A veces, la vida nos lanza una bofetada que nos despierta de un sueño donde todo parece ir bien. Hoy quiero hablar sobre un tema que me duele profundamente: el feminicidio. En particular, quiero reflexionar sobre un caso reciente en Villanueva de Gállego, en Zaragoza, que ha desgarrado corazones y ha servido como un triste recordatorio de la violencia que muchas mujeres enfrentan a diario. ¿Es que necesitamos seguir perdiendo vidas para abrir los ojos?

Un juicio desgarrador

Imagínate estar sentado en una sala de juicio. Las paredes están llenas de historias y ecos de vida, pero hoy solo se siente el silencio pesado del dolor. Este es el escenario del juicio de Miguel Ángel S. C., acusado del asesinato de María del Carmen F., quien había estado sufriendo las consecuencias del machismo y la obesidad emocional.

Carmen A., madre de la víctima, testificó que para su hija, la relación con su expareja era más que problemática; era una condena. “No le tenía miedo, le tenía pánico”, afirmó rotundamente. ¡Imagínate tener que vivir así! ¿Cómo se siente una madre al escuchar las palabras de su hija, sabiendo que la seguridad que toda madre desea para su hijo/a es un verdadero lujo?

Amenazas detrás de la aparente normalidad

En medio de la cotidianidad, las cosas parecían normales para quienes rodeaban a María del Carmen. Sin embargo, en su interior, se libraba una batalla diaria. Su madre relató que las amenazas empezaron a intensificarse cuando, después de una separación, se enteró de que María del Carmen había comenzado una nueva relación. “Desde que lo conoció, le llamaba continuamente para preguntarle dónde estaba”, describió Carmen A.

206 llamadas en solo seis meses. ¡Eso no es amor, eso es acoso! ¿Cuántas veces debemos repetir que el amor no duele, que el amor no ahoga? La manipulación emocional puede ser más dañina que cualquier golpe físico.

La voz de las víctimas

A medida que avanza el juicio, otros testigos empiezan a relatar su experiencia con la violencia que enfrentaba María del Carmen. Víctor Manuel S., su pareja en el momento de los hechos, también tuvo que lidiar con la constante presión. Según su testimonio, el niño de 6 años que tenían en común decía que su padre era “malo”. No puedo evitar imaginar la desesperación de este pequeño al escuchar tales amenazas, ¿cierto?

Más impactante fue la revelación de que el niño, en su inocencia, había dicho: «Me ha dicho mi padre que cuando mi madre esté durmiendo le corta el cuello porque se lo merece». Es desgarrador; no solo porque una madre perdió la vida, sino porque un niño tuvo que vivir con ese terror.

Un bar en la esquina

Los amigos y conocidos de Miguel Ángel también fueron llamados a testificar. Se hicieron evidentes las contradicciones en su carácter. Julio, propietario del Bar Oriente, donde Miguel Ángel pasó un rato el día del asesinato, explicó que solo tomó un carajillo y un chupito. «Estaba bien y tranquilo», afirmó.

Pero en realidad, si analizamos lo que significa «tranquilo» cuando se acaba con la vida de alguien, no se parece en nada a lo que creemos. En este caso, parece que el alcohol y los problemas personales podían haber llevado a Miguel Ángel a un lugar oscuro, donde la razón no tiene cabida.

Problemas más allá del alcohol

La madre de Miguel Ángel reveló que él lidiaba con problemas psicológicos y depresión. “Siempre estábamos detrás de él cuando bebía porque le cambiaba el carácter”, relató su hermana Susana. Es importante reflexionar: ¿cuántas vidas se rompen por la falta de tratamiento y recuperación de las adicciones? ¿No es esta una llamada de atención para todos nosotros?

Estos temas son importantes y no deben ser abordados de manera superficial. No se trata solo de la violencia de género; se trata de un sistema que a menudo ignora a quienes más lo necesitan.

Mensajes inquietantes

En el juicio se mostraron mensajes de texto enviados por Miguel Ángel a María del Carmen, donde se veía un tono cada vez más amenazante: “Ojalá revientes”, “Antes o después te mataré”. Lo que comenzaron como simples palabras, se convirtieron en un llamado a la acción fatal. Aquí es donde me pregunto, ¿cuántas palabras más necesitamos escuchar antes de que tomemos una decisión colectiva para erradicar este tipo de violencia?

Lo verdaderamente alarmante es que estos mensajes comenzaron a intensificarse justo cuando Miguel Ángel se enteró de que María del Carmen había comenzado otra relación. El amor, a menudo un concepto glorificado, se convierte en el detonante de celos y violencia.

Un juicio que no debe terminar en el olvido

Aunque el juicio seguirá en la Audiencia Provincial de Zaragoza, no podemos permitir que este caso se convierta solo en un número más en las estadísticas de violencia de género. Cada vida perdida representa un ser humano con sueños, esperanzas y relaciones.

La DGA ha mostrado su preocupación al recibir más de 2.600 llamadas por violencia de género en lo que va del año. Este número es, para decirlo amablemente, aterrador. ¿Qué más necesitamos para comprender que esto es un problema social?

La importancia de hablar

Hablar de violencia de género es importante, pero la clave está en actuar. Estos casos nos muestran que no solo se trata de feminismo, se trata de un movimiento que busca crear un mundo donde nadie tenga que temer por su vida por ser quien es, por amar a quien ama.

Las historias de figuras como Sofía, que sufrió de violencia durante 15 años, nos recuerdan que necesitamos hacer más. Ella dijo: “Mi exmarido le dijo a mi hijo que por la noche me iba a matar”. Cada una de estas historias nos apremia a ser empáticos y a darnos cuenta de que no vivimos en una burbuja.

Un camino hacia la prevención

Es fundamental no solo hablar sobre la violencia de género, sino también implementar medidas concretas para su prevención. Desde programas educativos en las escuelas hasta brindar apoyo psicológico inmediato a víctimas, cada paso cuenta. Es aquí donde la comunidad juega un papel indispensable en el apoyo a las víctimas y en la creación de un entorno seguro.

Reflexiones finales

La violencia de género no es un problema exclusivo; es una cuestión que nos involucra a todos. Si seguimos ignorando las señales, si seguimos manteniendo silencio, nos convertimos en cómplices del problema.

Permítanme terminar con una pregunta: ¿estás dispuesto a ser parte de la solución? La vida de una mujer, o de cualquier persona, no debería depender de nuestra indiferencia. Solo a través de la acción conjunta podremos romper el ciclo de la violencia.

Hoy, me gustaría que todos nos lleváramos una lección de este triste caso: La violencia de género es un problema social que requiere cambios profundos y urgentes. No se trata solo de un juicio, sino de un llamado a la acción que todos debemos escuchar.