En un mundo donde las guerras parecen ser más frecuentes que las actualizaciones de nuestras redes sociales, ninguna misión suena tan noble como la de las Fuerzas de las Naciones Unidas para el Líbano, o UNIFIL. Pero, a medida que la región se tambalea nuevamente en el caos, surge la pregunta: ¿está realmente cumpliendo su misión? Y aún más importante, ¿está España haciendo una diferencia en esta compleja situación geopolítica?
Un poco de historia: La UNIFIL y el contexto de la guerra
Para entender la importancia de la UNIFIL, primero debemos retroceder un poco en el tiempo. La misión fue establecida tras la segunda guerra del Líbano en 2006, un conflicto que, como una mala telenovela, no nos había dejado satisfechos. Con la resolución 1710 como telón de fondo, la misión pretendía asegurar la paz y evitar el rearme de Hezbolá. En teoría, esto suena simple, pero, como bien sabemos, en la práctica las cosas tienden a complicarse.
Imagine estar en una cena familiar y que, de repente, sus primos empiecen a discutir. A pesar de los esfuerzos por mantener la calma, siempre habrá uno que tire la mesa. Así ha sido en esta región durante años. ¿Y quién es el que al final termina limpiando el desastre? En este caso, la UNIFIL, con 10,000 soldados de diversas naciones, incluyendo alrededor de 670 soldados españoles liderados por el general Aroldo Lázaro.
Pero a pesar de la buena paella española que probablemente se sirva en el campamento, los soldados españoles han enfrentado críticas en su labor. Así lo expresa el coronel retirado Kobi Marom, quien no se muerde la lengua al afirmar que, aunque hay mucho que celebrar en términos de la cultura y gastronomía española, el enfoque de la misión ha sido, según él, un fracaso.
La crítica interna: ¿es la misión de paz un fracaso?
A medida que el conflicto se intensifica nuevamente, no son solo los observadores externos quienes plantean preguntas. Algunos ciudadanos israelíes, como Aaron Kababie, un veterano que serviría en la guerra de 2006 y ahora está de regreso en 2023, comparte la misma sensación. Según Kababie, desde el primer año, la resolución fue un desastre. «Veíamos al miliciano de Hezbolá, armado, caminar de una base de la ONU como si fuera parte de la familia», dice, lo que plantea la inquietante pregunta: ¿quién realmente está controlando la situación?
No podemos evitar sentir empatía por los soldados que se encuentran en una posición precaria, en un lugar donde el concepto de «misión de paz» parece tan frágil. Después de todo, ¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a ser el «malo» en esa película que ya parece estar predestinada a un mal final?
Reflexiones sobre el compromiso militar
Los recuerdos son poderosos, y no hay nada como una anécdota para dar un toque humano a la situación. Recuerdo un desfile militar en el que participé hace unos años. Mientras marchaba, el oficial que estaba al frente nos dijo: «Recuerden, la historia a menudo se decide en los rincones más oscuros, donde la luz del día no puede llegar». Y ahí estaba yo, sosteniendo un fusil y en medio de un espectáculo, pensando que, a veces, el mayor esfuerzo es simplemente no perder la esperanza.
Un soldado español, que preferiría permanecer en el anonimato por razones obvias, me confesó que la impotencia es una compañera constante en su trabajo. Se siente como un guardia de seguridad en un casino, vigilando para que nadie haga trampa, mientras el verdadero juego ocurre a su alrededor. Esta imagen que pinta es inquietante y revela la tensión existente en la región.
La influencia de los actores externos en la misión
A medida que la influencia de Hezbolá retumba en las puertas de Israel, se hace evidente la importancia de una respuesta global. El papel de la comunidad internacional es fundamental. ¿Quién está dando la cara? Cada actor tiene su propia agenda, pero ¿se están alineando esas agendas para frenar la violencia? Durante mis viajes en el extranjero, he encontrado que cada persona tiene una historia que contar, y honrar esas historias es vital. ¿No sería genial si todas las naciones pudieran sentarse a la mesa en lugar de arremolinarse entre las llamas?
La historia de las bajas españolas
Una de las partes más tristes de la historia involucra a las siete bajas españolas en un contexto que debería ser de paz. Un artefacto explosivo y un proyectil de un conflicto lejano terminaron por cambiar vidas para siempre. Me recuerda a una pandemia de silencio que se apodera de un lugar tras una pérdida. Hay historias en esas estadísticas, historias de jóvenes llenos de sueños truncados y familias destruidas. Seamos sinceros, este tipo de pérdidas debería hacernos reflexionar sobre la naturaleza misma de la guerra y el precio que pagamos por la paz.
Un futuro incierto para UNIFIL
Con el reciente estallido de hostilidades, el futuro de la UNIFIL se torna nebuloso. Si bien se habla de un compromiso hacia la paz, no se pueden ignorar las palabras del coronel Marom y la percepción de muchos israelíes sobre la efectividad de la misión. En esta situación, ¿realmente es útil la presencia de soldados nacionales en una misión internacional? ¿O es como tener una bandera en un barco que se está hundiendo?
En el terreno, las cosas son igualmente complejas. Las imágenes de los soldados españoless se ven contrastadas con las realidades de los enfrentamientos. «No pueden hacer mucho», expresa Kababie, reflejando una comprensión cruda y honesta de su papel. Esa declaración, aunque pesimista, se siente como una conversación sincera en una cafetería tras una larga jornada, donde uno se quita la máscara social y comienza a hablar de la vida tal cual es.
La importancia del diálogo continuo
En este contexto de incertidumbre, es crucial que todos los protagonistas estén dispuestos a sentarse a la mesa del diálogo. Puede que haya desacuerdos y diferentes visiones, pero la capacidad de comunicarse es un pilar esencial para superar el conflicto. De alguna manera, esto me recuerda a esas discusiones familiares donde, aunque todos tenemos opiniones opuestas, el amor y el respeto pretenden prevalecer.
Las soluciones, un trabajo colectivo
El servicio de los soldados españoles se extiende más allá de la seguridad física; es un símbolo de solidaridad y un esfuerzo colectivo por hacer del mundo un lugar mejor. Las historias de injusticia y dolor no deberían ser solo ruido de fondo, deben servir como recordatorios de los esfuerzos necesarios para crear un cambio.
Yo mismo he caído en la trampa de pensar que el cambio es cosa de los poderosos, de los que tienen poder en una mesa de negociaciones. Pero ¿no tendría sentido que también nosotros, como ciudadanos, exigiéramos buenos resultados y apoyáramos a quienes lideran el cambio en nuestras comunidades?
Reflexiones finales: El camino hacia adelante
En este turbulento mar de conflictos y frustraciones, es fácil perder la esperanza. Sin embargo, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay destellos de luz. Aquellas pequeñas historias de soldados que se levantan cada mañana, que intentan hacer su trabajo, añaden otra capa a la complejidad del conflicto.
La UNIFIL, los soldados españoles, las historias de familias afectadas y las voces que claman por la paz… todos son hilos de un tapiz más grande que, esperemos, al final nos enseñe que la unidad y el diálogo son las claves para una solución duradera.
Así que, ¡manos a la obra! Nuestras historias, experiencias y esperanzas colectivas a menudo pueden ser el ingrediente secreto en la búsqueda de la paz, incluso cuando parece que todo está en su contra. ¿Estás listo para ser parte de esta narración?