El pasado sábado, un trágico incidente marcará para siempre la vida de muchas personas, especialmente la de la familia de Alejandro Ortega Romero, un chico de tan solo 16 años cuya vida fue truncada de forma inesperada. Una celebración de cumpleaños en Córdoba se convirtió en un recuerdo desgarrador de cómo una simple discusión puede desencadenar una violencia incontrolable. Si pensabas que el botellón solo traía risas y recuerdos, permíteme llevarte a una reflexión más profunda.

La noche que todo cambió

La vida de un adolescente suele estar marcada por aniversarios y fiestas. Recuerdo una vez, en mi juventud, que celebramos el cumpleaños de un amigo en un parque. Entre risas, música y demasiado azúcar, lo único que nos preocupaba era si las luces de la policía nos alcanzarían antes que la primera ración de pizza. Pero, como aprendemos con el tiempo, las cosas no siempre tienen un desenlace feliz.

Alejandro y sus amigos estaban haciendo exactamente eso: uniéndose para disfrutar una noche de diversión en el entorno de El Arenal, en Córdoba. Lo que comenzó como una celebración acabó en tragedia cuando un altercado con otro grupo de jóvenes llevó a la muerte de Alejandro tras un ataque con navaja. ¿Quién diría que una simple petición de bebidas podría culminar de esta manera?

El protagonista inesperado

La persona que presuntamente apuñaló a Alejandro era, irónicamente, un joven que acaba de salir de un Centro de Internamiento de Menores Infractores (CIMI). Había cumplido su condena por un delito anterior poco tiempo antes, en diciembre. A veces, las historias de jóvenes como él nos hacen cuestionar cuántas oportunidades perdidas existen en nuestras comunidades. ¿No hay otra forma de abordar este problema?

La violencia, a menudo, se manifiesta en uno de sus momentos más inesperados, como cuando alguien se siente rechazado o humillado. Eso es lo que parece haber ocurrido esa noche, cuando el agresor, en un arranque de ira, reaccionó de una manera que costó la vida de un joven con toda su vida por delante. Me pregunto, ¿dónde están las intervenciones necesarias para desescalar tales situaciones antes de que se conviertan en tragedias?

Una comunidad en duelo

La noticia del fallecimiento de Alejandro conmovió a toda la comunidad educativa. En el IES Averroes, donde el joven cursaba 4º de la ESO, se realizaron varios actos en su memoria. Un minuto de silencio resonó en las aulas y comentarios en redes sociales flecharon hacia la solidaridad con la familia. No hay nada más poderoso que el dolor compartido; todos se unieron para expresar su repulsa ante tal acto de violencia.

La directora del centro, Pepa Cobos, subrayó la necesidad de acompañar emocionalmente a los estudiantes tras la muerte violenta de su compañero. “A veces, el silencio habla más que las palabras”, pensé al ver las flores y los mensajes que los alumnos depositaron en el aula de Alejandro. La educación emocional debería ser un pilar fundamental, ¿no crees?

Reflexiones sobre el ocio juvenil

El alcalde de Córdoba, José María Bellido, ofreció sus condolencias y reflexionó sobre la necesidad de abordar el ocio juvenil. “¿Es este el tipo de diversión que queremos para nuestros jóvenes?”, se preguntó. La verdad es que la falta de alternativas puede conducir a situaciones peligrosas. ¿Por qué no ofrecer más espacios y actividades donde los jóvenes puedan sentirse seguros y divertirse sin miedo?

La cultura del botellón ha sido parte del ocio de los adolescentes durante décadas. Es un fenómeno que muchos consideramos como “un rito de paso” hacia la adultez. Pero, ¿sobre qué bases construimos esa relación con el alcohol y la diversión? Reflexionando sobre mis propias experiencias, veo cómo se ha normalizado el consumo de bebida alcohólica sin cuestionarnos sus efectos.

Además, el hecho de que este incidente sucediese en un lugar donde frecuentemente los jóvenes se reúnen para hacer botellón resalta la necesidad de mejorar la seguridad en estos entornos. El hecho de que la vida de un joven se perdiera “por nada” resuena como un grito de desesperación en medio de una cultura de consumo desaforado.

Buscando alternativas

No es suficiente con criticar el modelo de ocio actual. La clave está en innovar. Hay tantas opciones de actividades que permiten a los jóvenes socializar de manera segura, como eventos deportivos, talleres artísticos o programas de voluntariado. ¿Por qué no potenciar esos espacios para que los adolescentes puedan expresarse sin necesidad de recurrir a lo fácil y rápido?

Empresas y organizaciones locales podrían unir fuerzas para crear programas atractivos. Y ojo, que no me refiero a actividades aburridas que solo animan a dormir, sino a eventos que hagan que los jóvenes quieran volver y participar. ¿Imagina un festival de música o cine al aire libre? O, mejor aún, una competición deportiva que termine en una parrillada donde se celebre la convivencia en lugar del consumo desenfrenado.

¿Es hora de un cambio?

La muerte de Alejandro debería ser un punto de inflexión. La comunidad debe preguntarse: ¿qué estamos haciendo mal? ¿Cómo podemos trabajar juntos para que esta tragedia no vuelva a ocurrir? Las respuestas no son simples, pero empezar la conversación es vital.

Desde luego, no estoy proponiendo que todos renunciemos a salir de fiesta ni que el consumo de alcohol sea demonizado. Pero necesitamos ser conscientes de los límites y sobre todo, ofrecer alternativas. Las generaciones futuras merecen disfrutar de su juventud con alegría, no con miedo o violencia.

Es fácil sentarse detrás de una pantalla y hablar de “cambios necesarios”, pero ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a involucrarnos directamente en nuestras comunidades? Después de todo, cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia, incluso en cuestiones que parecen estar fuera de nuestro control.

Conclusión: un llamado a la acción

La historia de Alejandro no debe ser solo un eco de tristeza. Debe ser una llamada a la acción. La próxima vez que veas a un grupo de jóvenes riendo y disfrutando, pregúntate si hay una manera de que puedan seguir haciéndolo de forma segura. Tal vez una conversación con ellos, o incluso la organización de un evento, puede ser una fantástica manera de empezar.

Así es como se construye una comunidad más segura y responsable. El vacío que deja la pérdida de una vida tan joven es imposible de llenar, pero si hay algo que se puede hacer, es crear un entorno donde todos se sientan seguros y protegidos.

Alejandro no solo se va de forma física, también nos deja una lección que debemos aprender. La vida es demasiado corta y frágil para dejar que la violencia y el dolor sigan surgiendo en medio de celebraciones. Preguntémonos veces más: ¿qué podemos hacer hoy para que el mañana sea más brillante y seguro?