El 29 de octubre de 2023, España vivió un día sombrío que evocó recuerdos de tragedias naturales pasadas. Esa mañana, la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, recibió un aviso angustiante sobre la crecida del río Magro, una alerta que la llevó a hacer tres llamadas a la consejera de Justicia y Emergencias, Salomé Pradas. La situación, ya alarmante, se tornó más crítica cuando comenzaron las inundaciones masivas. Pero, ¿podría haberse manejado de una forma diferente? Como muchas veces en nuestra vida, el timing y la comunicación juegan un papel crucial, y este caso no es diferente.
La cronología de una tragedia
La mañana del 29 de octubre comenzó con una serie de avisos del Aemet (Agencia Estatal de Meteorología). El equipo de Bernabé estaba alerta, preparados para activar todos los protocolos de emergencia. Sin embargo, lo que empezó como una serie de llamadas preventivas pronto se convirtió en una danza angustiosa de decisiones mal sincronizadas.
La primera llamada se realizó antes de las 9:30, donde se reunió a los responsables de Emergencias, incluida la UME (Unidad Militar de Emergencias). En esos momentos cruciales, cada segundo cuenta. La reunión de alcaldes y miembros de la Guardia Civil debería haber sido un momento clave para la intervención rápida. Pero, como sabemos, no todo sale según lo planeado.
Pilar Bernabé hizo lo que cualquier líder informado haría: buscó ayuda y pidió que se evaluara la situación. Su insistencia en los recursos fue ejemplar; sin embargo, el eco de sus interrogantes debió caer en oídos sordos o, al menos, distraídos.
El papel de la alcaldesa de Paiporta
La alcaldesa de Paiporta, María Isabel Albalat, no se quedó de brazos cruzados. Aseguró que, cuando la alerta llegó, ya estaban «con el agua al cuello». Una frase poderosa, que encapsula la desesperación y la urgencia de lo que significa enfrentar una crisis sin la ayuda adecuada. ¿Quién puede decir que no se sentiría abrumado en una situación así? La angustia de Albalat era palpable al hacer su llamado, alertando no solo a Bernabé, sino también a la ciudadanía.
Imaginen estar en los zapatos de la alcaldesa: el agua subiendo, la falta de recursos y la inminente pérdida de vidas. La comunicación es clave en momentos de crisis, y parece que el sistema falló en proporcionar la atención necesaria. ¿Por qué esperar hasta que sea demasiado tarde para actuar?
Comunicación en emergencias: un eslabón debilitado
La situación desencadenó una serie de preguntas sobre la efectividad del sistema de alertas y la comunicación entre las agencias gubernamentales y locales. La necesidad de protocolos claros y de una estructura de comunicación robusta se vuelve más evidente en situaciones extremas.
Bernabé había hecho su parte; estaba contactando a todos, pero ¿por qué no tomó más tiempo que la Generalitat para activar la UME? Bien sabemos que en situaciones de crisis, el tiempo es un lujo que no podemos permitirnos. La información fluyó, pero la acción parece haber sido tardía, lo que resultó en un caos que pudo haberse evitado.
La inmediatez de las redes sociales y los nuevos medios de comunicación
Reflexionando sobre cómo manejamos la información actualmente, no puedo evitar pensar que las redes sociales son una herramienta poderosa, pero también un arma de doble filo. En una sociedad donde existe acceso casi inmediato a las noticias y alertas, ¿por qué no se usan más eficazmente en casos de emergencia? Llamadas de teléfonos antiguos y reuniones en persona parecen hacer mucho más lento el proceso, ¿no creen?
En estos tiempos donde los memes se difunden más rápido que las alertas de emergencia, tal vez es el momento de re-evaluar nuestro enfoque en la comunicación en situaciones críticas. Además, ¿qué tal usar aplicaciones móviles para alertar y gestionar situaciones de emergencia? Hay tanto que podemos aprovechar de la tecnología hoy en día.
