El 29 de octubre no es solo una fecha más en el calendario para los valencianos; es un recordatorio sombrío de lo frágiles que pueden ser nuestras vidas ante la furia de la naturaleza. En esta ocasión, ese día trágico dejó 224 vidas y 3 desapariciones a su paso, además de pérdidas económicas que superan los 17.000 millones de euros en varios municipios de la región. Pero, ¿qué está pasando realmente detrás de las luces y sombras de la gestión de emergencias? ¿Hay alguien al volante? Hoy vamos a desentrañar un poco este entuerto, con la esperanza de que la próxima vez, se reconozcan nuestros errores y se tomen medidas preventivas.

La ausencia de Miguel Polo y su silencio ensordecedor

Para poner las cosas en contexto, hablemos del papel que juega Miguel Polo, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), en esta historia. Resulta que, tras la terrible dana, se esperaba que Polo asistiera a una comisión del consistorio de Valencia para hablar de lo que había fallado. Pero, ¡sorpresa! La noche anterior, el Ayuntamiento comunicó que, por directrices del Gobierno de España, el presidente no se presentaría. Claramente, el gobierno tiene sus prioridades, y muy probablemente, hablar sobre fallos en la gestión de desastres no está en su lista.

A partir de este momento, Polo ha estado más callado que un pez. Desde el fatídico 29 de octubre, no ha emitido una declaración pública, lo cual es realmente desconcertante para un hombre que, al parecer, no es conocido por su reticencia a hablar. En un mundo donde la comunicación y la transparencia son clave, la ausencia de sus palabras se siente casi como un puñetazo en el estómago de quienes buscan respuestas. ¿Qué pasa con la rendición de cuentas en nuestro país?

La trágica cronología de la dana

La historia no comienza ni termina con la falta de presencia de Polo. Ocurre que, horas antes de que la tormenta se desatara, la CHJ no cumplió con sus protocolos de comunicación. A las 15:50 horas, el organismo dijo que el caudal había bajado a 28,7 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, la última actualización que fue enviada por correo electrónico ocurrió a las 18:43 horas, cuando la cifra ya se había disparado a 1.686. ¿Suena preocupante? Definitivamente sí. Es como si tuvieras un amigo que no te avisa cuando va a empezar una fiesta ruidosa y, de pronto, te encuentras en medio de un rave.

La CHJ argumentó que la información estaba disponible en su sitio web. Si bien es cierto que una actualización digital es útil, no sustituye la necesidad de contactar directamente a las autoridades responsables. Después de todo, ¿cuántas veces revisamos las páginas web de instituciones cuando hay una tormenta? Nosotras, como ciudadanos comunes, solemos estar más preocupados por buscar refugio y mantener a nuestros seres queridos a salvo en esos momentos.

Inversión y prevención: Una historia de desencuentros

Una de las aristas más dolorosas de esta tragedia es el tema de la inversión en infraestructuras. Según expertos, la CHJ ha sugerido durante años que se debe encauzar el barranco de Poyo. Sin embargo, el proyecto que estaba listo y esperando luz verde desde 2011 nunca se llevó a cabo, en parte porque los gobiernos de turno—dos del PSOE y uno del PP—no destinaron los 240 millones de euros necesarios para ejecutar las obras.

Javier Machi, director de Typsa, la firma de ingeniería que trabajó en el proyecto, lamentó con razón la inacción del gobierno. En este punto, puedo imaginarme la frustración que siente una persona que ve cómo se forman planes y proyectos, pero se encuentran en constante limbo debido a la falta de financiación. A veces, en mi propia vida, he visto cómo las buenas intenciones pueden quedar atrapadas en la burocracia, pero este es un asunto de vida o muerte.

¿Dónde está la responsabilidad?

El silencio de Miguel Polo y el escaso interés del gobierno han alimentado un clima de falta de confianza en las instituciones. ¿Qué sucede cuando una institución deja de ser responsable y transparente? La consecuencia es que los ciudadanos comienzan a perder la fe en su capacidad para protegerlos. Cuando no hay quien rinda cuentas, nos quedamos con más preguntas que respuestas, lo que puede ser todavía más angustiante.

Hoy, mientras escribo este artículo, no puedo evitar recordar una anécdota sobre un amigo que siempre dejaba las luces encendidas en su auto. Le advertí que un día se quedaría sin batería. Claro, no me hizo caso… hasta que realmente lo experimentó. La lección de la historia fue dolorosa, pero necesaria. La situación en Valencia no debería de ser un «fue divertido mientras duró», sino un recordatorio de que dejar las luces encendidas en la gestión pública puede llevar a tragedias.

La importancia de la comunicación: ¿qué podemos hacer?

Los ciudadanos no son solo espectadores en esta historia. La participación comunitaria es crucial. A través de foros, peticiones y discusiones, la gente puede exigir cambios. Cada vez que nos quedamos callados, las instituciones pueden seguir operando con la misma falta de responsabilidad.

Te invito a que pienses por un momento: ¿cuántas veces has participado en una reunión comunitaria o te has acercado a un representante para expresar tus preocupaciones? En mi caso, un día decidí asistir a una reunión del vecindario, y aunque al principio me sentí un poco fuera de lugar, al final me di cuenta de que nuestras voces son poderosas cuando se unen. Cada pequeño gesto cuenta, desde asistir a una reunión local hasta compartir información en las redes sociales acerca de cómo involucrarse en temas de prevención y gestión de emergencias.

La necesidad de cambiar el enfoque

Para los responsables de la planificación y la respuesta ante emergencias, es fundamental no solo reaccionar, sino también prevenir. Y aquí es donde entra en juego la proactividad. Invertir en inteligencia meteorológica, sistemas de alerta temprana y infraestructura adecuada debería ser la norma, no la excepción. La vida de las personas está en juego y no puede haber excusas.

Hoy en día, hay numerosas herramientas tecnológicas que pueden ayudar en la recolección de información y el pronóstico del tiempo. Sin embargo, también es importante equilibrar la tecnología con la comunicación directa y efectiva con los ciudadanos.

Lecciones aprendidas

La tragedia vivida en Valencia el 29 de octubre nos dejó lecciones amargas. Desde la necesidad de una gestión más eficaz hasta la importancia de la comunicación directa. Si algo demuestra este episodio, es que el silencio puede ser tan devastador como la tormenta misma.

Como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de levantar la voz y exigir cambios. La próxima vez, al enfrentar una situación de crisis, recordemos que tener el control y exigir rendición de cuentas no es solo un derecho, sino un deber.

Recuerda: en la comedia de la vida, no se trata solo de lo que hacemos, sino de cómo nos comportamos. Unas malas decisiones hoy pueden convertirse en tragedias mañana. La vida es frágil, y aunque a veces la temperatura se eleva, nunca olvidemos que, al final, estamos todos en esto juntos.

En conclusión, la tragedia del 29 de octubre en Valencia no debería ser un mero recuerdo trágico en las páginas de la historia, sino un motivo para la reflexión y el cambio. La genuina empatía hacia las víctimas y sus familias debe aprovecharse como un motor para la acción. Si la historia nos ha enseñado algo, es que siempre es mejor prevenir que lamentar. Así que, ¿quién dará el primer paso para asegurarse de que no volvamos a vivir algo así? La respuesta puede depender de todos nosotros.