Cuando escuchas la frase “podría andar por la Quinta Avenida de Nueva York disparando a la gente, que no perdería votos”, suena casi a chiste, ¿verdad? Pero, sorprendentemente, más de 77 millones de personas votaron para retornar a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. En este momento, profundamente oscuro, nos enfrentamos a un autoritarismo que ha comenzado a gestarse de manera alarmante. Y aunque esta no es solo una historia de un hombre o un país, sino un relato global que revela mucho de nosotros mismos y de la dirección hacia la cual nos dirigimos.

El regreso de un viejo conocido: Donald Trump

Tras un breve periodo de silencio en el ámbito político, Trump ha vuelto con fuerza, como un villano de película de acción que nunca pasa de moda. Con decisiones que parecen salidas de un guión de distopía, como la imposición de aranceles del 25% a México y Canadá, Trump no solo busca desestabilizar la economía, sino también reactivar un nacionalismo que, aunque parece atractivo en la superficie, es profundamente tóxico.

Con su autocracia al estilo de Goebbels, cada día nos sorprende con nuevas declaraciones y acciones que dejan poco espacio para la racionalidad. ¿Se puede ignorar este tipo de comportamiento, aun cuando nos duele a todos? Cuando hace escasos días se conmemoraba el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, Trump anunció la creación de un campo de concentración para 30,000 migrantes en Guantánamo. ¿Cuál es el siguiente paso en su escalofriante agenda?

La (des)humanización en la política

Es fácil caer en la narrativa de que esto solo es un problema de Estados Unidos. Sin embargo, ¿dejamos de ver que esta tendencia hacia la deshumanización se extiende por el mundo? En este punto, es esencial recordar que detrás de cada número y cada decisión, hay personas con vidas y esperanzas devastadas. UNRWA España ha reportado el regreso de muchas familias a hogares destrozados en Gaza, un recordatorio agudo de lo que está en juego.

La incapacidad de la población para reaccionar ante estos abusos de poder es desconcertante. Aunque el parlamento alemán ha tomado algunas medidas para frenar la ultraderecha, el lento avance de la toma de conciencia deja mucho que desear. ¿Es posible que, como ciudadanos, nos hayamos convertido en meros espectadores de nuestra propia historia?

Los nuevos protagonistas de la política

Al mismo tiempo, observamos cómo Trump refuerza su círculo con figuras tan controvertidas como Robert F. Kennedy Jr., un personaje calificado por su prima como un “depredador”. A medida que nos adentramos más en esta era de mentiras y manipulación, es difícil no sentir que estamos viviendo un reality show de la política que se nos escapa de las manos. Las acciones y decisiones de cada personaje tienen repercusiones reales, y aún así, muchos parecen más interesados en los escándalos, como si fuéramos parte de un chisme global constante.

Pero, sinceramente, ¿cuántos de nosotros hemos hecho el esfuerzo de ir más allá de los titulares amarillistas? ¿De informarnos realmente sobre quiénes están tomando decisiones en nuestro nombre?

La ironía del sistema

La ironía es palpable cuando observamos cómo las mismas fuerzas que prometen defender nuestros derechos son a menudo quienes los pisotean. La respuesta de algunos países europeos al ascenso del trumpismo ha sido inquietante. En lugar de reforzar los derechos humanos, se están implementando políticas de inmigración más severas que a menudo caen en el xenofobismo. ¿Acaso esta es la respuesta que necesitamos frente a un autoritarismo inminente?

El peor error es no actuar. Los expertos en diferentes campos advierten que la inacción es, en última instancia, más peligrosa que cualquier medida incorrecta que se pueda tomar. Con cada decisión basada en el miedo, estamos sembrando un terreno fértil para el descontento y la violencia. Y, sin embargo, ahí está la realidad: la apatía sigue siendo un enemigo formidable.

De la indignación a la acción

Es vital recordar que nuestro papel como ciudadanos no es solo ser testigos, sino actores activos en el proceso. Cada vez que elijamos permanecer en silencio, estamos cediendo poder a aquellos que buscan socavar la democracia y nuestros derechos. Y aquí es donde viene lo interesante. ¿Qué pasaría si cada uno de nosotros decidiera dar un paso al frente y actuar?

Quizás no tenemos el poder de cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero podemos empezar por conversaciones en casa, en la oficina o en nuestras comunidades. Se nos presenta una gran oportunidad cuando se vuelve a abrir el debate en la sociedad. A lo largo de la historia, el cambio ha sido impulsado por voces individuales que se han unido en una sinfonía poderosa de resistencia.

Desafiando a la apatía

Ahora, es más fácil que nunca volver a caer en la apatía. La vida diaria puede parecer desafiante, y lidiar con los problemas locales puede parecer suficiente. Sin embargo, mientras estamos distraídos, aquellos en el poder siguen avanzando agendas que afectan a millones. Insisto: ¡deberíamos estar enojados! Y ese enfado debería convertirse en acción.

Un ejemplo palpable se encuentra en las protestas contra la ultraderecha en Alemania. ¿Qué sucede cuando las personas se unen para un fin común? Surgen movimientos. Se genera conciencia. La historia nos ha mostrado que la acción colectiva es un antídoto poderoso contra el autoritarismo. Así que, ¿qué tal si nos unimos para hacer lo que tenemos que hacer?

Fuentes de esperanza en tiempos oscuros

Incluso cuando el panorama parece sombrío, hay destellos de esperanza. Gracias a historias de resistencia en diferentes partes del mundo, hay indicios de que el cambio es posible. Desde activistas por los derechos humanos hasta ciudadanos que se niegan a dejar que su voz sea silenciada, hay un creciente número de personas comprometidas a crear un futuro más justo.

Por ejemplo, las redes sociales han proporcionado plataformas sin precedentes para la organización y la movilización. ¿Quién diría que un tweet podría ser el catalizador para una protesta masiva? Aunque a menudo se malinterpretan y hasta se usan para la desinformación, también son herramientas que pueden empoderar a las comunidades en su búsqueda de justicia.

El papel de la educación

La educación sigue siendo una de las armas más poderosas contra el autoritarismo. Promover una mentalidad crítica entre las generaciones más jóvenes es vital. Esto no solo significa estudiar la historia, sino también analizar el presente y las implicaciones futuras de nuestras decisiones. Todos tenemos el potencial de ser educadores en esa búsqueda y de abrir el diálogo sobre estos temas fundamentales.

Recordemos que cada pequeño paso cuenta. Quizás puedas empezar con una conversación en tu círculo social, un artículo en redes sociales, o simplemente apoyando a aquellos que están a la vanguardia de estos movimientos. Te animo a no dejar que el miedo y la apatía reemplacen tu voluntad de actuar.

Conclusión

Ante la crisis global del autoritarismo y el espectro de figuras como Donald Trump, es esencial que tomemos un momento para reflexionar sobre nuestro papel. La historia necesita ser reescrita, y eso empieza desde abajo.

Porque al final del día, tal vez no necesitábamos otro reality show político, sino la oportunidad de contribuir a una narrativa más positiva —una donde los derechos humanos y la dignidad prevalezcan. ¿No es esa la historia en la que todos queremos vivir?

Así que te pregunto una vez más: ¿estás listo para ser parte del cambio y actuar? La oportunidad está aquí, y es momento de dar ese paso.