La pandemia de covid-19 ha dejado un rastro de dolor y desolación en el mundo, pero hay lugares donde el sufrimiento se ha intensificado de manera alarmante. En Alcoi, España, se lleva a cabo un juicio que puede “cambiar las reglas del juego” en la forma en que se gestionan las residencias de mayores. Este es un tema que no solo conmueve, sino que también nos hace cuestionar los sistemas de cuidado que deberían arropar a nuestros seres queridos en sus últimos años. ¿Estamos realmente cuidando a quienes dedicaron su vida a construir lo que hoy tenemos? Hoy exploraré este tema en profundidad, pero primero, pongámonos en contexto.

La tragedia del covid-19 en las residencias de mayores

Si bien la vida adulta viene con sus desafíos, en la tercera edad, las dificultades pueden multiplicarse. En medio de una pandemia, estas problemáticas se convirtieron en tragedias para muchas familias. Las residencias de mayores, que deberían ser un lugar seguro, se transformaron en focos de contagio y muerte. En el caso de Domus Vi, una residencia de Alcoi, la situación fue devastadora: el 52% de sus residentes fallecieron en las primeras semanas del brote en 2020.

Imagínate por un momento: estás dejando a tus padres en un lugar que crees que los cuidará, sólo para descubrir que hay un “caos organizativo” y una falta de atención que no se ve en otros lugares. Suena a una mala película de terror, pero es la realidad que muchos vivieron. ¿Quién podría haber imaginado que dejar a un ser querido en una residencia podría resultar en una experiencia tan desgarradora?

Un juicio que clama justicia

En este juicio histórico, María Consuelo V., cuya madre falleció por covid-19 en la residencia, se presenta como testigo. Al igual que muchos de nosotros, ella no busca enriquecerse, sino la verdad y la justicia. “Quiero que se haga justicia”, afirmó. Pero, ¿qué significa realmente “hacer justicia” en este contexto? ¿Hay un precio que compense el dolor de perder a un ser querido en condiciones tan inhumanas?

La Asociación de Familiares Afectados en las Residencias de Domus Vi está detrás de esta demanda de responsabilidad. Cuarenta y seis familiares de dieciocho de las 74 víctimas mortales han unido sus voces, reclamando más de dos millones de euros en indemnización. Pero, como se argumenta, el dinero no puede devolver a aquellos que fueron perdidos.

Testimonios desgarradores

Durante el juicio, los testimonios fluyeron como un torrente descontrolado. Un médico de la Unidad de Hospitalización Domiciliaria describió la situación de la residencia como una “hecatombe”. ¿Quién, en su sano juicio, usaría ese término para describir un lugar que debería ser un refugio? Los testimonios de testigos como Mónica M., cuyo suegro murió en esas mismas instalaciones, resaltan una dolorosa falta de comunicación y humanidad. “Nos hubiera gustado… que nos explicaran cuál fue el proceso”, decía Mónica. Es una solicitud que parece tan básica, y aún así, tan difícil de obtener.

Y otra mujer, Conchín, nos recuerda que no solo murió su padre, sino que la forma de gestionar la crisis en el lugar nos hace preguntarnos sobre la humanidad en el cuidado. Esta situación desesperante no es solo un problema administrativo; es una violación de los derechos de quienes construyeron nuestras sociedades.

El problema más allá del covid-19: la falta de personal

Una constante en todos estos testimonios es la falta de personal. La residencia fue sancionada antes de la pandemia por esta misma razón, con una multa de 40,000 euros. Sin embargo, parece que las advertencias no fueron suficientes para evitar lo que vino después. “El trato no era humano”, decía María Cecilia V., y su declaración va más allá de las palabras: son gritos de un dolor que debería haberse evitado.

La estrategia del personal que trabaja en estas residencias es digna de reconocimiento, pero no debería ser una excusa para la mala gestión. “Eran personas muy vulnerables que necesitaban atención y no la tenían”, continuó María Cecilia. Nos hace reflexionar: ¿dónde están las prioridades? Detenerse y pensar en el bienestar de aquellos que cuidamos no debería ser un lujo, sino una necesidad.

Situaciones desgarradoras: el relato de la realidad

Uno de los testimonios que más impactan es el de María Consuelo V., quien recordó las circunstancias en que su madre estaba al cuidado de un personal que, claramente, no iba a poder ofrecer el cuidado digno. A veces, se siente como si las palabras no fueran suficientes.

La angustia que siente un hijo que solo puede ofrecer un abrazo limitado a su padre o madre en los últimos momentos es indescriptible. Ella compartió cómo, tras la mala atención, su madre falleció. ¡Qué desgarrador! Hay algo intrínseco en el proceso humano que demanda más que simplemente proporcionar cuidados básicos. Necesitamos cuidar no solo el cuerpo, sino también el alma y la dignidad de cada individuo.

La búsqueda de respuestas y la rendición de cuentas

El juicio no solo es un momento de lamento, sino también una búsqueda de respuestas. ¿Por qué hubo tal desorganización? ¿Qué mecanismos se activaron para garantizar la seguridad de los residentes?

Preguntas tan fundamentales, y sin respuestas. A veces parece que nuestra sociedad se ha vuelto insensible ante las tragedias que ocurren en las sombras. Esas pequeñas alegrías que solían compartir estos ancianos y sus familias se desvanecieron en el aire, llevándose consigo la esencia de quienes fueron.

El camino hacia una mejora necesaria

Lo que se discute en Alcoi no es un caso aislado ni está limitado a una residencia. Este es un problema que se extiende a lo largo y ancho del país, y quizás del mundo. Las condiciones en las que viven nuestros mayores son una responsabilidad colectiva. ¿Por qué es tan difícil exigir estándares de atención que sean acordes con la dignidad de quienes han vivido tanto?

El liga entre el servicio geriátrico y el estado es fundamental. La política pública debe involucrarse para garantizar que residencias de todo tipo tengan un personal adecuado y formación en cuidados. La justicia en este caso no debería ser solo un objetivo de aquellos que han sufrido, sino de toda la sociedad.

Conclusión: la importancia de reflexionar

La pandemia nos ha confrontado con la verdad brutal de cómo tratamos a nuestros mayores, y este juicio es solo un paso. Quizás lo más importante que podemos hacer es aprender de estos errores, reflexionar sobre nuestras prioridades y, sobre todo, tener empatía.

En un momento en que, más que nunca, necesitamos cuidar de nuestros mayores, hacer un llamado a la responsabilidad y al respeto es la única manera de avanzar. En fin, ¿qué legado queremos dejar a las futuras generaciones? ¿Vamos a seguir observando los problemas sin hacer nada, o vamos a levantarnos para exigir y fomentar un cambio real en el sistema?

La historia de Alcoi es un recordatorio de que la vida, más que un camino en solitario, es un viaje compartido, lleno de amor, justicia y, sobre todo, humanidad. Si hay algo que aprender de este juicio es que debemos ser la voz de quienes no pueden hablar y que, al final, la justicia no solo incluye el castigo, sino también la transformación y el entendimiento. ¿Estás listo para tomar las riendas de esta conversación? ¡Es momento de actuar!