¿Lecciones aprendidas?
A medida que el agua comenzaba a ceder y la tormenta pasaba, es fácil mirar atrás y reflexionar sobre el qué pudo haber sido. La respuesta no es sencilla, y es junto a estas preguntas que surgirá el deseo de mejoras en nuestro sistema de emergencias.
Las tragedias tienen el potencial de unir a las comunidades, y a través de esta crisis, es posible que las autoridades encuentren oportunidades para mejorar. El cambio es necesario, y esto incluye entrenamientos para la UME, sistemas de alerta más efectivos y una mejor colaboración entre todas las partes involucradas.
Por ejemplo, una historia personal puede ilustrar esto. Recuerdo un verano caluroso en el que el hielo escaseaba en la playa. Mi amigo y yo, obsesionados por las piñas coladas, decidimos intentar hacer nuestra versión sin contar con los utensilios adecuados. Nuestro enfoque improvisado resultó en un desastre de coco y un par de piñas aplastadas. ¿Qué aprendimos? Que no siempre es bueno improvisar. ¡No querríamos tomar decisiones apresuradas en situaciones de emergencia también!
Las voces de los afectados
Las palabras de los afectados son especialmente significativas en tiempos de crisis. Como mencionó Albalat, con el tiempo corriendo y el agua subiendo, es esencial escuchar a quienes conocen su comunidad mejor que nadie. ¿Podrían los líderes locales tener más voz y voto en la estrategia de emergencias?
La experiencia de la alcaldesa resuena con muchas personas que luchan por ser escuchadas en sus comunidades. ¿No debería ser así? A veces, la sabiduría colectiva puede ser más efectiva que las decisiones tomadas en un despacho gubernamental. Es hora de reconocer que, ante una inundación, el mejor equipo a tener a mano no es solo el militar, sino las voces de aquellos que realmente conocen el terreno.
Un llamado a la acción
Es necesario actuar. La comunicación debe ser fluida, igual que el agua en un río. Los líderes gubernamentales deben garantizar que todos los involucrados estén en la misma página. No más llamadas de emergencia que caen en el vacío. No más gente «con el agua al cuello» intentando hacer su parte. Es el momento de abogar por cambios en el sistema.
Por desgracia, las crisis no se pueden evitar siempre, pero se pueden manejar mejor. Si bien puede que no tengamos una bolita mágica para predecir el clima o evitar desastres, definitivamente podemos trabajar hacia un sistema más ágil y receptivo.
La importancia de la preparación comunitaria
Como podemos ver con la dana en Utiel, la preparación no es solo responsabilidad de los funcionarios, también radica en nosotros, como comunidad. Promover una cultura de preparación es esencial.
Podríamos pensar en ejercicios comunitarios, donde todos participen. Recuerdo una vez en la escuela, hicimos un simulacro de emergencia. Fue un auténtico caos, pero nos sirvió para aprender sobre la importancia de la rapidez y la comunicación. ¡Hasta descubrieron que yo no era tan rápido corriendo como pensaba!
Conclusión: un futuro esperanzador
El futuro es incierto, pero también puede ser enfrentado con la empatía y la colaboración que necesitamos. Las lecciones de la dana de octubre servirán como un recordatorio de que, aunque las tormentas pueden ser devastadoras, nuestro deseo de ayudar y hacerlo mejor siempre tiene un lugar en la comunidad.
La tragedia nos ha enseñado cosas valiosas sobre comunicación, liderazgo y acción comunitaria. No podemos cambiar el pasado, pero seguro podemos aprender de él. Y al final del día, quizás podamos reírnos de nosotros mismos un poco, recordando cómo nos enfrentamos a adversidades con una sonrisa… y quizás una piña colada, pero esta vez sin poner en peligro a nadie.
Es el momento de elevar nuestras voces y exigir un cambio real. La próxima vez que el agua empiece a subir, esperemos que ya no estemos «con el agua al cuello».