En la vida hay situaciones que nos dejan sin aliento. Cuando la naturaleza se desata, como ocurrió recientemente con la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en Valencia, quienes más sufren son, sin duda, los migrantes y las comunidades vulnerables. Si estamos aquí, en nuestro sofá, con nuestro café caliente, es fácil olvidar cuánto dolor y sufrimiento está ocurriendo ahí afuera. Pero no puede ser así. ¿Quiénes son realmente los olvidados en estas calamidades? Para responder a esta pregunta, haremos un recorrido por la experiencia de aquellos que están en la primera línea de la crisis en nuestro país.

Una realidad en la sombra

«Tienen miedo a ser deportadas porque ven que hay un despliegue policial muy relevante» — dice Andrea Sixto, presidenta de Médicos del Mundo Comunitat Valenciana. Con sus palabras, se abre un pequeño vistazo a la vida diaria de muchos migrantes que, ya de por sí, enfrentan un contexto de incertidumbre. Cuando el agua y el barro invaden sus hogares, lo último que quieren es ser identificados por las autoridades.

Como muchos de nosotros, ellos también tienen sueños, familias y esperanzas. Pero, a diferencia de la mayoría, se ven forzados a deambular en busca de refugio, muchas veces con un miedo palpable que los paraliza. ¿Te imaginas vivir así? Cualquier lugar que considerado seguro se convierte en una apuesta peligrosa. Los vecinos se convierten en la mano solidaria, llevando alimentos y agua a quienes más lo necesitan, pero aún así, ¿cómo pueden sobrellevar esta angustiosa situación?

El papel de las organizaciones humanitarias

Desde hace más de 30 años, Médicos del Mundo ha estado al frente de la batalla por la dignidad de los más desfavorecidos. La mayoría de sus 140 voluntarios cuentan con un perfil sociosanitario y están decididos a marcar la diferencia, aunque sus recursos parecen ser insuficientes para la magnitud del desafío.

La red de apoyo entre organizaciones se vuelve crucial en situaciones como esta. Como dice Andrea, «en solitario sería imposible avanzar en cuestiones de este calibre.» Esto resuena con el viejo refrán de que “la unión hace la fuerza”. Pero, ¿cuántos de nosotros conocemos a fondo el trabajo y la dedicación que requiere este esfuerzo? Si bien las redes sociales están llenas de influencers mostrando su “solidaridad”, el verdadero trabajo ocurre en la sombra y a menudo pasa desapercibido.

Casa Marruecos: Un enfoque basado en la comunidad

Boutaina El Hadri, vicepresidenta de Casa Marruecos, también comparte su experiencia. Al principio, ante la devastación inmediata, su comunidad se centró en tareas urgentes: limpieza de viviendas inundadas, distribución de comida y agua. Pero ahora, su enfoque se ha ampliado a preparar platos calientes y donar productos de limpieza e higiene.

Lo que me llama la atención es que la comida que distribuyen es totalmente halal. Esta es una pequeña pero significativa muestra de respeto hacia la diversidad cultural que a menudo se pasa por alto. Pero, ¿sería tan complicado tener en cuenta estas particularidades en momentos de crisis? El Hadri ataca un punto sensible: la escasez de suministro en las carnicerías ha dificultado muchísimo el abastecimiento para muchos musulmanes en Valencia. Tristemente, la escasez alimentaria en un momento de crisis es, irónicamente, otra crisis paralela.

Un telón de fondo de desinformación y miedo

El miedo a la deportación está basado en una realidad palpable: si eres migrante y no estás regularizado, el contacto con las administraciones puede parecer más peligroso que útil. Tal y como menciona Andrea, muchos migrantes sienten desamparo y desconocimiento sobre sus derechos, incluso en temas tan básicos como el acceso a la salud universal.

