Desde la mejor barra de un bar en Sevilla, un lugar donde el sonido del hielo al caer va de la mano con las risas y las historias de cada cliente, me encuentro reflexionando sobre la realidad del periodismo y la vida. ¿Quién es Emilio Vara Dorado? Bueno, soy un periodista frustrado —o eso quiero creer—, pero en realidad me gano la vida sirviendo como un psicólogo de barra. Entre papelones de grasa y cuartillas de tinta, me esfuerzo por encontrar la poesía en lo cotidiano y la verdad entre sorbos de cerveza.

Pero, ¿alguna vez has sentido que el tiempo se te escapa mientras disfrutas de una buena conversación? Eso me ocurre a mí todos los días. Vivo tan despacio que el amanecer se siente como otro capítulo de mi novela; uno que aún está por escribirse. Pero hoy, querido lector, no estoy aquí solo para hablar de mí, sino para profundizar en la relación entre el periodismo y la vida, y cómo, a menudo, se confunden en una misma narrativa.

La sala de urgencias permanente: Una realidad inquietante

La vida moderna se siente como una sala de urgencias permanente. Todos estamos atrapados en un vaivén de noticias de última hora, ansiedad social y un océano de información que nos ahoga cada vez más. Ciertamente, no hay que ser un genio para notar que la atención está constantemente dividida entre el último escándalo político y el último meme viral. ¿Quién no ha sentido esa necesidad apremiante de estar siempre “al tanto”?

Recuerdo una vez que intenté desenredar un escándalo político mientras preparaba un cóctel. Mis manos eran una mezcla de agitación y destreza, y mientras hablaba con los parroquianos, la información fluía como el gin en mi shaker. Pero a veces pienso que la verdadera noticia no es lo que hablamos, sino cómo nos afecta todo eso. ¿Realmente necesitamos ser tan conscientes de todo?

El periodismo y sus vertientes literarias

La esencia del periodismo, al menos en mi humilde opinión, es narrativa. Lo que me atrajo hacia esta profesión fue la capacidad de contar historias que resonaran en los corazones de las personas. El periodismo literario es como una danza entre la ficción y la realidad. En un artículo, una buena descripción puede transportarte a otro lugar, mientras que un anecdótico puede hacerte reír o llorar. A menudo me pregunto: ¿qué más necesitas para que una historia sea real?

Pero también hay una línea muy fina entre informar y entretener. He visto a colegas perderse buscando la última primicia, a costa de la veracidad. En el fondo, todos somos seres humanos con defectos y virtudes, manejando historias que a menudo son más complejas que lo que aparecen en primera página.

La pasión como motor del periodismo

Decir que tengo pasión por el periodismo sería como decir que a un pez le gusta el agua. ¡Es imprescindible! Cada vez que escribo, siento que parte de mí se comunica con el mundo exterior. Mis anécdotas de vida, esas que me han hecho reír y llorar, son las que enriquecen mis relatos. Un periodista que no se atreve a mostrar su vulnerabilidad se convierte en un simple reportero, un transcriptor de eventos.

Por eso, en mis momentos de reflexión detrás de la barra, me gusta compartir mis historias. Hablar de mis agonías y mis alegrías, de mis fracasos en el amor como si de una crónica se tratase. Y qué mejor manera de conectar con la gente que contándoles que, al final del día, todos queremos lo mismo: ser escuchados y ser comprendidos.

Las chacinas y palabras llenas de sabor a Sevilla

En Sevilla, la gastronomía es un lenguaje propio, una forma de comunicar emociones. La chacina es para nosotros, los sevillanos, lo que la tinta es para un escritor. Hablar de salchichón del bueno, de jamón ibérico, no solo es hablar de comida, es hablar de cultura, de tradiciones, de la forma en que nos unimos en torno a una mesa para compartir las penas y alegrías.

