La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha asolado València ha dejado no solo devastación en su paso, sino una estela de acusaciones políticas que parece no tener fin. En medio de una tragedia que ha costado más de 200 vidas y ha dejado a muchas más familias en la incertidumbre, las palabras de Ester Muñoz, portavoz del Partido Popular (PP), reverberan en el Congreso y en los corazones de muchos afectados. Pero, ¿en qué punto se perdió el compás entre la gestión de emergencias y el juego político?
¿Qué pasó realmente el 29 de octubre?
El 29 de octubre fue un día que muchos de nosotros recordaremos, ya no solo por el clima, sino por las decisiones que se tomaron en las horas cruciales. Las lluvias torrenciales y los desbordamientos de ríos llevaron a la necesidad de activar alertas y protocolos de emergencia. Aquí es donde la figura de Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, aparece como un eje central en el debate sobre quién es responsable de la gestión de la crisis.
Ester Muñoz no tuvo reparos en señalar a la ministra Teresa Ribera como la culpable de la catástrofe. En sus declaraciones, remarcó que la respuesta del Gobierno central fue «inoportuna» y cuestionó la capacidad de Ribera para liderar en un momento de crisis. «Cuando el país la necesitaba, Ribera se escondió», dijo Muñoz. Ouch, eso sí que es un golpe bajo.
Las decisiones inoportunas de la Generalitat
Como en toda historia que se respeta, las decisiones cruciales son a menudo objeto de debate. Según Muñoz, la falta de acción por parte de la Generalitat en el momento crítico retrasó el mensaje de alerta a los móviles de los ciudadanos, lo que, en su opinión, fue un catalizador del desastre. Hablando en un tono casi como si fuera un detective de una serie de televisión, ella acusó a Mazón de ser el capitán de un barco que navegaba directo a las rocas, y a Ribera de no haber estado a la altura del desafío.
En este punto, podemos preguntarnos: ¿qué haríamos nosotros en una situación así? ¿Confiaríamos en las autoridades, o ya estaríamos pensando en armar un barco de salvamento por nuestra cuenta, como si fuéramos los protagonistas de un apocalipsis zombie? La verdad es que en momentos de emergencia, todos queremos respuestas rápidas.
La respuesta de Ribera: “La pantalla pasó a negro”
Ciertamente, es fácil señalar culpables desde la seguridad de un escaño. Ribera, por su parte, defendió su actuación y la informó de que los organismos estatales estaban presentes, aunque de manera virtual, en las discusiones de crisis. “Entre las seis y las siete de la tarde, la pantalla pasó a negro”, comentó, como si estuviera contando una anécdota de una película de terror. La ironía del asunto es que esto dejó al Gobierno con la sensación de que fueron incapaces de intervenir en decisiones críticas.
¿Es este el momento para politizar la tragedia?
Es obvio que el dolor y la desesperanza de muchos ciudadanos se entrelazan con el juego político. Tras eventos de esta magnitud, las acusaciones y las represalias suelen ocupar el espacio que debería ser para la empatía y el apoyo. ¿Estamos, como sociedad, adecuadamente preparados para enfrentar crisis sin convertirlas en campo de batalla político?
A veces me pregunto si, tras estas disputas, recordamos que detrás de las cifras y las acusaciones hay personas, vecinos que han perdido todo. Y esto nos lleva a una pregunta unapologética: ¿Es realmente eficaz este tipo de confrontación política cuando la atención debería estar en las soluciones?
Reflexionando sobre la empatía en tiempos de crisis
Ester Muñoz no escatimó esfuerzos en señalar la falta de empatía de Ribera, acusándola de no haber estado presente en los peores momentos. De repente, me vino a la mente aquella vez que fui a una reunión de emergencia en el barrio después de un desbordamiento de un río. Había un ambiente tenso, todos deseábamos que alguien, cualquiera, pudiera proporcionar respuestas en vez de encontrarnos buscándole a la lluvia maldita a la que debimos enfrentarnos.
“Empatía se llama”, glosó Muñoz. Y es que, al final del día, no importa si pertenecemos a un partido u otro. En tiempos de crisis, las palabras y la presencia importan. Nos dicen que estamos juntos en esto. Pero, claro, es más fácil escribir un tuit desde un estrado que ayudar a limpiar los escombros del barrio.
Las consecuencias tangibles de la falta de acción
La tragedia que ocurrió este octubre no es solo un abstracto cargado de números y estadísticas frías. Hablamos de más de 200 muertos, decenas de desaparecidos y pérdidas materiales que ascienden a miles de millones de euros. Cuando la política se encuentra a merced de los números, es fácil olvidar que cada cifra representa una historia, una vida rota, una familia destrozada.
El PP ha insistido en no dejar que la Generalitat se libre de toda responsabilidad. “Señala que la delegada del Gobierno podría haber avisado de que estaban poniendo en riesgo a la población”, subrayan. Y, en verdad, aquí es donde todos debemos hacer un alto en el camino: ¿De qué sirve señalar con el dedo cuando las familias aún están desgarradas por el dolor?
Una tormenta en el Congreso: el juego político al descubierto
La tradición de atribuir responsabilidades tras un desastre es casi tan antigua como el propio gobierno. Con el plasma de los medios brillando en el Congreso, la confrontación entre Muñoz y Ribera se alzó como un espectáculo digno de ser documentado. ¿Pero a qué costo?
De alguna manera, se convierte en una especie de “toma y daca” donde cada acusación es una forma de relegar el dolor ajeno a un segundo plano. Al final del día, podemos terminar preguntándonos si la política se ha convertido en un entretenimiento en lugar de una plataforma para la solución de crisis.
Consecuencias a largo plazo: un llamado a la acción y reflexión
Lo cierto es que las acusaciones entre partidos desvían la atención de lo que se necesita: una estrategia sólida de prevención ante futuras crisis climáticas. Este tipo de situaciones no puede volverse el escenario de un juego político frágil donde los afectados quedan en el camino.
Con cambios climáticos en aumento y desastres naturales más frecuentes, la necesidad de una comunicación efectiva entre niveles de gobierno es fundamental. Si bien el papel de la política es moldear el curso de la nación, el papel de los ciudadanos es no dejarse llevar por la estrategia del “yo tengo razón, tú no”. La proactividad debe estar a la vanguardia.
Reflexiones finales
Así que, mientras seguimos navegando por esta tormenta política y emocional, debemos recordar que todos somos parte del mismo barco. En lugar de condenar y señalar culpables tras la tragedia, ¿no sería más eficiente unir fuerzas para crear un protocolo que pueda verdaderamente salvar vidas? La política puede ser un espectáculo, sí, pero la vida de la gente, como yo y como tú, debería estar siempre en el centro del escenario.
Las críticas y las elecciones continúan, el clima sigue dictando agresivas DANA, y nosotros, como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de exigir soluciones reales. Porque al final del día, los que tienen que lidiar con los efectos del cambio climático no son solo políticos, son las familias, los amigos y las comunidades que se ven afectadas. No perdamos de vista la imagen completa en este juego de sombras y luces.