La política puede ser un tema tan complicado como intentar armar un mueble de Ikea, ¿no creen? Con piezas que no encajan del todo, instrucciones confusas y, a veces, la sensación de que ni siquiera estamos seguros de lo que estamos tratando de construir. Esto me lleva a reflexionar sobre las elecciones en Bielorrusia y el actual presidente Alexandr Lukashenko, quien parece haber tomado un rumbo aún más inverosímil en su ya dilatada carrera política.

Esta semana, Lukashenko, quien nos ha estado brindando actuaciones dignas de un Oscar durante los últimos 30 años, se lanzó a las urnas con la plena confianza de que, esta vez, el guion sería el adecuado. Sin embargo, su confianza enfrenta el desafiante telón de fondo de las críticas internacionales y un considerable desdén por parte de la Unión Europea (UE). Al final del día, la pregunta que muchos se están haciendo es: ¿realmente importan estas elecciones, y si es así, para quién?

la indiferencia de lukashenko ante la crítica internacional

En un inusual despliegue de desdén, el presidente Lukashenko se mostró absolutamente indiferente ante las críticas de los líderes occidentales al afirmar que le importaba poco si los países occidentales no reconocen las elecciones del 26 de enero. «Las reconocen o no las reconocen, es cuestión de gustos», dijo con una sonrisa que claramente desmentía su retórica. Y aquí es donde se puede ver el verdadero espectáculo: un líder que no se preocupa por la validación externa mientras juega al gato y al ratón con la diplomacia internacional.

Imaginen que un día llegamos a una cena, y el anfitrión es Lukashenko. Despliega su mejor sonrisa y nos dice que el menú consiste en una «deliciosa» ensalada de engaño y una «exquisita» sopa de sofismos; al final del plato, simplemente nos encoge de hombros y dice: «Si no les gusta, es cuestión de gustos». ¿Cómo reaccionaríamos? La lógica dice que deberíamos levantarnos y salir, pero, lamentablemente, eso lleva tiempo y en esta cena, estamos atados a nuestras sillas.

Lukashenko destacó que finalmente la última palabra la tienen los bielorrusos. Pero, ¿qué significa esto en un contexto donde las elecciones se ven empañadas por la falta de credibilidad y la represión?

el contexto de un apodo temido: «el último dictador de europa»

Hay quienes dicen que un apodo puede ser una carga, pero en el caso de Lukashenko, parece que «el último dictador de Europa» le sirve como un escudo. Este apodo resonó fuertemente en los últimos días, especialmente tras los comentarios de figuras como Kaja Kallas, la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores. En sus redes sociales, Kallas fue firme: ¡esto es una «afrenta a la democracia»!

Desde los debates sobre su legitimidad hasta los llamamientos a no reconocer las elecciones, es evidente que la UE tiene su opinión clara. Pero, ¿los bielorrusos sienten lo mismo? Según las encuestas, un 82,5% de ellos están listos para apoyarlo. ¡Vaya sorpresa! Este porcentaje podría dejar a cualquiera rascándose la cabeza.

Imaginen por un momento que la próxima gran película de acción que van a ver en el cine termina siendo una comedia romántica insufrible. Una de las razones por las que esto sucede es la falta de autenticidad en sus protagonistas. Para Bielorrusia, Lukashenko es el protagonista que no se ha bajado del escenario, independientemente de la reacción del público.

la represión y la búsqueda de legitimidad

Hablando de autenticidad, la situación política en Bielorrusia ha estado marcada por un ambiente de represión y miedo. La represión de las libertades civiles y políticas está, en mi opinión, más dramatizada que cualquier película de Hollywood. En este contexto, cada elección se convierte en un acto de supervivencia para la oposición y los ciudadanos que aún abogan por sus derechos.

Imaginemos a un grupo de amigos que planean un viaje de aventuras en una montaña, pero son constantemente vigilados por un guardia que ha decidido que la diversión no es lo suyo. Esto es, en esencia, lo que enfrentan muchos en Bielorrusia, donde el miedo a la represión ahoga la voz del descontento.

La presión de la Unión Europea, que incluye la advertencia de que no reconocerá la legitimidad de estas elecciones, podría llegar a ser un catalizador para el cambio. Pero, por ahora, Lukashenko sigue firme en su puesto y asegura que está listo para mantener un diálogo. Curiosamente, parece que está dispuesto a dialogar, pero solo cuando lo considera conveniente.

la promesa de un futuro incierto

Como si esto fuera un thriller psicológico, las elecciones bielorrusas han generado una tensión palpable. Se estima que cerca de siete millones de bielorrusos serán llamados a las urnas, y esto provoca una mezcla de esperanza y ansiedad. La Comisión Electoral Central se prepara para lo que podría ser otra «farsa» electoral, como bien se ha descrito en los medios de comunicación.

Colocándonos en la piel de un ciudadano bielorruso, es fácil sentir la presión. ¿Deberíamos participar en este sistema que parece estar más diseñado para mantener al mismo conductor al volante que para ofrecer un cambio real? Es un dilema significativo. La vida se transforma en un acto de equilibrio constante entre el deseo de un futuro mejor y la lealtad a una historia familiar que, para muchos, ha sido privada de sus colores.

Recuerden cuando éramos niños y prometíamos que nunca nos convertiríamos en nuestros padres. Esta promesa ha sido quebrantada para muchos bielorrusos, que ven en Lukashenko una figura casi mítica.

el eco de la historia

Este no es el primer autoelogio electoral de Lukashenko, y estoy seguro de que no será el último. Un hombre que ha estado en el poder desde 1994 tiene toda una historia detrás: una historia que incluye tanto el sufrimiento como la resistencia en medio de una narrativa que parece no terminar nunca.

Con el eco de esos años pasados resonando en cada rincón de Bielorrusia, muchos empiezan a dudar si el cambio es realmente posible. La narrativa de resistencia es inspiradora, pero la esperanza se convierte en desesperación cuando uno se da cuenta de que todo comienza a parecerse a una película que nunca termina bien.

La sociedad bielorrusa se encuentra en un punto crucial. La pregunta es si el pueblo se unirá en este nuevo capítulo electoral y reivindicará su papel en la historia. Mientras tanto, Lukashenko reafirma su poder, mostrándose cada vez más indiferente a las críticas.

una reflexión final

Así que, después de contemplar este espectáculo bielorruso donde la realidad supera la ficción, me quedo con una pregunta en la mente: ¿habrá alguna vez un desenlace satisfactorio en esta historia? Sin duda, muchos bielorrusos están ansiosos por verlo.

Los que apoyan a Lukashenko sienten que su causa está siendo defendida, mientras que otros ruegan por un cambio. Mientras tanto, el resto del mundo sigue observando. Con cada elección, con cada declaración, y con cada represión, la historia de Bielorrusia sigue escribiéndose.

Es un momento que exige tanto nuestra atención como nuestra reflexión. A medida que los resultados preliminares se emiten, tal vez, solo tal vez, la voz del pueblo bielorruso pueda, finalmente, resonar sobre el repique ensordecedor del poder autocrático. Entonces, ¿quién ganará en esta lucha épica? La respuesta no está tan clara como un cielo despejado después de una tormenta, pero una cosa es cierta: el mundo está observando y nosotros también deberíamos hacerlo.