¿Y qué decir de los bares? Son los templos donde se construyen las relaciones. He pasado noches en las que las charlas profundas emergen de un buen vino, acompañadas de risas y un par de lágrimas en los ojos. Esas conversaciones son el material del cual se ha forjado mi amor (platónico, claro) por el periodismo.

La necesidad de vivir despacio

A veces me detengo a pensar en lo que significa vivir despacio. 🌅 Se siente revolucionario en un mundo donde todos corren. Mi ritual matutino implica dedicar unos minutos a observar el horizonte antes de que el sol despierte. Esa pausa, ese respirar antes de saltar a la vorágine diaria, es lo que me hace sentir vivo. Pero, ¿te has dado cuenta de lo poco que hacemos esto? La modernidad nos empuja a la velocidad constante; raramente nos permitimos “no hacer nada”.

Hay un momento de calma que se encuentra entre el caos de la vida moderna; un momento donde las palabras pueden convertirse en poesía. La vida es un océano de experiencias, y cada conversación es una ola que nos empuja o nos arrastra.

La empatía: un arte olvidado entre las noticias

La empatía es ese ingrediente secreto que parece haberse olvidado en las redacciones. En un mundo donde el «clickbait» y el sensacionalismo predominan, recordar que hay personas detrás de cada noticia es cada vez más relevante. En este sentido, mi trabajo como psicólogo de barra me ha enseñado que todos tenemos una historia que contar.

Un día, un cliente llegó a hablarme de su tristeza tras perder a un ser querido. Mientras le servía una caña, comprendí que más allá de haber leído sobre pérdidas y duelo en libros, era la empatía lo que realmente me ayudaba en esos momentos. Cuando una persona se abre y comparte su dolor, se permite crear una conexión auténtica.

Es crucial volver a conectar como sociedad, a recordar que los que aparecen en los titulares también son humanos, con sueños, con temores, con alegrías. ¿No es cierto que, en el fondo, todos deseamos un poco de compasión en un mundo que a menudo puede parecer frío?

La ironía de lo efímero en un mundo sólido

¿Te has dado cuenta de cuán efímeras son las tendencias y las noticias? Un día estamos hablando del último escándalo de una celebridad; al siguiente, ya es historia. La ironía de vivir en un mundo de información tan sólida y, al mismo tiempo, tan efímera es desconcertante.

Recuerdo un incidente cuando el último dispositivo de moda salió al mercado. Todos estábamos obsesionados, discutiendo sus características en cada barra. Pero, cuando volví a mirar un par de semanas después, la gente había vuelto a sus rutinas. Lo que fue relevante un día, se convierte rápidamente en una anécdota olvidada. ¿Es esto lo que queremos?

Es fundamental encontrar ese equilibrio entre estar informado y vivir realmente en el presente. Quiero decir, ¿quién puede disfrutar de un buen vino si está pendiente de lo que está sucediendo en las redes sociales? Encontrar ese balance ha sido uno de mis mayores retos personales.

Reflexiones finales: el periodismo en un mundo que cambia

Así que aquí estoy, un periodista frustrado que se ha encontrado en el papel de psicólogo de barra, reflexionando sobre lo que significa vivir en este mundo saturado de información. Al final del día, la pasión por contar historias y escuchar a las personas son los verdaderos motores de mi vida.

Mientras sigo aprendiendo a combinar las palabras y las emociones en mi trabajo, me aferro a la idea de que el periodismo verdadero se nutre de nuestra humanidad. Nos enfrentamos a un futuro incierto lleno de rápidos cambios, pero una cosa es segura: siempre habrá historias por contar, y siempre habrá un bar donde compartirlas.

Así que la próxima vez que te sientas abrumado por las noticias, recuerda detenerte un momento. Respira y considera cuántas historias quedan por delante, cuántas vidas se cruzan en cada verso y cuánto hay que aprender de cada trago compartido. Porque, al final del día, eso es lo que realmente importa.