La Universidad de Barcelona (UB) se encuentra en el centro de un torbellino mediático y social debido a un presunto caso de acoso sexual que ha levantado múltiples voces críticas y han puesto de manifiesto la necesidad urgente de abordar el tema del acoso en las instituciones educativas. En un mundo donde cada vez más personas están dispuestas a alzar la voz sobre su experiencia, el procedimiento de la UB revela tanto avances como retos persistentes en la lucha contra esta problemática.

El contexto y la denuncia

En septiembre de 2023, una alumna de la Universidad de Barcelona decidió dar un paso valiente al presentar una denuncia interna ante la Unidad de Igualdad. Su acusación fue contra un profesor, quien supuestamente había protagonizado conductas de acoso sexual que van desde comentarios inapropiados hasta tocamientos no deseados. La denuncia fue un grito desesperado por justicia en un sistema que a veces parece estar diseñado para silenciar más que para escuchar.

La importancia de este caso no radica únicamente en la denuncia en sí, sino en el hecho de que como sociedad estamos empezando a enfrentar la realidad del acoso sexual en espacios que tradicionalmente han sido considerados seguros e intelectuales: nuestras universidades. ¿Por qué debería una estudiante sentirse insegura en el lugar donde se supone que se fomenta su aprendizaje y crecimiento? La respuesta, lamentablemente, se relaciona con una cultura que puede pasar por alto o incluso permitir estos comportamientos.

Medidas temporales, pero falta de acción definitiva

La Universidad de Barcelona, tras recibir la denuncia, activó su protocolo para la prevención y actuación contra el acoso sexual. Esto incluyó ofrecer apoyo psicológico, medidas de seguimiento en el ámbito académico y otros recursos para la denunciante. No obstante, la lentitud del proceso disciplinario posterior ha hecho que muchos se pregunten: ¿cuánto tiempo más se necesita para que se tomen decisiones efectivas?

La UB ha aclarado que, mientras se lleva a cabo la investigación, solo pueden imponer medidas cautelares y, al parecer, eso es lo que han hecho. Pero, ¿es suficiente para dar confianza a quienes han sufrido acoso? La alumna ha manifestado que no fue la única afectada por este profesor, lo que abre la puerta a una serie de reflexiones sobre la responsabilidad no solo del individuo, sino también del sistema educativo en su conjunto.

Las cifras hablan

La UB ha sido transparente al compartir que se han abierto cinco expedientes disciplinarios por conductas machistas en los años 2023 y 2024, con un total de 39 denuncias a su Unidad de Igualdad. Aunque estas cifras son alarmantes, también plantean la cuestión de la cultura institucional: ¿por qué hay tantos casos en una sola universidad? La respuesta se encuentra en un entramado social que, por desgracia, a menudo protege a los agresores y desconfía de las víctimas.

En muchos sentidos, el cambio se ha vuelto urgente. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras estas situaciones persisten. La falta de acción no solo afecta a aquellos directamente involucrados, sino que también crea una atmósfera de desconfianza y miedo que puede desincentivar a futuras generaciones de estudiantes a buscar la ayuda que necesitan.

¿Por qué sigue ocurriendo el acoso?

Se ha hablado de la llamada “cultura de la violación”, un término que abarca una visión más amplia de las desigualdades de género y la normalización de ciertos comportamientos. Sin embargo, el acoso sexual no es exclusivo de un solo grupo; puede ocurrir en cualquier ámbito, ya sea laboral, educativo o social. Muchos de nosotros hemos sido testigos de comportamientos que han pasado desapercibidos o han sido minimizados en nuestro entorno.

En mi propia experiencia, durante mis años de universidad, escuché historias similares de compañeras que se sintieron incómodas en situaciones que deberían haber sido amistosas y seguras. Recuerdo una conversación en la cafetería, donde varias amigas compartieron sus experiencias. En uno de los relatos, una conocida mencionó cómo un profesor «intentó ser amable», pero sus insinuaciones rápidamente cruzaron la línea. Aún resuena en mi mente su frase: “no sé qué es lo que tiene en la cabeza, pero ¿acaso no entiende que soy aquí para estudiar, no para tener citas desastrosas?”

La voz de la comunidad

La alumna que dio el paso de denunciar al profesor ha recibido el apoyo de muchas otras mujeres, quienes han comenzado a hablar sobre experiencias similares. Las redes sociales han sido un espacio de expreso poder, donde compartir testimonios ha normalizado lo que a menudo era considerado un «tabú». La valentía de esa estudiante no solo ha puesto en el mapa el caso del profesor denunciado, sino que ha inspirado a otras a levantarse y contar sus historias.

Sin embargo, esto está lejos de ser un proceso fácil. Preguntas como «¿y si no me creen?» o «¿qué pasará con mi carrera?» suelen atormentar a quienes están considerando hablar. El sistema debe crear un entorno donde la valentía de hablar sea recompensada y respaldada, no castigada.

Medidas que las universidades deben implementar

No hay duda de que se requieren cambios significativos en la forma en que las universidades manejan el acoso sexual. Aquí hay algunas sugerencias que podrían marcar una diferencia:

  1. Educación y concienciación: Cada estudiante debería recibir formación sobre lo que constituye el acoso sexual, así como sobre los recursos a su disposición en caso de que se vean afectados.

  2. Políticas claras: Las universidades deben tener protocolos claros y transparentes para abordar denuncias de acoso, junto con consecuencias definidas para individuos que infrinjan estas normas.

  3. Apoyo a las denunciantes: No solo se debe ofrecer apoyo psicológico, sino también asesoramiento legal y acompañamiento durante todo el proceso de denuncia.

  4. Fomentar un entorno seguro: Crear espacios donde los estudiantes se sientan cómodos para debatir y expresar su malestar, además de fomentar una cultura de respeto y equidad entre todos los miembros de la comunidad universitaria.

  5. Plataformas virtuales para denuncias: Implementar plataformas anónimas donde se puedan hacer denuncias sin miedo a repercusiones. A veces, la creación de un espacio seguro puede marcar la diferencia entre que alguien hable o se guarde su experiencia.

Reflexiones finales

El caso de la Universidad de Barcelona es un recordatorio de que el acoso sexual no es algo que únicamente ocurre en las sombras; está presente en nuestras instituciones educativas y requiere una respuesta colectiva. Como sociedad, estamos en un punto de inflexión. Las voces están siendo escuchadas, y cada denuncia que se hace es una chispa que podría llevar a un cambio real.

Es crucial que tanto las universidades como la comunidad se unan en esta lucha. Los estudiantes merecen sentirse seguros y respaldados en su entorno; no debería ser un lujo, sino una necesidad básica. Acompañemos a aquellos que alzan la voz. Así como mi amiga lo hizo una vez en ese café, es hora de que todos “hablemos” y, sobre todo, actuemos.

Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros como individuos? Escuchar, apoyar y ser aliados de aquellos que están luchando por un cambio. Recuerda, cada pequeño esfuerzo cuenta. Juntos, podemos construir un futuro donde el acoso sea un recuerdo del pasado, no una realidad del presente.