El pasado 8 de enero de 2020, un nombre resonó con fuerza en las calles de Siargao, Filipinas: Diego Bello. Hoy, cinco años después, su historia vuelve a la vida a través del contundente documental titulado ‘Justicia para Diego’. Pero, en lugar de ser solo otra producción más en un mar de historias trágicas, este trabajo se presenta como una exploración profunda y desgarradora de la corrupción, la injusticia y el dolor que rodea al asesinato de un español inocente.
Pero, ¿por qué un joven emprendedor español se convirtió en una víctima en un país a miles de kilómetros de su hogar? ¿Qué hay detrás de las estadísticas que señalan hasta 30.000 muertes en la cruzada antidrogas del expresidente Duterte? En este artículo, profundizaremos en los aspectos más oscuros de esta historia, los desafíos enfrentados por la familia de Diego y cómo el documental busca arrojar luz sobre un caso que, de otra manera, podría haber sido sepultado por la impunidad.
La vida de Diego: un aventurero en busca de su lugar
Desde el primer momento en que se habla de Diego, se siente una conexión. Este joven gallego no era un simple turista, sino un emprendedor audaz que decidió explorar el mundo y, en el proceso, dejó su huella en Filipinas. Con solo 17 años, ya había dado sus primeros pasos en el vasto océano de la autonomía, comprando una licencia de taxi en Londres sin conocer ni una sola calle. ¡Yo, que a su edad apenas lograba montar en bicicleta sin caerme!
La vida de Diego fue un constante ir y venir, desde instructor de buceo en Honduras hasta abrir un restaurante llamado “La Santa” en Siargao. Se convirtió en parte de la comunidad, aceptado tanto por lugareños como por extranjeros. Pero, como muchas historias inspiradoras, la aventura de Diego se tornó oscura cuando, en una noche fatídica, su vida se truncó de manera violenta.
La señal de alarma: un asesinato encubierto
El documental ‘Justicia para Diego’ no solo cuenta la historia de un asesinato, sino que también expone un entramado de corrupción y desigualdad en el contexto de la llamada «guerra contra las drogas» de Duterte. La versión oficial que presentaron las autoridades filipinas fue, cuanto menos, absurda. Diego fue acusado de ser narcotraficante, basándose en una declaración de un supuesto confidente. ¿Se imaginan? Comprar 10 gramos de algo en la puerta de tu casa puede llevarte a una ejecución extrajudicial. Realmente, lo que anticipó como un futuro brillante se volvió cenizas en un abrir y cerrar de ojos.
Es lamentable que, aunque la policía y el gobierno intentaran enmascarar la verdad, el exagregado del Ministerio del Interior en la embajada española en Filipinas, Alberto Benavente, salió a dar la cara. Con toda la seriedad y profesionalismo que cabe en la situación, afirmó que la intervención que resultó en la muerte de Diego era una ejecución extrajudicial. ¡Qué ironía! Un tipo cuyo trabajo es imbuido de la ley y el orden se vio obligado a reconocer un crimen sistemático contra la dignidad humana.
La resistencia de los que no se rinden
No hay nada más poderoso que una familia unida en la búsqueda de justicia. Los padres de Diego, Pilar y Alberto, junto a su hermano Bruno, no se detuvieron ante la adversidad. Para ellos, la lucha no solo era por la memoria de su hijo, sino por un cambio que pudiera prevenir que otras familias pasaran por lo mismo. Casi todos hemos experimentado el dolor de perder a un ser querido, pero pocos pueden imaginar lo que es combatir un sistema corrupto para obtener verdad y justicia.
La Comisión de Derechos Humanos de Filipinas pudo abrir una investigación que derrumbó la versión policial de los hechos. Imaginemos la sorpresa —o más bien, la falta de ella— cuando se dieron cuenta de que la historia oficial se desmoronaba como un castillo de naipes. Gracias a sus esfuerzos, tres agentes implicados en la muerte de Diego fueron finalmente imputados. Sin embargo, la lucha estaba lejos de terminar. Pilar, la madre, mencionó que aún conocen al sospechoso que probablemente fue el autor intelectual del asesinato. ¿Cómo se puede alcanzar la paz sabiendo que quienes hieren a tu familia a menudo siguen caminando por las calles?
Un relato que trasciende fronteras
A pesar de que el caso de Diego Bello ha resonado principalmente en Galicia, su historia ha trascendido fronteras, e incluso el Parlamento Europeo ha declarado su apoyo a la causa de su familia. La idea de que un ciudadano español sufrió la brutalidad estatal no es solo una cuestión de justicia local; es un llamado global a la empatía y la conciencia.
En un mundo donde las noticias sobre abusos de poder son diarias, quizás es hora de preguntarnos: ¿estamos realmente escuchando? ¿Estamos siendo testigos del dolor ajeno o cerrando los ojos ante lo que no nos concierne directamente?
La sombra de Duterte: un legado de dolor
El ex-presidente Rodrigo Duterte y su controversial guerra contra las drogas fueron un fuerte telón de fondo en la historia de Diego. Con un disparo en las manos y una sonrisa en el rostro, Duterte justificó su brutal campaña, dejando un rastro de miles de muertes en su camino. Hasta ahora se habla de unas 6.000, pero organizaciones de derechos humanos cifran en 30.000 las muertes debido a intervenciones policiacas.
Como bien le dijo un eurodiputado al mencionar los peligros del discurso político tóxico, «esto no es solo un problema de Filipinas, es un problema mundial». Con esta afirmación retumbante, es evidente que la historia de Diego resuena con un eco global. Porque, aunque estemos a miles de kilómetros, la corrupción y la impunidad pueden florecer en cualquier lugar si no estamos alerta.
Reflexiones finales: la empatia que nos conecta
La trágica historia de Diego Bello es una lección —o más bien un recordatorio— de que el mundo puede ser un lugar cruel, pero también lleno de resiliencia. ‘Justicia para Diego’ no es solo un documental; es un grito de guerra y un tributo a aquellos que luchan por la verdad, la justicia y la memoria de sus seres queridos.
Nos toca a todos los que quizás no hemos pasado por una experiencia similar elevar nuestras voces en solidaridad con quienes enfrentan adversidades. En mi propio camino como bloguero, a menudo me recuerda la importancia de contar historias. Cada historia hay que contarla y compartirla, incluso si duele, porque, al final, todas están conectadas.
Entonces, ¿qué podemos hacer? La respuesta puede no ser sencilla, pero quizás comienza por aprender, escuchar y, sobre todo, no callar. El día que dejemos de hacerlo, es el día que permitamos que la oscuridad prevalezca. Es un momento para reflexionar, un momento para empatizar y, sobre todo, un momento para actuar.
Si no tomamos acción, ¿quién lo hará?