investigación y Universidades, Pilar Gómez, ha ya dejado caer algunas bombas sobre cómo será el nuevo sistema. Una de las mayores novedades es que se eliminará la opcionalidad entre dos modelos de examen, lo cual, según ella, se introdujo para evitar que los estudiantes solo estudien una parte del temario. Así que, en vez de tener la opción de elegir tu camino, ahora todos tendrán que viajar por la misma autopista llena de señales de ‘peligro’.

Y ahí es donde viene la pregunta: ¿es necesario poner a los estudiantes en una situación donde todos tengan que lidiar con la misma carga? En mi experiencia, la personalización ha sido clave para que los alumnos se sientan motivados y preparados. ¡No todos aprendemos de la misma forma!

Hasta el análisis de ortografía entra en la pelea

Uno de los puntos más espinosos de la nueva selectividad parece ser la ortografía. ¡Oh, la ortografía! Esa cruel pira donde muchos hemos quedado quemados. Hasta ahora, Cataluña ha sido la única comunidad sin un límite de puntos que se pueden restar por faltas de ortografía. Sí, has leído bien: ¡sin límite!

La propuesta sugiere que se podría implementar un límite de faltas y que un mínimo del 10% de la evaluación se centrará en bien hecho los aspectos de ortografía, cohesión y presentación en todas las materias. Esto ha llevado a muchos a preguntarse: ¿es realmente necesario poner más presión sobre los estudiantes que están lidiando ya con un mar de incertidumbre?

Desde mi punto de vista, y más aun después de haber manchado más de un examen con mis demonios ortográficos, la ortografía es importante, sin duda, pero la calidad del contenido debería prevalecer. Recuerdo un examen donde, por alguna razón, decidí usar palabras que sólo había leído una vez, y resultaron un festín de typos. Aunque el examen fue medium, la experiencia fue un devastador cero.

Un cambio a mediana etapa: el dilema ético

Este escenario, ilustra perfectamente el dilema ético que enfrentan los estudiantes: cómo pueden adaptarse a estos cambios cuando ya están en medio del proceso educativo? El principal sindicato de enseñanza de Cataluña ha informado que “no se pueden cambiar las PAU a media etapa del bachillerato”. Pero, ¿qué pasa con la carga adicional para los docentes, que de repente tienen que rehacer toda la programación en un corto período de tiempo? Aquí es donde la unión y la organización se vuelven esenciales.

No se trata solo de los estudiantes; también hay un eco de preocupación entre los docents. Con 14,000 profesores en el sistema escolar catalán, cada uno con sus propias experiencias y desafíos, este nuevo esquema exige adaptación en todos los niveles, y eso puede ser abrumador.

La voz del alumnado: una fuerza a considerar

A lo largo de esta travesía, no hay que olvidar la voz del alumnado. Historias como las de Miquel y Sara son solo una representación de un espectro más amplio de desafíos. La única forma de avanzar es escuchar a estos estudiantes y tener en cuenta su perspectiva, ¿no crees?

A veces me pregunto: ¿no sería increíble si pudiera existir un sistema en el que los estudiantes realmente sean parte del proceso de toma de decisiones? Tal vez, un día, las únicas protestas que veríamos serían en un concierto de música en lugar de una plaza pública. Pero hasta entonces, es crucial que voces como la de estos jóvenes sean escuchadas y tenidas en cuenta.

Conclusión: un futuro incierto pero lleno de promesas

Así que aquí estamos, viendo cómo se despliegan las cartas en el juego de la educación en Cataluña. Este conflicto entre el deseo de una amplia evaluación y la realidad del estrés que enfrentan los estudiantes necesita más que análisis; necesita acción. La Selectividad de 2025 es el futuro inmediato de muchos jóvenes, pero necesitará también la empatía de todos los actores involucrados: estudiantes, docentes y la administración.

Las palabras de esos jóvenes resonarán en los pasillos de las instituciones educativas, y si algún día se nos recuerda como la generación que alzó la voz por un futuro mejor, entonces quizás, solo quizás, habremos hecho un poco de historia nosotros mismos.

¿Y tú, qué opinas sobre estos cambios en el sistema educativo? ¿Crees que hay formas más efectivas de evaluar a nuestros ciudadanos del mañana? Te invito a que, al igual que estos valientes estudiantes de Cataluña, levantemos la voz y sigamos el diálogo abierto. La conversación ha comenzado; ¿te unirás a ella?