En el mundo actual, cada vez es más común escuchar sobre la lucha contra la violencia sexual. Desde las revelaciones del movimiento #MeToo hasta las iniciativas de diversas organizaciones, el tema está más presente que nunca. Sin embargo, ¿qué ha cambiado realmente? ¿Estamos más cerca de proporcionar un entorno seguro para las víctimas? Vamos a explorar esto a fondo.

La importancia de la visibilidad y la denuncia

Cuando se trata de violación y agresiones sexuales, la visibilidad es crucial. En 1976, la abogada Gisèle Halimi decía en televisión que «lo escandaloso no es denunciar la violación, lo escandaloso es la violación en sí misma». Esta afirmación resuena todavía hoy. La idea de que las víctimas deben ser empoderadas para hablar libremente sobre sus experiencias es fundamental. ¿Quién podría imaginar que, después de tantos años, seguiríamos lidiando con el estigma que rodea a la denuncia de estos actos atroces?

Recuerdo un momento en mi vida en que una amiga cercana me compartió su experiencia de violencia sexual. Su miedo a hablar me impactó profundamente. Me preguntaba: «¿Por qué debería sentir vergüenza por algo que le hicieron a ella?» Ese tipo de sentimientos son los que necesitamos eliminar de nuestra sociedad. La única vergüenza debería ser para los violadores y agresores.

La resistencia al cambio: un camino espinoso

A pesar de los esfuerzos, la resistencia al cambio sigue siendo fuerte. En muchos círculos, aún se habla de «la cultura de la violación», donde las mujeres son culpabilizadas por lo que les sucede. Si me lo preguntas, ninguna mujer tiene que justificar por qué no «se buscó» la agresión. ¿Cuántas veces hemos escuchado la opinión del que «no se cree que eso le pase a alguien conocido»? Es hora de que esto cambie.

Un gran número de activistas y organizaciones han empezado a hacer luz sobre este fenómeno, pero el trabajo apenas comienza. Lo que estremece es la percepción general del delito, que a menudo está mediada por mitos y estereotipos. Volvemos a una pregunta que nos concierne a todos: ¿cómo podemos desmantelar este paradigma colectivo? Lo que necesitamos es educación, pero no solo para las víctimas, también para los potenciales agresores.

La educación como herramienta de cambio

Si hay algo claro, es que la educación debe ser la clave. Ciertas iniciativas están mostrando resultados prometedores: talleres sobre consentimiento en las escuelas, cursos sobre cómo identificar comportamientos tóxicos en las relaciones, y campañas para cambiar la narrativa en torno a la violencia sexual. ¡Hasta hay memes sobre el consentimiento! ¿Quién lo diría? No obstante, a veces me pregunto si los memes son suficientes.

Además, en un contexto donde las figuras públicas a menudo propagan discursos dañinos, es esencial que aquellos en posiciones de influencia también jueguen su papel. El maravilloso mundo de las celebridades a menudo puede tener un impacto más significativo que el de cualquier activista. Pero, ¿cuántas veces nos encontramos con declaraciones desafortunadas? Famosos como Justin Bieber o las Kardashian han hecho declaraciones que nos dejan más confundidos que aliviados.

Rompiendo el tabú de la víctima

Otro aspecto que merece ser discutido es el tabú de la víctima. En una cultura que glorifica la fuerza y la resistencia, muchas personas creen que una víctima debería «superar» lo ocurrido. La verdad es que el proceso de sanación es muy personal. Cada uno tiene su tiempo y espacio para lidiar con el trauma. A veces solo necesitas una buena taza de café y una charla sincera con un amigo.

Quien me conoce bien sabe que tengo una particular fascinación por las series de televisión. Ver la forma en que algunas producciones abordan el tema puede ser desalentador. ¿Acaso están dramatizando la experiencia de la víctima o están dando una voz necesaria al sufrimiento? Servicios de streaming como Netflix han empezado a producir contenido que trata temas de violencia sexual con un enfoque más realista, como la serie «Sex Education». Pero, ¿alguna vez pensaste en el impacto que podrían tener esas historias en la vida real?

El papel de la ley y las políticas públicas

No podemos obviar el papel de las leyes y políticas públicas cuando hablamos de violencia sexual. Aunque ha habido avances, como la inclusión de políticas de consentimiento en varios países, aún nos falta un largo camino por recorrer. A menudo me pregunto si los legisladores están al tanto de las realidades que enfrentan las víctimas a diario.

Por ejemplo, en muchos países, las leyes sobre la agresión sexual son confusas y, a veces, obsoletas. En algunos lugares, se exige una “prueba de resistencia”, lo cual es risible y ofensivo para aquellos que han sufrido una agresión. ¿Cómo es posible que en 2023 todavía estemos discutiendo estas cosas? El lenguaje en las leyes también tiene que evolucionar. Hablar de “víctimas” y no de “mujeres”, por ejemplo, ayuda a ver que la violencia puede afectar a cualquier persona, independientemente de su género.

La necesidad de contar historias

El poder de contar historias es innegable. Muchas víctimas encuentran fuerza en abrirse y compartir sus experiencias. Como cuando en una reunión de amigos alguien comparte algo profundo y todos nos unimos en apoyo, ¡es el poder de la comunidad! Precisamente por eso, se han creado plataformas donde las víctimas pueden expresar sus vivencias sin miedo al juicio. Pero ¿quiénes se animan a contar su historia verdaderamente?

Es importante reconocer que cada relato es una pieza de un rompecabezas mucho más grande: la eliminación de la violencia sexual. Escuchar a los demás, así como a nosotros mismos, se convierte en un camino para sanar. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿estamos creando círculos de apoyo en nuestros entornos?

Nuevas tecnologías y su impacto

Las nuevas tecnologías son un arma de doble filo en esta lucha. Si bien pueden ser herramientas de empoderamiento (pensemos en las redes sociales como una plataforma para compartir experiencias), también pueden ser un campo de batalla en contra de las víctimas. El ciberacoso es una realidad aterradora y muchas veces silenciada, donde las personas son acosadas por sus experiencias pasadas. Es como salir a buscar justicia y encontrarse atrapado en un laberinto de odio y desprecio.

Los desafíos que trae la tecnología son considerablemente complejos. Con la llegada de plataformas como TikTok y la viralidad instantánea de contenido, se nos presentan dos caras de la misma moneda. En lugar de ser sólo un canal de denuncia, ¿puede convertirse en un lugar para la catarsis colectiva? Tal vez sí, pero depende de cómo decidamos abrazar esta herramienta. ¿Estamos listos para ello?

Reflexionando hacia futuro

Se ha recorrido un camino muy largo desde las palabras de Gisèle Halimi. Aunque hemos avanzado, el recorrido aún es extenso. Cada vez que alguien se atreve a hablar, estamos un paso más cerca de derrocar la cultura de la violencia. Pero, ¿qué papel estamos dispuestos a desempeñar? Es fácil quedarse al margen y pensar que no podemos marcar la diferencia, pero todos tenemos una voz y una historia que contar.

El tema de la violencia sexual, me parece a mí, no es exclusivamente de las mujeres. Es una lucha que nos concierne a todos. Así que, la próxima vez que te encuentres en una conversación sobre el tema, ¿estás dispuesto a ser esa voz que empodera a otros? No se trata de encontrar una respuesta rápida o sencillamente señalar con el dedo; se trata de creer en la voz de las víctimas y estar dispuesto a escuchar y aprender.

Un futuro mejor es posible, y dependerá de cada uno de nosotros contribuir a ello. ¿Te animas a dar ese paso?