Ah, la burocracia… ¿alguna vez te ha hecho sentir insignificante? Imagina que el simple acto de registrarte como residente se convierte en un laberinto donde hay atajos peligrosos que podrían llevar a una deportación. El empadronamiento, una puerta de entrada a la salud y otros servicios, se transforma en un muro de contención que muchos temen abordar.

Dana viene a agravar una situación que ya era complicada antes. Ya sabes, como ese compañero de clase que se sienta justo a tu lado en cada examen y que parece tener un talento especial para hacerte sentir incómodo. En este caso, la DANA no solo ha desbordado ríos, sino también las fragiles expectativas de una vida digna.

Las condiciones de vida tras el desastre

Si antes la precariedad era el pan de cada día, ahora es una forma de vida aún más horrible. Según Andrea, muchos núcleos familiares en la periferia ya lidiaban con condiciones bajas antes de la devastación; ahora, enfrentan una catástrofe que hace que lo que era usable quede hecho trizas. «Nos han llegado casos de familias que han perdido hasta lo que tenían», remarca, con una preocupación inmensa dibujada en su rostro.

Sin embargo, la ultraderecha no pierde tiempo: mientras algunos intentan ayudar, otros propagan rumores y bulos, invocando sentimientos de odio y xenofobia. ¡Increíble! Pasar de ser rescatador a ser el villano en la historia. ¿Hasta dónde llega el desastre emocional de estas comunidades? La búsqueda de chivos expiatorios en momentos de crisis es un fenómeno viejo y triste, pero ¿realmente necesita la sociedad caer en ese juego?

Lucha contra la desinformación

Boutaina y Andrea están en constante guerra contra la desinformación. «Hay que promover una cultura de la denuncia para afrontar los bulos,» dice El Hadri. Es alucinante pensar cómo en el siglo XXI, con tanto acceso a información, aún se propagan tales mentiras con tanta facilidad. Pero eso es la vida real, ¿no? Las almas vulnerables siempre son las primeras en caer en el fuego cruzado.

La narrativa de que los migrantes son responsables de los problemas de “los españoles” provoca una serie de consecuencias devastadoras. Como clientes de “la tragedia humana” que somos, debemos ver más allá de nuestra propia comodidad. Andrea lo dice claro: «La solidaridad debe prevalecer sobre el rechazo.» Ahora más que nunca, es tiempo de preguntarnos: ¿cómo podemos aportar?

Reflexionando sobre el camino hacia la acción

Dediquemos un momento a reflexionar. Todos somos parte de una sociedad que, a veces, se siente como un barco a la deriva. Muchas veces, simplemente no sabemos qué hacer. Si no vas a hacer una donación monetaria, ¿qué tal donar tu tiempo? Visitar a un albergue o incluso apoyar campañas de sensibilización puede marcar una gran diferencia.

En un momento en que el cansancio emocional es palpable —no solo por el clima, sino por todo lo que nos rodea—, la empatía es nuestro mejor recurso, la única brújula que nos puede guiar. Como dice el viejo proverbio, «No se puede tener un oasis sin un desierto.» ¿Cómo podríamos cultivar un futuro donde cada ser humano, independientemente de su origen, pueda vivir con dignidad?

Conclusiones

La reciente DANA en Valencia ha exacerbado la precariedad y la lucha de los migrantes, especialmente aquellos sin regularizar. A medida que navegamos por un mar de noticias preocupantes y bulos, es nuestro deber como sociedad no solo visibilizar, sino también actuar. Las historias de solidaridad son esperanzadoras, pero no debemos olvidar que la lucha aún continúa.

¿Te has preguntado alguna vez cómo lidiar con tu propia incomodidad mientras observas el sufrimiento ajeno? La verdad es que todos podemos hacer algo. La próxima vez que veas a alguien en necesidad, tal vez puedas recordar esta historia, recordar que detrás de la cifra hay un ser humano deseando ser visto, escuchado y comprendido.

Así que, mientras te acomodas en tu sofá con esa taza de café, pregúntate: ¿qué hará este día diferente?