La moda es un universo en si mismo, un mundo lleno de luces, glamour y —por qué no— un toque de locura. Uno de sus grandes embajadores en España es Lorenzo Caprile, un modista que ha logrado combinar su pasión por la alta costura con un enfoque genuinamente humano y realista de la vida. Si hay algo que me gusta de las figuras del espectáculo contemporáneo es que, a pesar del brillo y el glamour, también hay espacio para la humanidad, los anhelos y los retos cotidianos. En este artículo, exploraremos la vida de Lorenzo, su visión de la moda, su relación con la comida y esas reflexiones que nos hacen cuestionar el mundo en el que vivimos.

Lorenzo: Un maestro de la costura en medio del caos

En los últimos meses, gracias a una exposición dedicada a su obra, Lorenzo Caprile ha estado en boca de todos en Madrid. Imagina un lugar lleno de sus vestidos icónicos, cada uno de ellos contando una historia única. Es un poco como estar en una exposición de arte, pero en lugar de canvas, hay tela y aguja. Defiende su título de modista, afirmando con orgullo que el término “diseñador” es más un anglicismo que carece de sentido. ¡Sí, señor! Hablemos de arte, pero no olvidemos que en el fondo, la moda es un oficio.

Lo encontramos en su taller, en plena vorágine de trabajo. Según él, «en unas seis horas tengo que hacer lo que normalmente haría en cinco días». ¿Te imaginas salir de un taller después de una intensa jornada y aún tener la energía para cenar con la familia?

Pero, a veces, a Lorenzo se le olvida lo más básico… ¡comer! «No soy nada gourmet ni refinado,» confiesa entre risas. ¿A quién no le ha pasado que, en medio del frenesí de trabajo, se olvida de comer? Uno podría pensar que, siendo un modista de renombre, sus comidas serían de cinco estrellas, ¡pero no! Su placer culposo se resume en un bocata de lomo con pimientos de un bar cerca de su taller. Es pura honestidad en un mundo donde muchos tratarían de impresionar.

La gastronomía: un amor más que un espectáculo

La relación de Lorenzo con la comida es fascinante. Aunque a menudo se deja llevar por las exigencias de su profesión, es un hombre que valora lo casero. La cocina de autor, con sus elaboradas presentaciones, simplemente le da “pereza”. Al leer esto, recordé una vez que me invitaron a una cena elegante donde servían espaguetis en medallones de calabaza con espuma de no-se-sabe-qué. Estaba tan intrigado como hambriento.

Lorenzo, sin embargo, prefiere la autenticidad de los platos familiares. «Procuro alimentarme bien», dice. Y aunque él ha sido un hombre que lidiaba con su peso, encontrar su camino a través de la nutrición controlada no ha sido fácil. Siendo sincero, esto es una batalla que muchos de nosotros enfrentamos, solo que a veces no tenemos la misma audiencia que él.

Lo interesante es que no ha caído en las garras de las dietas milagro. En vez de eso, ha optado por un método supervisado por un nutricionista. Nos cuenta sobre su experiencia con una dieta cetogénica que le ayudó a perder casi 50 kg hace unos diez años. «Es aburrido, pero me enseñó a cambiar mis hábitos», admite con una sonrisa. Algo que muchos podríamos aprender, ¿verdad? La perseverancia es la clave.

La tortilla de patata: un clásico irresistible

Si hay un plato que despierta la pasión del modista, es la tortilla de patata. “Cada vez es más difícil encontrar una bien hecha”, se lamenta. En su mundo, sería el equivalente a encontrar una joya perdida en un mercado de pulgas. ¿No nos ha pasado a todos eso de buscar un plato estrella y terminar en un lugar donde la presentación parece más un experimento científico que una comida?

Entre risas y “críticas constructivas” sobre la huevina —ese sustituto que, según él, no tiene la misma alma que los huevos tradicionales— Lorenzo se sincera: «Los bares de toda la vida ahora están haciendo barbaridades». No sé tú, pero cuando me enfrento a una tortilla de patata de verdad, siento que todo está bien en el mundo.

Una mesa ideal: familia, amigos y buena conversación

Una de las reflexiones más acertadas que nos comparte es sobre lo que realmente debería estar en nuestra mesa ideal. Lorenzo afirma que no son los lujos ni la comida extravagante lo que importa, sino la compañía. «Cuando estás rodeado de personas que quieres, el sabor de la comida mejora automáticamente», dice.

Y, francamente, ¿quién puede argumentar en contra de eso? Recuerdo una cena con viejos amigos donde la comida era un mero acompañamiento. Las risas, lágrimas y anécdotas compartidas son lo que realmente hizo que esa noche fuera inolvidable.

El dilema del siglo XXI: comer consciente en tiempos de locura

Uno de los temas recurrentes en la conversación de Lorenzo es la búsqueda de autenticidad en un mundo lleno de contradicciones. Nos habla sobre el video viral en el que analiza un vestido de Shein y cómo, a pesar de ser elaborado, simboliza todo lo opuesto a lo que muchos de nosotros aspiramos: la sostenibilidad y la economía circular. ¡Vaya! Su discurso plantea una pregunta que todos deberíamos considerar: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar por un precio bajo?

Vivimos en una época donde la comida rápida y el vestuario desechable invaden el mercado, haciendo que reflexionar sobre nuestros hábitos parezca un lujo. Al menos yo me pregunto: ¿realmente sabemos lo que estamos consumiendo?

Momentos amargos y los sabores de la vida

«En esta vida, siempre hay piedras en el zapato», dice Lorenzo con sabiduría. En su viaje personal y profesional, ha habido momentos amargos que, aunque difíciles, le han enseñado lecciones valiosas. Esto es algo que resuena profundamente con todos nosotros. La realidad es que la vida no puede ser un constante camino de rosas; a veces, las espinas son nuestras mejores maestras.

Sin embargo, Lorenzo también se aferra a la alegría, afirmando que el verdadero aliño de la vida es ese equilibrio entre el trabajo y el placer. Su calidez y su enfoque humano nos recuerda que no debemos ser tan duros con nosotros mismos. Cada día trae sus desafíos, y es la suma de esos instantes lo que realmente cuenta.

Brindis por el futuro: deseos y esperanzas

Finalmente, cuando se le pregunta qué le pide al 2025, Lorenzo responde con una frase bien española: «Virgencita que me quede como estoy». Un brindis especial en un vaso de vermú madrileño simboliza su deseo por el equilibrio en medio del caos.

Entonces, brindar por la autenticidad, la pasión y la humildad es algo que debería resonar en todos nosotros. Al fin y al cabo, aunque cada uno de nosotros tenga nuestra propia historia, hay un hilo común en nuestras experiencias: el deseo de conectar, aprender y disfrutar de lo que realmente importa. ¡Salud!

En resumen, Lorenzo Caprile es el ejemplo perfecto de que la moda puede ser tan real y emocional como la vida misma. Ya sea con su enfoque práctico sobre la comida, sus reflexiones sobre el trabajo y el arte, o su forma de vivir con alegría, nos invita a todos a ver más allá de lo superficial. Si hay algo que realmente podemos tomar de su vida es la importancia de la autenticidad entre las costuras de la vida. ¿Y tú, qué historias llevas en tu «tela»?