El pasado 29 de octubre, la comunidad de Valencia vivió uno de los episodios más trágicos de su historia reciente: una riada que dejó a su paso 227 muertos y una devastación que aún resuena en el corazón de quienes sobrevivieron. Ahora, la Asociación de Damnificados Horta Sud, la primera organización de víctimas en constituirse tras la tragedia, ha decidido llevar a juicio a cinco altos cargos del Ejecutivo valenciano, encabezado por Carlos Mazón del Partido Popular, y al máximo responsable de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo. Pero, ¿qué significa esto para los damnificados y cómo se relaciona con la gestión del agua en España?

La raíz de la tragedia: ¿Podíamos haberlo evitado?

Para comprender el impacto emocional y social de esta tragedia, primero debemos sumergirnos en los detalles de la riada. Los días previos al desastre, el clima en Valencia no era precisamente amigable. Si bien el cambio climático es un tema recurrente en nuestras charlas de café, muchos no se dan cuenta de que, con cada tormenta, nuestras ciudades se enfrentan a desafíos que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Recuerdo una vez que, erróneamente, decidí salir a correr a pesar de una ligera lluvia. Spoiler alert: acabé empapado y atrapado en un inesperado mini-río. Sí, la madre naturaleza puede ser engañosa, pero en este caso, los vientos de cambio, cercanos a la fatalidad, ya estaban soplando en Valencia.

Las lluvias torrenciales no son un suceso aislado, ni tampoco lo son las consecuencias de la falta de preparación de las autoridades. ¿Cuántas advertencias, informes y llamados al orden son necesarios para que la infraestructura de una región esté a la altura? La Asociación de Damnificados Horta Sud ha presentado una querella que no solo busca justicia para las víctimas, sino que, en su esencia, denuncia la falta de acción y prevención por parte de los que están a cargo. Vale la pena preguntarse: ¿hasta qué punto la política está dispuesta a sacrificar vidas en el altar de la inacción?

Investigaciones en curso: el papel del Juzgado de Instrucción

Ahora que la querella está en manos del Juzgado de Instrucción Número 3 de Catarroja, se abre un nuevo capítulo en esta triste historia. La cuestión aquí es esencialmente la de la responsabilidad. Un gobierno, sea cual sea su color político, tiene la obligación de velar por la seguridad de sus ciudadanos. Aún recuerdo mi primer trabajo como asistente en una oficina: me enseñaron rápidamente que sí, podía hacer café y fotocopias, pero también tenía la responsabilidad de seguir ciertos protocolos que garantizaran el bienestar de todos.

Los cinco altos cargos en la mira de la querella no son desconocidos; son figuras con poder y voz en el Ejecutivo, lo que hace que la situación se vuelva más delicada. La presión pública se ha intensificado, y ¿quién no se siente un poco satisfecho al ver que, al fin, las voces de las víctimas están siendo escuchadas? La búsqueda de justicia siempre debería estar por encima de las reglas del juego político.

Miguel Polo y la Confederación Hidrográfica del Júcar: ¿quién los controla?

La figura de Miguel Polo, como máximo responsable de la CHJ, se convierte en un punto crucial. La Confederación tiene un papel fundamental en la gestión de los recursos hídricos y la prevención de inundaciones. Sin embargo, es fácil criticar desde fuera. A veces, me imagino a Polo tratando de manejar un barco en medio de una tormenta sin mapa ni brújula. La pregunta que ahora resuena en el aire es: ¿debería haber tenido más recursos o simplemente es un caso de negligencia?

En la vida, todos enfrentamos decisiones difíciles. Mi amigo Javier siempre dice que “todas las decisiones son un reflejo de nuestro juicio”. Pero en este caso, se trata no solo de decisiones, sino de vidas. ¿Pudo Polo haber previsto lo impredecible? La cuestión es compleja y el tiempo lo dirá.

Un vistazo a las consecuencias: ¿pueden aprenderse lecciones de esta tragedia?

Cuando algo así ocurre, el dolor y la pérdida son palpables. Las familias que perdieron seres queridos en la riada no solo enfrentan el duelo, sino también la incertidumbre de un sistema judicial que, a menudo, parece más interesado en proteger a los propios que en buscar la verdad. Esto se traduce en tristeza, pero también en rabia y frustración. Se debe recordar que, tras las cifras, hay historias personales. Una madre que nunca volverá a ver a su hijo, un comerciante que perdió su negocio, un anciano que quedó sin hogar. Es difícil no sentir empatía por estas personas.

Las instituciones a menudo dicen que están aquí para “servir al pueblo”. Sin embargo, el sentimiento generalizado es el de una desconexión abrumadora. ¿Cuántas veces hemos escuchado promesas similares en épocas de elecciones, solo para verlas desvanecerse como el humo? En este contexto, la querella presentada por la Asociación de Damnificados Horta Sud puede ser una chispa de esperanza en un sistema que a menudo parece haberse olvidado de sus ciudadanos. ¿Podría esta tragedia ser el catalizador que impulse cambios necesarios en la gestión del agua y el control de inundaciones?

Mirando hacia el futuro: el impacto en la política y la sociedad

Hay un dicho que dice: “lo que no nos mata, nos hace más fuertes”. Esta tragedia, pese a lo horrible que fue, puede ser una oportunidad para que la política española reevalúe sus prioridades. Si esto lleva a un cambio significativo en cómo se gestionan los recursos hídricos o la infraestructura de los drenajes, esas vidas tan trágicamente perdidas no habrán sido en vano.

Uno de mis amigos una vez me hizo reír cuando dijo que en lugar de invertir en “puentes a ninguna parte” deberíamos enfocarnos en “drenajes que salven vidas”. Si la inversión en infraestructura y en investigación se realizara con tiempo y visión, tal vez estaríamos hablando de una historia diferente.

La importancia de la participación ciudadana

La historia de esta riada y su secuela legal nos recuerda que la participación ciudadana es crucial. No se trata solo de votar cada cuatro años, sino de estar activos en la comunidad, exigiendo rendición de cuentas. Un vislumbre de esperanza surge al observar cómo se ha consolidado la Asociación de Damnificados Horta Sud. Unidad, solidaridad y compromiso son palabras que resuenan cuando vemos a estos grupos luchar por sus derechos. En un momento en el que los problemas sociales parecen aplastarnos, su valentía es un recordatorio de que es posible marcar la diferencia.

Reflexiones finales: esperanza y determinación

A medida que seguimos de cerca el desarrollo de esta querella, no podemos perder de vista que, aunque la tragedia de Valencia es profundamente dolorosa, también puede ser un poderoso recordatorio de que, como sociedad, tenemos la capacidad de exigencia. La búsqueda de justicia no solo es un proceso judicial; es un viaje colectivo que invita a todos a involucrarse, a hacer preguntas difíciles y a no olvidar a aquellos que perdieron su vida o sus hogares.

Cada día nos enfrentamos a decisiones y oportunidades. Puede que un día, al mirar atrás, nos sintamos orgullosos de haber participado en la creación de una comunidad más consciente y responsable. Y si alguna vez te sientes desalentado en tu propia lucha, recuerda la frase que mi abuela solía repetir: “La esperanza es lo último que se pierde”. Así que, seamos como la Asociación de Damnificados Horta Sud: que la esperanza nunca muera y que nunca dejemos de exigir lo que es justo.

En definitiva, la historia de esta tragedia y su repercusión en el ámbito político nos lleva a cuestionarnos: ¿estamos dispuestos a garantizar que esto nunca vuelva a ocurrir? Porque, al final, cada vida cuenta y cada voz importa.