La situación en Gaza ha pasado de ser un tema de discusión en nuestros almuerzos a una realidad desgarradora. No es fácil sentarse a escribir sobre estos eventos, especialmente cuando uno considera que detrás de cada estadística hay historias de vida, familias destruidas y una humanidad que lucha por sobrevivir en las peores circunstancias. Recientemente, la escuela Ahmed Abdel Aziz en Jan Yunis fue atacada, y este incidente ha despertado un torrente de emociones que, espero, podamos explorar juntos.
Un día más, una historia más de dolor
Hablemos de números por un momento. Al menos 20 palestinos, incluyendo mujeres y niños, perdieron la vida en un bombardeo del ejército israelí. Estas cifras nos sacuden, ¿verdad? Pero ¿qué significan realmente esas cifras? Para ilustrar esto, permíteme compartir una pequeña anécdota: recuerdo cuando escuché por primera vez acerca de un ataque aéreo en mi ciudad natal. La noticia me parecía lejana hasta que me di cuenta de que dos amigos de la infancia habían desaparecido. La teoría de que “esto le sucede a otros” se desvaneció en un instante. Con cada número que mencionamos, hay cientos de historias humanas detrás.
En Gaza, los números son aún más desgarradores, especialmente considerando que muchas de las víctimas eran personas desplazadas que buscaban refugio en la escuela. La educación no debería ser un lugar de muerte; debería ser un faro de esperanza. Pero en este escenario, las escuelas se han convertido en objetivos.
El ataque a la escuela: un acto de desesperación
La escuela Ahmed Abdel Aziz, un refugio para aquellos que huían de la violencia, fue víctima de una tragedia que dejó a muchos en estado de shock. Las imágenes que han circulado en las redes sociales son una mezcla de caos, humo y desesperación. La Defensa Civil confirmaba que comenzaron a extraer los cuerpos de entre los escombros. Imagínate ser parte de esas escenas, buscando a seres queridos, cubriendo cuerpos con mantas, todo en medio de la conmoción y el pánico. La gente envolvía cuerpos mientras otros intentaban encontrar esperanza entre las ruinas. Esa es una imagen que se queda con uno, ¿no crees?
Los medios han estado al tanto del número creciente de muertos y heridos, un recordatorio doloroso de la fragilidad de la vida en Gaza. En un contexto donde se estiman más de 44.000 víctimas desde el inicio de los bombardeos en octubre de 2023, es difícil no sentir que la tragedia se ha vuelto la norma.
¿Quiénes son las víctimas?
A menudo, nos encontramos desconectados de los relatos individuales. Como mencioné antes, el ataque en la escuela no fue solo una tragedia numérica. Implicaba a padres que nunca volverían a ver a sus hijos, a niños que ya no tendrían la oportunidad de experimentar lo que es jugar a la pelota en la calle o soñar con un futuro. En este momento, la Defensa Civil está tratando de rescatar a los que todavía pueden estar atrapados, pero también hay un sentido de inevitable tragedia porque, tristemente, el tiempo no se detiene en medio del caos.
Y mientras la comunidad internacional observa, las palabras de condolencia son solo eso: palabras. La realidad es que aquellos que están bajo el fuego tienen que encontrar maneras de sobrevivir, y a menudo eso implica vivir día a día. Me pregunto, ¿cuántos de nosotros podríamos soportar vivir en esas condiciones?
La respuesta israelí
Apenas horas después del bombardeo, Hamás mencionó que el número de muertos por la ofensiva sobre Gaza superaba el centenar. Este es un punto donde la información puede dividir rápidamente; se vuelve complicado discernir la verdad. Mientras tanto, el Ejército israelí afirmó estar “revisando el caso” del ataque a la escuela. ¿Qué significa eso realmente? ¿Qué revisión puede justificar la pérdida de vidas inocentes?
Además, el ataque a otras instalaciones en Gaza, como la escola Jalil Awida de Beit Hanoun, suma más nombres al ya creciente recuento de las víctimas. Hay un momento de incredulidad cuando te das cuenta de que la misma Tierra que pisamos presenta tal desdén por la vida humana.
El impacto en los medios de comunicación
Y mientras todo esto ocurre, el trabajo de los periodistas en la región se vuelve una tarea peligrosa. 145 periodistas han perdido la vida en Gaza desde octubre de 2023. Cada uno de estos periodistas era una voz que trataba de transmitir la realidad de su pueblo, una realidad que a menudo se ignora o se distorsiona.
El periodista Ahmed Bakr al Louh, quien estaba cubriendo la otra cara de la crisis en Gaza, se encontraba entre los fallecidos junto a trabajadores de la Defensa Civil. Su muerte es un recordatorio de que ir a trabajar, informar sobre la verdad, puede ser un acto de valentía que le cuesta la vida a uno.
El costo humano de la guerra: ¿hasta cuándo?
Cuando se habla de guerras y conflictos, a menudo cae en la trampa de los números y las estrategias. Pero el verdadero costo es humano y muchas veces es ignorado. El hecho de que aproximadamente el 70% de las víctimas sean mujeres y niños en Gaza nos dice mucho. La guerra no discrimina; arrastra a todos, independientemente de su edad o género.
Las noticias de los ataques a la Defensa Civil de Nuseirat y otros lugares han dejado claro que no hay seguro refugio en Gaza. Las personas se ven obligadas a correr por sus vidas, dejando todo atrás mientras buscan protección. ¿No es esto una violación básica de los derechos humanos? Lo que sucede en Gaza no debería ser solo una historia de lejos, debería resonar en nuestros corazones y mentes aquí.
¿Qué podemos hacer?
Es natural sentirse impotente ante tales tragedias. Sin embargo, no debemos dejar que esa impotencia nos lleve al silencio. Compartir información, apoyar organizaciones que trabajan en la región y, lo más importante, no olvidar a estas personas son pasos pequeños pero significativos. No debemos permitir que sus historias se conviertan en un eco olvidado en los pasillos de la historia.
La crisis en Gaza es una lucha por la humanidad, una lucha por los derechos y la dignidad. La próxima vez que escuchemos sobre Gaza, recordemos que no son solo números, son vidas, sueños y esperanzas. Y es nuestra responsabilidad hacer eco de esas voces en nuestras comunidades.
Conclusión: Un llamado a la acción
En un mundo donde a menudo prevalece la indiferencia, debemos esforzarnos por ser el cambio que queremos ver. La situación en Gaza nos recuerda nuestra humanidad compartida y el deber que todos tenemos de abogar por la paz. ¿No sería extraordinario un día poder mirar atrás y decir que hicimos algo por aquellos que sufren? Al fin y al cabo, un día podemos ser nosotros los que necesitemos esa misma compasión y solidaridad.
Lamentablemente, la historia de Gaza es un recordatorio de que la guerra tiene un precio horrible y que la lucha por la justicia y la paz nunca ha sido más relevante. Así que, sigamos hablando, sigamos compartiendo y, sobre todo, nunca dejemos de ser humanos.