En una era donde las crisis medioambientales son más evidentes que nunca, las voces de jóvenes activistas como Marina Gros Breto se alzan con fuerza. Esta biotecnóloga aragonesa ha dedicado su vida a la defensa del medio ambiente, convirtiéndose en un modelo a seguir para una generación que, harta de las decisiones erradas de sus predecesores, está decidida a exigir cambios. ¿Te imaginas el valor que se necesita para luchar contra un sistema que prioriza el beneficio económico sobre la salud del planeta? Es un reto monumental, pero Marina no lo enfrenta sola.
Un premio con un significado profundo
Recientemente, el Instituto de Juventud (Injuve) concedió a Marina un premio en la categoría de medio ambiente por su trabajo en proyectos como la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón y la red Gas No es Solución, donde, desde Huesca, forma parte de la organización Ecologistas en Acción. Aunque el reconocimiento sea individual, ella lo considera un logro colectivo. Después de todo, ¿quién puede realmente cambiar el mundo en solitario? La respuesta es clara: nadie.
Marina tiene un punto muy válido: “Los jóvenes tenemos un derecho innegable a alzar nuestra voz, ya que nos vamos a enfrentar a las consecuencias de una crisis climática que no hemos causado nosotros”. Sus palabras nos invitan a reflexionar sobre el peso de las decisiones tomadas por generaciones anteriores. ¿No resulta un poco injusto que ellos y ellas se tienen que hacer cargo de problemas que no causaron?
¿Por qué el gas no es una solución?
En sus intervenciones, Marina destaca que el gas, que muchos aún defienden como una alternativa a las energías más sucias, es en realidad un gran engaño. ¿El motivo? “Tiene consecuencias brutales en los países donde se extrae y potencia la crisis climática”, explica con certeza. Para entenderlo mejor, pensemos en la proverbial “fuente de energía limpia”. ¿Qué significa eso realmente? En los hechos, muchos países sacrifican sus ecosistemas, comunidades y salud por un recurso que, al fin y al cabo, no es sostenible.
Por ello, propone un cambio hacia energías renovables. La pregunta aquí es: ¿por qué no hemos hecho esta transición antes? “Se debe evaluar qué usos se están haciendo del gas fósil y si realmente necesitamos mantenerlos”, nos dice Marina. Un enfoque más inteligente sería aplicar soluciones como la aerotermia o la solar térmica. Pero, claro, estos cambios requieren tiempo, esfuerzo y, sobre todo, un cambio de mentalidad.
La batalla por las montañas de Aragón
Marina no solo se queda en el campo de la teoría; su activismo se manifiesta de forma tangible en su trabajo con la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón. Con muchos proyectos amenazando el entorno natural, incluidos ambiciosas telecabinas diseñadas para conectar estaciones de esquí, la lucha se vuelve feroz. Ella describe un proyecto para unir las estaciones de Astún y Formigal que, de concretarse, podría arrasar el glaciar de Canal Roya.
La población se ha movilizado, y no solo en las redes sociales. Presionando desde diversas instituciones europeas, lograron incluso presentar el caso en el Parlamento Europeo. ¡Es todo un logro! Pero el activismo está lejos de haber terminado; otros proyectos similares acechan el entorno natural. ¿Cuántas veces debemos luchar para preservar lo que aún tenemos?
Marina es consciente de que es complicado imaginar un turismo verdaderamente sostenible en un mundo que, por años, lo ha tratado como un recurso inagotable. A menudo, los pueblos rurales se ven atrapados en una especie de “ibizificación”, en la que la especulación inmobiliaria pone en riesgo la vivienda de los trabajadores que sostienen el turismo.
Políticas climáticas en Aragón: un desafío constante
Las políticas medioambientales en Aragón dejan mucho que desear. El gobierno, tanto actual como anterior, ha sido criticado por carecer de un verdadero cuestionamiento del modelo económico. En su lugar, solo se plantean leyes que benefician a los oligopolios energéticos. Marina destaca que lo que deberían hacer es preguntarse: “¿Qué tipo de proyectos queremos en nuestro territorio?”. Sin embargo, la visión parece estar atrapada en un ciclo corto de ganancias rápidas sin considerar el daño a largo plazo que podrían causar.
“Los centros de datos están surgiendo como hongos, pero, ¿realmente plantean un beneficio social significativo?”, cuestiona. La preocupación por el impacto en el consumo de agua y energía es crítica, y más vale que empecemos a escuchar a quienes saben.
La intersección entre feminismo y medio ambiente
El viaje de Marina en el activismo se enmarca en un concepto que cada vez cobra más fuerza: el ecofeminismo. Esta corriente busca entrelazar el feminismo y la ecología, cuestionando la lógica de dominio que ha llevado tanto a la explotación de la naturaleza como a la opresión de las mujeres. ¿Sabías que fue Françoise d’Eaubonne quien acuñó este término en 1974? Desde entonces, figuras como Vandana Shiva y Yayo Herrero han continuado profundizando en esta ideología.
Cuando Marina eligió estudiar biotecnología, lo hizo con el ferviente deseo de cambiar el mundo desde la investigación. Pero pronto se dio cuenta de que muchas investigaciones se llevaban a cabo con fines dañinos. Esto la llevó a unirse a Ecologistas en Acción, donde actualmente procura forjar un camino donde el feminismo y la conciencia medioambiental cobren protagonismo. En su entender, el ecofeminismo no busca solo defender el entorno natural, sino cuestionar por qué permitimos que nuestra existencia sea dominada por lógicas extractivas.
Reflexionando sobre el futuro
La labor de Marina y otros jóvenes activistas puede parecer una batalla cuesta arriba, pero contar sus historias es fundamental. El ecofeminismo resuena en nuestra sociedad contemporánea porque invita a todos en el camino hacia un futuro más sostenible y justo.
Después de todo, la interdependencia y la ecodependencia son la clave. En palabras de Marina: “No podemos vivir al margen”. Y eso es algo que todos, desde nuestras respectivas trincheras, deberíamos recordar.
Así que la pregunta sigue en pie: ¿qué papel vamos a jugar en todo esto? Si los jóvenes como Marina están dispuestos a arriesgarse por el futuro del planeta, ¿no deberíamos todos unirnos a la causa?
Conclusión
Mientras celebramos los logros de figuras como Marina Gros Breto, recordemos que su lucha representa no solo su voz, sino la de una generación que anhela una transformación verdadera en la manera en que vemos y cuidamos nuestra tierra. Desde protestas en las montañas de Aragón hasta debates sobre energías renovables y derechos de las mujeres, su activismo es un poderoso recordatorio de que, a veces, luchar por lo correcto puede ser, de hecho, lo más lógico.
Es nuestro momento de actuar, pero ¿estamos listos para hacerlo? La respuesta está en nuestras manos, y quizás, solo quizás, Marina sea la guía que necesitamos para no desviarnos del camino.