La música tiene una forma curiosa de entrelazarse con nuestra vida. Para algunos, es un simple pasatiempo; para otros, es una forma de supervivencia. En este sentido, el regreso de La Raíz, un grupo de rock valenciano que tuvo a todos cantando a su ritmo, no solo marca un regreso musical, sino también una celebración de amistad, madurez y, por supuesto, de mucha emoción. ¿Quién no ha sentido esa magia cuando el acorde perfecto suena justo en el momento adecuado?

Recuerdos de la infancia: el amor por la música

Siempre recordaré la primera vez que asistí a un concierto. Era un caluroso verano y, como muchos adolescentes, estaba lleno de energía y expectativa. Mis amigos y yo, ataviados con camisetas de bandas icónicas, sudábamos mientras esperábamos a que la banda subiera al escenario. La adrenalina se siente en el aire, una mezcla de risas nerviosas y promesas de que esta noche sería memorable. Y ahí, en medio de tanto entusiasmo, empecé a comprender el poder de la música.

Ahora, en un año tan peculiar como el 2024, me encuentro con La Raíz volviendo a dar conciertos como si el tiempo no hubiera pasado. Después de seis años de separación, ellos se reúnen nuevamente para bombear esa misma energía en un escenario abarrotado —el WiZink Center, para ser exactos—. Con una audiencia de 17.000 personas, el concierto no solo fue un evento musical; fue una celebración colectiva, un suicidio emocional a cualquier corona de normalidad que pudiéramos haber estado llevando.

El renacer del rock valenciano

La historia de La Raíz se remonta a un proyecto autogestionado en Gandía. Como un grupo de 11 amigos que decidió que vivir de la música no era un sueño, sino un objetivo alcanzable, lograron unir sus talentos para generar algo poderoso. ¿Quién no ha querido formar parte de algo así? Una banda de amigos, cuyo ritmo y letras resuenan en nuestras vidas, convirtiendo lo ordinario en algo extraordinario.

Para Pablo Sánchez, el frontman del grupo, y sus compañeros, la música siempre ha sido una forma de arte arraigada en una profunda conexión emocional. ¿Te imaginas estar en escena, frente a miles de personas, con el corazón latiendo al ritmo de tus propias letras? Me parece imposible no sentirse abrumado. Y así fue como, en un momento álgido de su carrera, decidieron despedirse.

Un adiós temporal

El momento del parón fue un punto de inflexión. «Estaba en una etapa de mi vida complicada», cuenta Pablo. Después de convertirse en padre y mientras su mente estaba llena de nuevos proyectos, dejó la música en pausa. Después del tormentoso inicio, una mezcla de ansiedad y expectativa, La Raíz parece haber encontrado de nuevo su lugar en el escenario.

«Era un examen para nosotros», añade Julio Maloa, mientras sus ojos relatan una historia de nerviosismo. La primera presentación de la gira fue tanto un momento de catarsis como de reencuentro. ¿Te imaginas regresar después de tanto tiempo y ver cómo la gente canta cada letra de tus canciones? Una experiencia impresionante, ¿no crees?

La música nunca se detuvo

A pesar de su ausencia, la música de La Raíz nunca dejó de sonar. En cada fiesta, en cada verbena y en cada rincón de España, sus canciones estaban presentes. ¿Acaso hay algo más entrañable que recordar una canción que te hace estallar de risa o una que te arranca una lágrima? «¡Su música sonaba en todas las fiestas de pueblo!», dice Sen-K al recordar. Sin embargo, no todos los recuerdos son positivos. Algunos de ellos admiten que evitaban las fiestas porque su música les hacía revivir el pasado con un tumulto de emociones.

Es fascinante cómo los artistas, aun sin estar en el escenario, pueden mantener alive sus huellas en la memoria colectiva. En la actualidad, escuchar «Entre poetas y presos» o «A la sombra de la sierra» puede provocar sonrisas nostálgicas mientras, al mismo tiempo, nos recuerda las batallas que enfrentaron.

Las letras que nos mueven

Uno de los aspectos que caracteriza a La Raíz es su capacidad para entrelazar la música con la reivindicación política. En su colección de letras, hay un mensaje claro: la política y el arte son inseparables. «¡Todo es política!», menciona Pablo Sánchez con un brillo en sus ojos. Al hablar sobre su tierra, Valencia, comparte las frustraciones de ver su hogar marcado por la corrupción y el abandono.

La música, principalmente su estilo, es un grito de resistencia. ¿Puedes imaginar cómo un simple acorde puede transformar un mensaje de lucha en un canto de esperanza? Así, en medio de amplificaciones de guitarra y percusiones vibrantes, La Raíz retrata una Valencia viva y llena de historia.

Un punto de inflexión histórico

Y no todo ha sido música y festivales. En medio de su gira, también han tenido que enfrentarse a ciertas realidades, como la devastación causada por la Dana en 2019, que arrasó por muchos pueblos. Con amigos y familiares afectados, los músicos han experimentado en carne propia la resiliencia de su gente. “¿Dónde estaban los responsables?”, se pregunta Pablo, señalando la impotencia que siente al ver a su pueblo en crisis. La música a menudo tiene un poder terapéutico, pero también es un medio para promover el cambio y la conciencia.

Conclusión: un nuevo comienzo

Así que aquí estamos, casi seis años después de su separación, con La Raíz de regreso al escenario. Su viaje es una poderosa lección sobre la amistad y la pasión, un recordatorio de que nunca es demasiado tarde para volver a hacer lo que amas.

Su experiencia en el WiZink Center es un testimonio de que, aunque haya pasado el tiempo, el amor por la música y la comunidad sigue vivo. Es un viaje, un proceso de transformación. La Raíz no solo ha vuelto a la música; también ha vuelto a sus raíces, unidas más que nunca, listas para compartir su historia con el mundo.

Porque al final del día, todos queremos ser parte de algo. La Raíz nos recuerda que la música tiene el poder de unir y de curar. Después de todo, ¿qué sería de nosotros sin esa energía colectiva que nos hace vibrar en un concierto? A veces, entre risas, lágrimas y acordes, encontramos no solo canciones, sino también un trocito de nuestro corazón.