¿Alguna vez te has preguntado cómo una catástrofe puede cambiar el rumbo de una vida política en cuestión de días? Imagínate por un momento: un día eres la consellera de Interior y Justicia, decidido/a a asumir el mando en una crisis climática, y al siguiente, debido a decisiones extrañas del panorama político, te encuentras en un nuevo capítulo de tu vida. Esta es la historia reciente de Elisa Núñez, una figura que ha visto cómo una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha sacudido no solo su carrera, sino también la estabilidad de la comunidad valenciana.
El giro inesperado del poder territorial
Primero, es crucial entender el contexto. En julio de 2023, algo muy inusual sucedió: el partido Vox, liderado por Santiago Abascal, cortó lazos con el PP en cinco gobiernos autonómicos. En este juego de ajedrez político, el resultado de las piezas fue que Elisa, que había asumido un papel fundamental bajo el mando de la Generalitat, se encontró con un nuevo escenario en el que ya no tenía el mismo poder. La noticia caía como un rayo; el caos político había comenzado.
Esta decisión tenía implicaciones de largo alcance. Si, por alguna razón, no hubiera habido un giro en la política, quizás Núñez habría tenido las riendas para gestionar la crisis de la DANA que posteriormente azotaría la región. Pero, la aleatoriedad y la política son amigas (o quizás rivales), y la historia nos dice que a menudo los errores de cálculo pueden tener consecuencias devastadoras.
La tormenta llega: una serie de decisiones críticas
Regresando a la DANA, el pasado 29 de octubre se sintió el golpe. Cuando el agua empezó a inundar las calles de la Comunidad Valenciana, las decisiones de Núñez como consellera comenzaron a ser comentadas en los medios de comunicación. En un mundo donde las redes sociales se convierten en tribunales de opinión, la presión para actuar se amplifica. Recuerdo un par de veces en que estuve en situaciones críticas—como esa vez que se me cayó un pastel de boda en el último minuto—y aun así, no se me exigía que gobernara un país. Pero Núñez, con una serie de decisiones rápidas y críticas encima de su escritorio, debía lidiar con la crisis y sus repercusiones.
Elisa Núñez no fue renuente a hablar, aunque su carta a Abascal sobre la «deriva radical» del partido demuestra que las emociones también estaban en el aire. En su rol anterior, pudo haber tenido la habilidad de gestionar las crisis que enfrentó, pero ahora estaba fuera del juego. ¿Qué se puede hacer en un caso como este? Una pregunta que a veces me hacen mientras disfruto de un café con amigos: «¿Es esto realmente el fin de una carrera, o simplemente un nuevo comienzo?»
La responsabilidad en tiempos de crisis
Una de las cosas que realmente asombrosa en su relato es la sensación de responsabilidad que sentía aún después de dejar el cargo. Elisa hablaba de vivir con la “intensidad” de ser la líder, incluso cuando ya no estaba en la posición. Es fácil caer en la tentación de pensar que una vez que se cierran las puertas de un cargo, la responsabilidad se esfuma, pero Núñez parece ser el tipo de persona que llevaría esa carga incluso en su nuevo rol como profesora universitaria.
Esa noche, cuando la ciudad se estaba inundando, Elisa no sentía alivio. Más bien, reflexionaba sobre lo que pudo haber hecho, un sentimiento que es familiar para muchos de nosotros. ¿Acaso no hemos deseado en algún momento poder regresar en el tiempo y hacer las cosas de diferente manera?
Elisa acudió al tema de la prevención, haciendo hincapié en la importancia de no escatimar, mientras los políticos suelen buscar el equilibrio entre gastar y ahorrar. Como si te estuvieras preguntando si de verdad necesitas una alarma de humo. Cuando ocurre un incendio, uno se alegra de haberlo hecho. ¿Por qué no hacer lo mismo con la seguridad en las emergencias?
¿Pasos en la dirección correcta?
Los responsables de la gestión de crisis en la Comunidad Valenciana han sido muy críticamente observados, especialmente tras la actuación de Salomé Pradas, la sucesora de Núñez. Se le ha acusado de no reaccionar con suficiente rapidez, enviando mensajes de alerta a la población cuando ya el agua estaba inundando las localidades. Un error que es difícil de olvidar, especialmente cuando hay vidas en juego. Imagínate, en una situación similar, un amigo duda en avisarte de que algo malo está sucediendo; créeme, eso es algo que no se olvida.
Núñez, observando desde un lugar más distante, optó por ofrecer apoyo a su sucesora en vez de criticarla abiertamente. Esta decisión dice mucho sobre el carácter de ella. En tiempos de crisis, uno podría volverse ferozmente crítico, pero no es el caso aquí. “La información siempre fluyó bien”, dice Núñez. Se la siente como una competitora pero también como una compañera. ¿Es eso posible en el mundo actual donde todos parecen estar en competencia?
La relación con el Gobierno central
Pasemos a la siguiente etapa: la relación entre la Generalitat y el Gobierno central. Aquí es donde las cosas se volvieron un poco más turbias. La idea de haber dejado a su comunidad “abandonada” por parte de Pedro Sánchez quedó grabada en la mente de muchos ciudadanos. Para Núñez, la frase de que debía “pedir ayuda” es como ver a alguien que sabe que la casa se está quemando y no actúa.
La ironía de esa afirmación hizo eco en varios rincones del país. ¿Cuánto tiempo se necesita para pedir ayuda, cuando te das cuenta de que te estás ahogando? En medio de la adversidad, hay personas que, incapaces de esperar, recurren a sus instintos.
Por otro lado, la promesa de Sánchez de aumentar los efectivos en Valencia no tuvo el efecto deseado. Ciertamente, cualquier ayuda es bien recibida, pero en tiempos de desesperación, las promesas a menudo suenan vacías. La experiencia de Núñez ilustra cómo los términos políticos pueden parecer desentonados con las emociones humanas. ¿David contra Goliat? Quizás más como un pobre tipo con una pala tratando de detener un tsunami.
Mirando hacia el futuro
Elisa Núñez, ahora con una experiencia invaluable a sus espaldas, está explorando un nuevo camino en la academia y en el campo del derecho. A sus 46 años, ha recorrido un viaje lleno de giros inesperados. Ha coqueteado con el regreso a la política, una idea que de inmediato despierta curiosidad. “Depende”, es la respuesta que ofrece, una respuesta que encierra más de lo que parece.
Así que, con un nuevo camino trazado frente a ella, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿veremos a Núñez nuevamente en el escenario político? La historia está llena de sorpresas y giros inesperados, y una promesa de más cambios en la estructura de emergencias en su antigua oficina puede hacer que su nombre continúe resonando.
La creación de una nueva Conselleria de Emergencias e Interior apunta a la necesidad de mayor competencia y capacidad de respuesta ante las crisis. ¿Podrá esta nueva estructura sortear los problemas que enfrentaron sus predecesores? Solo el tiempo lo dirá.
Reflexión final
En resumen, la historia de Elisa Núñez y la DANA es una mezcla de decisiones difíciles, gestiones políticas complicadas y una gran dosis de azar. Lo que nos recuerda que, en el fondo, todos somos humanos y, a veces, lo que nos lleva a la cima puede dejarnos en el suelo. Esto podría ser una lección para todos nosotros, ya sea en nuestras vidas personales, profesionales o en el siempre cambiante mundo de la política.
Así que la próxima vez que alguien te diga que el cambio es una constante, recuerda la historia de Elisa y su travesía llena de intricadas decisiones bajo las lluvias de una tormenta Deus ex Machina. ¡O al menos, asegúrate de tener siempre un paraguas a mano!