La devastación causada por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia el pasado 29 de octubre de 2023 nos deja lecciones duras y una profunda reflexión sobre nuestra infraestructura hídrica. 224 fallecidos y tres desaparecidos son el saldo trágico de un día que muchos valencianos jamás olvidarán. Pero, ¿realmente hemos aprendido de este terrible suceso? Hoy vamos a desglosar la situación actual, lo que ocurrió, y cómo podemos prepararnos para un futuro que, a menudo, parece no tener ningún tipo de previsión.

Un evento trágico

Voy a ser honesto: hablar de tragedias como estas me hace sentir un nudo en la garganta. Siempre me recuerda alguna historia que escuché alguna vez sobre una familia que perdió todo en una inundación. Imagínate, un día estás en casa tranquilamente y al siguiente estás lidiando con la devastación. Me duele pensar en las familias que quedaron destrozadas, en las vidas que se perdieron y en cómo un fenómeno natural puede arrastrar todo a su paso.

En este caso, el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) ha sido el foco de atención. En un documento presentado al Juzgado de Primera Instancia, la CHJ admitió abiertamente que su sistema puede resultar «muy vulnerable» durante episodios de este tipo. ¿Y qué significa eso en términos simples? Que durante la tormenta, el sistema no pudo proporcionar la información necesaria a tiempo, y eso tuvo consecuencias devastadoras.

Un “apagón informativo”

El presidente de la CHJ, Miguel Polo, culpó a la falta de comunicación de la Generalitat Valenciana, gobernada por Carlos Mazón, afirmando que la información del caudal del Poyo llegó 43 minutos tarde. Imagina que tienes un amigo que siempre llega tarde a las citas. Frustrante, ¿verdad? Ahora imagina que ese amigo es responsable de salvar vidas. Sí, la cosa se pone seria.

La Generalitat, por su parte, ha hablado de un «apagón informativo», acusando a la CHJ de no ofrecer la información necesaria entre las 16:13 y las 18:43. Este cruce de acusaciones amargo me recuerda a esas peleas familiares en las cenas de Navidad, donde todos intentan sacar la culpa del otro en lugar de reconocer que deberían haber estado mejor preparados.

El tiempo crítico

La CHJ explicó que se produjo un «incremento súbito de caudal a partir de las 17:40». Pero para ese momento, ya era demasiado tarde. Según sus datos, el caudal alcanzó los 493,3 metros cúbicos por segundo antes de ser registrado oficialmente. Lo que tuvieron que prever estaba pasando en tiempo real, pero su sistema de información tuvo un retraso. Esto me lleva a preguntarme: ¿no deberíamos tener protocolos más eficaces para comunicar este tipo de emergencias?

Y aquí es donde se complica: el SAIH es un sistema de observación, no de predicción. Entonces, en lugar de tener una bola de cristal que nos avise de las lluvias inusuales, estamos confiando en datos que pueden estar desactualizados. ¡Qué irónico suena eso en plena era digital!

Previsión ante la adversidad

En su defensa, la CHJ dice que la información estaba siempre disponible en su web. Sin embargo, me lleva a otra reflexión: ¿de qué sirve tener datos si estos no son accedidos ni comprendidos de manera oportuna? No hay nada más frustrante que buscar información crucial en un momento crítico y ver que está ahí, pero es como tratar de encontrar una aguja en un pajar.

Es un hecho que el SAIH recibe datos cada cinco minutos; pero aquí viene lo complicado: esos datos reflejan lo que ocurrió hace 20 o 30 minutos. Es como leer el periódico de ayer y pensar que estás al día. Al final del día, ¿realmente está funcionando este sistema?

Cuestiones de responsabilidad

Y así, en medio de este caos, se levantan preguntas serias sobre responsabilidad. ¿De quién es la culpa? La CHJ insiste en que no se debe depender de un solo sensor de nivel para garantizar la seguridad de la población. La Generalitat, en el esplendor de su defensa, dice que la falta de información fue la causa primordial de la tragedia.

«¡Es una bomba de tiempo!», podría gritar cualquiera, y con razón. Cantidades de agua corriendo a velocidades peligrosas sin la debida advertencia pueden dar miedo, y en este caso provocaron pánico y fatalidades. Sin embargo, ¿no deberíamos haber tenido mejores sistemas de alerta y comunicación? Un cómodo sillón en mi casa es bueno para reflexionar, pero no puede salvar vidas.

Propuestas para un futuro más seguro

Este tipo de situación puede ser la clave para que mucha gente despierte al tema de la gestión de emergencias. Algunos dirán: «¿Qué se puede hacer ahora?» La respuesta a eso requiere una voluntad colectiva y un plan de acción urgente.

  1. Mejorar los sistemas de alerta: No sería extraño introducir tecnología que integre distintos tipos de datos y genere alertas más eficaces. A veces, el saber es poder, así que, ¡usemos el poder correctamente!

  2. Educación sobre emergencias: Tener un plan de emergencia familiar no es solo para películas de catástrofes. Significa estar preparado para cualquier eventualidad. ¿Por qué no apoyar programas donde los ciudadanos puedan aprender sobre cómo comportarse durante inundaciones?

  3. Inversiones en infraestructura: No se trata solo de tener sensores por ahí. Necesitaríamos una actualización significativa y continua del SAIH y otros sistemas pertinentes.

  4. Comunicación entre entidades: La colaboración y la comunicación entre diferentes organismos son la clave. Un “compás” que indique el camino correcto puede estar al alcance, si tan solo todos estuviéramos en la misma página.

Reflexiones finales

La DANA de Valencia de octubre nos dio más que una razón para lamentarnos. Nos mostró que, aunque las tormentas son parte de la naturaleza, también podemos ser parte de una solución que nos ayude a minimizar el impacto.

Espero que este episodio sirva como un recordatorio de la importancia de una buena gestión de recursos hídricos y comunicación fluida. Y, mientras nos sentamos aquí, en esta conexión digital, surge la pregunta inevitable: ¿estamos listos para enfrentar la próxima tormenta?

La gente siempre dice que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Con un poco de coraje, compromiso y un sentido del humor sutil que nos guíe, tal vez podamos lograr que nuestra infraestructura sea tan fuerte como el lazo que une cada comunidad en Valencia. ¡Salud por las mejoras y nunca olvidar las lecciones aprendidas!